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- octubre 3, 2013
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Hace exactamente tres años, Square Enix decidió llevar adelante un nuevo título de rol masivo con el título de Final Fantasy XIV para PC y PlayStation 3 que hiciera un uso de las redes como lo hace Final Fantasy XI. Toda una alegría para los viejos jugadores del mencionado título que deseaban poder disfrutar de unos gráficos de nueva generación y experimentar nuevas aventuras pero sin perder esa magia que caracterizaba a la saga. Lo cierto es que sobre el papel el proyecto era ambicioso a más no poder pero sufría de lagunas jugables bastante importantes, ausencia de contenido y un sinfín de despropósitos que obligaron a la directiva a tomar decisiones drásticas.
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Tras la salida del que fuera director del juego original, Nobuaki Komoto, se reestructuró todo el equipo original y se añadió a gente tan ambiciosa como lo fue el nuevo director, Naoki Yoshida. Cuando se decidió que el juego ya no podía sostenerse por sí solo tanto por la forma en la que se desarrolló inicialmente como por culpa de sus carencias, fue cuando Yoshi-P (que es como se le conoce en la comunidad) decidió dar una vuelta de tuerca y rehacer completamente el título a una versión 2.0 llamada Final Fantasy XIV: A Realm Reborn y que esta vez sí se lanzaría en PlayStation 3.
La excusa para tal renovación fue Dalamud, lo que en teoría era la luna de Hydaelin y que acabó siendo la mayor desgracia para todos los ciudadanos de Eorzea, pues en su interior contenía al poderoso primal Bahamut. Con una puesta en escena espectacular gracias a unas épicas escenas de vídeo y su nuevo y totalmente renovado aspecto, Final Fantasy XIV: A Realm Reborn consiguió despertar la curiosidad de todos aquellos jugadores que en su día se sintieron engañados con la primera versión del juego.
Y no es para menos, campañas de televisión que incluían actores reales, un director totalmente entregado al título que incluso llegó a llorar tras los problemas ocurridos en el lanzamiento o el apoyo total que recibía de todos los medios de prensa fueron, sin duda, un factor que jugó mucho a su favor de cara a la resentida comunidad de la primera versión. Así pues, y tras cumplir con la promesa de lanzar la versión de PlayStation 3 junto con la de ordenador, llegó por fin a nuestros sistemas Final Fantasy XIV: A Realm Reborn.
Si y no. Si bien Final Fantasy XIV: A Realm Reborn peca de ser un mmorpg al uso como bien podría ser el gigante de Blizzard por mencionar algo generalizado, lo cierto es que la nueva fantasía final destaca sobre todo por su buen hacer en todos sus aspectos e introduciendo mejoras tan notables como lo es el Limit Break entre otras. Su jugabilidad se basa en el ya manido tab targeting o lo que es lo mismo, bloqueo en el apuntado de enemigos, algo bastante habitual en el género.
Aun así te invita a enfrentarte con enemigos una y otra vez gracias a su pulido sistema de combate, algo en lo que se ha trabajado casi con obsesividad a causa de las quejas generadas en la versión 1.0. La excusa para ello son las misiones casi genéricas que pueblan el mundo de Eorzea o las mazmorras instanciadas que recorreremos hasta llegar a nivel máximo. Hasta 16 de estas nos encontraremos en nuestra carrera para llegar a nivel 50 sin olvidar las batallas contra las poderosas invocaciones -aquí llamadas Primal- o las diseñadas exclusivamente para 24 jugadores como The Binding Coil of Bahamut.
Las Levequest, diario de caza o las misiones de historia principal serán otras de las excusas para repartir leches a diestro y siniestro. Los trabajos se han ampliado respecto al original y su sistema de elaboración de objetos ha sufrido un lavado de cara que deja en evidencia a otros títulos del género. Por ejemplo ahora recolectar objetos es incluso hasta divertido cuando en realidad suele ser siempre una labor aburrida y que poco o nada invita a ser realizada.
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Una de las novedades que fomentan el juego cooperativo es el sistema Limit Break, como ya hemos comentado. Se trata de una habilidad que se recarga mediante el combate en grupo y que asesta poderosos golpes a los enemigos o que ejecuta hechizos de protección para nuestros miembros según sea nuestra necesidad. Por último y no menos importante están las FATE, eventos aleatorios distribuidos por todos los mapas del juego que requerirán de múltiples compañeros para superarse y que recompensan con experiencia, dinero e incluso mascotas de vanidad.
Como buen Final Fantasy, este capítulo catorce en la saga cuenta también con una historia del bien contra el mal en el que los cristales tendrán mucho que ver. Una historia situada cinco años después de la primera versión y que convierte al mismísimo jugador en un Guerrero de la Luz en su lucha contra el general imperial Gaius Van Baelsar.
No nos vamos a engañar, Final Fantasy XIV: A Realm Reborn exprime hasta los límites una consola que ha demostrado ser factible para desarrollar mmorpgs para ella. El juego mantiene, salvando las distancias, la misma calidad gráfica que la versión para PC en una configuración medio baja, algo que aunque pueda parecer escaso es lo suficiente como para impresionar a los jugadores y más teniendo en cuenta la plataforma en la que fluye.
No obstante el título peca de un framerate algo inestable, recorte en las animaciones, una peor resolución o la ausencia absoluta de cualquier tipo de suavizado de bordes, pero que obviando estas limitaciones ofrece prácticamente el mismo producto que la versión para compatibles. Sin duda alguna toda una proeza que ha sido posible gracias al nuevo motor incorporado en este “renacimiento” del juego. Y lo llamamos proeza no sólo por ofrecer un aspecto gráfico tan cuidado si no por mover tal cantidad de poligonaje, IA de los enemigos, jugadores y muchos más detalles que hacen de este juego un hito en la historia de los juegos de rol online en consola.
El apartado sonoro no se queda tampoco atrás y nos ofrece la que quizás sea una de las mejores bandas sonoras de la saga en los últimos tiempos, deleitandonos con unas composiciones pegadizas así como enérgicas como bien podría ser la que se reproduce en la batalla contra el primal Titan. Coros, rock, pop e incluso algún homenaje a la época de los 8 bits será lo que nos encontremos en este Final Fantasy XIV: A Realm Reborn.
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Tras la salida del que fuera director del juego original, Nobuaki Komoto, se reestructuró todo el equipo original y se añadió a gente tan ambiciosa como lo fue el nuevo director, Naoki Yoshida. Cuando se decidió que el juego ya no podía sostenerse por sí solo tanto por la forma en la que se desarrolló inicialmente como por culpa de sus carencias, fue cuando Yoshi-P (que es como se le conoce en la comunidad) decidió dar una vuelta de tuerca y rehacer completamente el título a una versión 2.0 llamada Final Fantasy XIV: A Realm Reborn y que esta vez sí se lanzaría en PlayStation 3.
Hydaelin vive
La excusa para tal renovación fue Dalamud, lo que en teoría era la luna de Hydaelin y que acabó siendo la mayor desgracia para todos los ciudadanos de Eorzea, pues en su interior contenía al poderoso primal Bahamut. Con una puesta en escena espectacular gracias a unas épicas escenas de vídeo y su nuevo y totalmente renovado aspecto, Final Fantasy XIV: A Realm Reborn consiguió despertar la curiosidad de todos aquellos jugadores que en su día se sintieron engañados con la primera versión del juego.
Y no es para menos, campañas de televisión que incluían actores reales, un director totalmente entregado al título que incluso llegó a llorar tras los problemas ocurridos en el lanzamiento o el apoyo total que recibía de todos los medios de prensa fueron, sin duda, un factor que jugó mucho a su favor de cara a la resentida comunidad de la primera versión. Así pues, y tras cumplir con la promesa de lanzar la versión de PlayStation 3 junto con la de ordenador, llegó por fin a nuestros sistemas Final Fantasy XIV: A Realm Reborn.
Pero, ¿es más de lo mismo?
Si y no. Si bien Final Fantasy XIV: A Realm Reborn peca de ser un mmorpg al uso como bien podría ser el gigante de Blizzard por mencionar algo generalizado, lo cierto es que la nueva fantasía final destaca sobre todo por su buen hacer en todos sus aspectos e introduciendo mejoras tan notables como lo es el Limit Break entre otras. Su jugabilidad se basa en el ya manido tab targeting o lo que es lo mismo, bloqueo en el apuntado de enemigos, algo bastante habitual en el género.
Aun así te invita a enfrentarte con enemigos una y otra vez gracias a su pulido sistema de combate, algo en lo que se ha trabajado casi con obsesividad a causa de las quejas generadas en la versión 1.0. La excusa para ello son las misiones casi genéricas que pueblan el mundo de Eorzea o las mazmorras instanciadas que recorreremos hasta llegar a nivel máximo. Hasta 16 de estas nos encontraremos en nuestra carrera para llegar a nivel 50 sin olvidar las batallas contra las poderosas invocaciones -aquí llamadas Primal- o las diseñadas exclusivamente para 24 jugadores como The Binding Coil of Bahamut.
Las Levequest, diario de caza o las misiones de historia principal serán otras de las excusas para repartir leches a diestro y siniestro. Los trabajos se han ampliado respecto al original y su sistema de elaboración de objetos ha sufrido un lavado de cara que deja en evidencia a otros títulos del género. Por ejemplo ahora recolectar objetos es incluso hasta divertido cuando en realidad suele ser siempre una labor aburrida y que poco o nada invita a ser realizada.
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Explorando un nuevo mundo
Una de las novedades que fomentan el juego cooperativo es el sistema Limit Break, como ya hemos comentado. Se trata de una habilidad que se recarga mediante el combate en grupo y que asesta poderosos golpes a los enemigos o que ejecuta hechizos de protección para nuestros miembros según sea nuestra necesidad. Por último y no menos importante están las FATE, eventos aleatorios distribuidos por todos los mapas del juego que requerirán de múltiples compañeros para superarse y que recompensan con experiencia, dinero e incluso mascotas de vanidad.
Como buen Final Fantasy, este capítulo catorce en la saga cuenta también con una historia del bien contra el mal en el que los cristales tendrán mucho que ver. Una historia situada cinco años después de la primera versión y que convierte al mismísimo jugador en un Guerrero de la Luz en su lucha contra el general imperial Gaius Van Baelsar.
Tocando techo en PlayStation 3
No nos vamos a engañar, Final Fantasy XIV: A Realm Reborn exprime hasta los límites una consola que ha demostrado ser factible para desarrollar mmorpgs para ella. El juego mantiene, salvando las distancias, la misma calidad gráfica que la versión para PC en una configuración medio baja, algo que aunque pueda parecer escaso es lo suficiente como para impresionar a los jugadores y más teniendo en cuenta la plataforma en la que fluye.
No obstante el título peca de un framerate algo inestable, recorte en las animaciones, una peor resolución o la ausencia absoluta de cualquier tipo de suavizado de bordes, pero que obviando estas limitaciones ofrece prácticamente el mismo producto que la versión para compatibles. Sin duda alguna toda una proeza que ha sido posible gracias al nuevo motor incorporado en este “renacimiento” del juego. Y lo llamamos proeza no sólo por ofrecer un aspecto gráfico tan cuidado si no por mover tal cantidad de poligonaje, IA de los enemigos, jugadores y muchos más detalles que hacen de este juego un hito en la historia de los juegos de rol online en consola.
El apartado sonoro no se queda tampoco atrás y nos ofrece la que quizás sea una de las mejores bandas sonoras de la saga en los últimos tiempos, deleitandonos con unas composiciones pegadizas así como enérgicas como bien podría ser la que se reproduce en la batalla contra el primal Titan. Coros, rock, pop e incluso algún homenaje a la época de los 8 bits será lo que nos encontremos en este Final Fantasy XIV: A Realm Reborn.
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