Llegó el día. Llegó el día en el que por primera vez tuve la oportunidad de coger el mando, sentarme tranquilamente, poner todos mis sentidos en la pantalla y empezar a disfrutar de la historia de Geralt de Rivia. Desde su anuncio, las ganas de ponerme con él no hicieron más que aumentar, sabía que este era mi juego, era el juego. ¿Y lo mejor de todo? Que no estaba equivocado, pues así fue, y fue más allá, porque no ha sido un juego más, ha sido todo un viaje, una experiencia que me ha marcado. Pero rebajemos la emotividad, no nos adelantemos y, como diría Jack el Destripador o cualquiera de los sádicos gobernantes de la maltrecha región de Velen, vayamos por partes.
La historia nos pone en el papel, como ya he dicho, de Geralt de Rivia, el famoso -para bien y para mal- brujo de la Escuela del Lobo. El objetivo principal está claro desde los primeros compases de la trama: encontrar a Ciri, y es que Ciri no solo es una hija adoptiva cualquiera perdida por el mundo. Ciri es la verdadera protagonista, todo gira en torno a ella, debido a su inmenso poder; es la única persona viva con la sangre antigua de los elfos Aen Elle. Su poder podría ganar guerras, conquistar mundos paralelos, derrocar reyes y cualquier tipo de hazañas similares -vamos, que es el Club Bilderberg en una sola persona-. En torno a ella girará el enemigo principal, sus peligrosos perseguidores, llamados Wild Hunt, una brigada de elfos antiguos procedentes de un mundo paralelo que ansían el poder de Ciri para sus viles propósitos.
La trama está muy bien llevada, a pesar de que es un juego inmensamente largo y de mundo abierto. Es una historia tan atrayente y con tantas recompensas entre medio de la trama principal que engancha hasta niveles muy altos. Te atrapa y cada vez quieres más y más. Quieres formar parte de todo, saber que pasa en cada rincón del mapa… Llegando al nivel de la siguiente afirmación: “Allá dónde haya una conspiración, un contrato o una recogida de flores por el campo, allí estará Geralt, y yo estaré con él.”
El querer estar en cada parte del mapa es gracias a la complejidad, detalle y calidad que tienen sus misiones secundarias. Puedes conspirar contra un rey, hacer de investigador privado, enamorarte o decidir el futuro de toda una nación -por poner ejemplos al azar- en misiones secundarias, y están muy bien implementadas en la narrativa de la historia principal. Esta forma de desarrollar las misiones secundarias es una de las principales causas de las que por qué este juego debería ser canon a la hora de hacer un mundo abierto. Ha abierto el camino a otros y ha enseñado a gigantes de la industria a cómo se tiene que llevar una trama en un sandbox. Si Rockstar Games puso un pilar fundamental en los videojuegos con la saga Grand Theft Auto en 2001, puedo decir sin complejos que CD-Projekt ha puesto otro en 2015 con esta obra de arte.
Otra de las partes fundamentales sobre la que se sustenta este juego es su mundo, conocido como el Continente. Inspirado fuertemente en las obras de Tolkien, estamos ante un mundo vastísimo, diverso y lleno de contrastes. Conformado por ciudades, montañas nevadas, lagos, poblados rurales, cuevas kilométricas, fortalezas majestuosas, castillos imperiales, ruinas élficas,... En fin, todo aquello que se pudo ver en los libros de Andrzej Sapkowski -recordemos que esta saga está adaptada de la literatura- tiene sitio en este mundo fielmente recreado a lo que el escritor relató en su día.
Pero dentro de su mundo no todo es su geografía, ya que sus habitantes son una parte más que esencial, por no decir la parte más importante del mundo creado. El Continente es una vasta nación de naciones en las que cohabitan -con mejor o peor resultado- diferentes razas: humanos, elfos y enanos principalmente. La sociedad se comporta de una manera muy similar a la sociedad medieval europea, una sociedad que vive entre profecías, guerras, religiones y política, y que generarán una multitud de subtramas tremendamente interesantes.
Y no olvidemos a las criaturas salvajes de todo tipo que habitan en el universo. Viven al margen de la sociedad y normalmente acaban como presa de los brujos -cazadores de monstruos- por una atrayente bolsita llena de coronas, sustentando la economía de los brujos, gastada normalmente en comida, armas, armaduras y en “putañeos”, como diría nuestro querido Tyrion Lannister.
El combate del juego no es demasiado sofisticado ni complejo, tampoco es extremadamente preciso, pero funciona, divierte y cumple su función. Su simpleza puede derivar hacia un cierto repetimiento de mecánicas, pudiendo llegar a hacer que el combate sea pura rutina. Esto puede ocurrir, sobre todo, en niveles muy altos, donde nuestro querido brujo irá más chetado que el bando nacional en la batalla de Gernika: tu serás la Legión Condor alemana y el pobre bandido de nivel 5 será un humilde minero con una escopeta de feria. No obstante, la variedad de enemigos y el gran abanico de poderes de nuestros adversarios no-humanos alivia un poco esta fatiga que puede crearse en algunos jugadores.
Visualmente se ve genial, y más desde la actualización 1.20, donde se corrigen sombras e iluminación. Cierto es que no es lo más potente que vamos a ver gráficamente ni de lejos, pero el mundo, los colores utilizados, la ambientación o la iluminación crean una armonía entre los elementos visuales casi sobresaliente. Además, ¿qué importan la calidad de sus texturas cuando estas enfrente de todo lo demás? Solo un necio minusvaloraría esta obra por sus gráficos -aprovecho y saludo a algunos medios de Metacritic, de nada-.
Su rendimiento técnico puede ser mucho mejor en consolas: hay problemas de framerate, algún bug leve y he sufrido dos petadas en 150 horas de juego. Sus errores no son nada del otro mundo pero son visibles, se ven las muescas y algunos obstáculos que sufrieron en el desarrollo. Cabe decir que tras la última actualización (1.20), el juego ha mejorado notablemente en este apartado.
Por último y no menos importante, su banda sonora está llena de temas musicales que guardaré en mi colección de música, aunque he de decir que al escucharlas fuera del juego pierden bastante, ya que la dualidad de lo que ves y lo que escuchas está muy bien ajustada. Y claro, si quitas una de las partes, pierde. Tengo que decir que nunca olvidaré la actuación de Priscilla en El Martín Pescador, directa al corazón de Geralt.
Seguro que los pocos que habéis llegado hasta aquí -al menos espero que haya alguno- estará deseando que termine, así que voy a ir finalizando…
Como dije en la introducción, esto para mí no ha sido un juego cualquiera, ha sido un viaje de muchas horas, de muchos días deseando llegar a casa para ponerme a jugar. No me olvidaré nunca de las tardes y noches en las que me he refugiado de la vida cotidiana para saborear esta agridulce historia. ¿Agridulce? Sí, porque como todo en la vida, siempre llega a su final, dejándote en un vacío existencial enorme. Aún recuerdo el día de invierno en la que acabé Breaking Bad y se puso a nevar, no había una sensación de vacío más agridulce que esa en ese momento, pero todo acaba pasando lógicamente.
En fín, corto ya que me matáis. Recomiendo encarecidamente a todo el mundo que le dé una oportunidad a su universo, que lo saboree una vez por lo menos. Habrá gente que lo aborrecerá y durará dos horas, pero como en los duros preparativos de brujos de Kaer Morhen, habrá mucha gente que se quedará en el camino. Pero estoy seguro de que los que lleguen al final de esta saga se sentirán como yo me he sentido.
Va fail, Gwynbleidd. Nos vemos en la Senda.