El manicomio de Concha Espina
Te despiertas, vas al bar a tomar un café, lees por encima el ‘Marca’ y aprovechas también para echarle un ojo a la columna de Alfredo Relaño en el ‘AS’. Horas después te plantas delante de la televisión para ver ‘Los Manolos’ y ya por la noche te atrapan las emisoras de radio -da igual cuál-. Así un día tras otro. Y luego vas al Bernabéu, ves a Gareth Bale y reaccionas como Bart Simpson en el capítulo en el que lo hipnotizan para que mate a Krusty el Payaso con explosivo plástico.
Adoctrinados, muchos van al santuario blanco con la única intención de demostrarle a sus amos lo sabios que son y lo bien aprendida que tienen la lección. No animan, no alientan, parecen ausentes. Pero cuando uno de los señalados lo hace mal o es sustituido, todos estos despiertan y se dejan ver. Es tal la falta de personalidad que tienen que ya no guardan tregua ni en un encuentro amistoso.
Situémonos. Trofeo Santiago Bernabéu, mes de agosto, medianoche. Rafa Benítez quita a Gareth Bale y se acumulan los pitos. No muchos, la verdad, pero sí bastantes. Incómodos, sonoros. El galés, como siempre, no tuerce el gesto y se marcha sin reprochar nada a un sector de la afición. En algunas redacciones se encienden un puro, descorchan el champán y brindan mientras se escucha: “Buen trabajo, chicos”.
Lo del Bernabéu es un manicomio. Al lado de los bares del estadio pondría un puesto de camisas de fuerza. Se agotarían antes las camisas que los refrescos. Recuerdo el día que fui a ver un Real Madrid-Manchester City de la Champions League. Hubo una gran ovación a David Silva y silbidos a Cristiano Ronaldo tras algunos errores. Me pareció tan surrealista que dudo que lo olvide. Sin embargo, el tiempo me ha enseñado que lo vivido aquella noche es más habitual de lo que parece. En el manicomio de Concha Espina se ha aplaudido a David Silva, Fernando Llorente, Ronaldinho… ¡Y hasta a Andrea Pirlo perdiendo tiempo! Todo ello mientras muchos jugadores de tu propio equipo se ven obligados a soportar las dirigidas broncas de su gente.
Lo peor es que Bale no jugó mal ante el Galatasaray. De hecho, me atrevería a decir que tuvo unos primeros sesenta minutos bastante buenos, aunque luego es cierto que se desinfló, pero como todo el equipo. El problema es que algunos se han aprendido la letra de la canción y la están poniendo de moda. Cuando meta goles dirán que para eso está. Cuando enlace buenos partidos comentarán que con lo que costó ya podrá. Su única escapatoria es ser el mejor de la década cada domingo. Y eso es imposible. El manicomio ha abierto las puertas de nuevo y nos espera una temporada complicada. Sin Iker Casillas, la prensa tiene un nuevo juguete con el que entretenerse. Y espera, no empiecen dentro de poco con Cristiano Ronaldo, al que el sonido de viento ya llega de vez en cuando desde los anfiteatros…
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