Las comparaciones son odiosas, y más en esto de los videojuegos. Aunque es muy cierto que es difícil siempre afirmar que una obras es buena a mala si no se pone en liza junto a otra que, al menos, tenga algunas semejanzas. Algo así es lo que le ha ocurrido a Lords of the Fallen desde el momento en el que se mostró por primera vez a la prensa especializada. No fueron pocos los que señalaron a la saga Souls de From Software como fuente de inspiración. Y tal vez lo sea, sí, pero sin duda nos hemos acabado encontrando con un producto que, en lo bueno y en lo malo, destila personalidad por los cuatro costados.
Deck 13 y CI Games en ese aspecto, sí han logrado transmitir al jugador la sensación de que se encuentra ante algo diferente, ya sea por los movimientos del protagonista o, simplemente, por el trabajo artístico realizado en el modelado de los personajes y en todo aquello que los rodea. Recordemos que Tomasz Gop, uno de los máximos responsables de The Witcher 2: Assassin of Kings ha estado al frente del proyecto en todo momento, con lo que incluso en ese aspecto las influencias han permitido que Lords of the Fallen se presente como un título totalmente completo y diferente.
Pero dejando todo esto de lado y aclarando lo anterior, Lords of the Fallen se nos presenta con un argumento simple, pero efectivo, con la suficiente garra como para, al menos, sostener el conjunto de la propuesta a nivel jugable, estético y narrativo. El juego anda por la vertiente teológica en este sentido, mostrándonos cómo un terrible Dios atrapado entre las profundidades de la tierra extiende sus malvadas garras por la superficie gracias al poder sus su ejército demoníaco liderado por sus lugartenientes.
Frente al peligro se encuentra nuestro protagonista, Harkyn. Un apestado, un despojo de la sociedad, un paria al que se le pide ayuda porque es el momento de unir fuerzas para aunar todos los recursos posibles y plantar cara así a la incipiente amenaza. Sin embargo, a partir de este momento, todo lo que veremos después nos provocará la sensación de desaprovechamiento total. Creemos que había potencial suficiente como para desarrollar mejor toda esta vertiente, y se deja algo de lado por malas decisiones en el aspecto narrativo y técnico.
Nos encontramos ante personajes planos completamente, y que no aportarán nada más a la historia que aquello obvio que además esperamos. El problema es que además, el modelado de estos personajes, sus expresiones faciales e incluso su voz, no van a tener la calidad suficiente como para que lo poco que traten de transmitir nos llegue con la fuerza necesaria. Es cierto que en este juego en concreto tal vez la historia no sea lo que más se necesita para alcanzar el triunfo, pero nunca está de más contar con otros elementos que enriquezcan el acabado global.
Dejando este aspecto de lado, nos encontramos rápidamente y de lleno con la columna vertebral de la propuesta, y que en este caso y más que nunca es la jugabilidad. Lords of the Fallen la presenta como muchos otros, dando a elegir en un primer momento diferentes clases con las que formar a nuestro héroe adaptándolo a nuestro estilo de combate. En concreto, en primer lugar deberemos escoger la clase de magia que queremos, teniendo altercado, centrada en la fuerza bruta y poderosos hechizos; decepción, especializada en engañar al adversario y herirlo gravemente; y alivio, con el objetivo de defender y curar a partes iguales.
Pero no será la única elección, pues los atributos de nuestro héroe y su equipo inicial dependerán de si queremos que sus aptitudes sean válidas para desempeñar labores de guerrero, rufián o clérigo. Con todo, al final tendremos la posibilidad de que nuestro luchador pueda optar hasta a nueve clases diferentes, dependiendo de la elección que hagamos entre magia y estilo de lucha. Podríamos considerar que la edición de personajes en este sentido es algo escueta, pues estéticamente no podremos hacer absolutamente nada para dar un toque único al modelado del protagonista y a nivel jugable las nueve clases limitan mucho las opciones; pero al menos todo es más sencillo a la hora de escoger lo que nos interesa y ponernos directamente a jugar.
[break=Página 2]Aún así, las diferencias básicas vendrán dadas por la cantidad de puntos que tengamos en cada habilidad y las magias que podrá usar nuestro guerrero, pues gran parte de la funcionalidad en el manejo recaerá en los objetos que llevemos equipados en cada momento. Esta situación provoca que, de un momento a otro, nuestro personaje pase de ser un debilucho combatiente a una fiera que sea capaz de masacrar a sus rivales. Tal vez, el atributo que más decanta la balanza es el de fuerza y vitalidad, pues el primero permite llevar más equipo encima y aumenta la barra de estamina, mientras que el segundo nos garantiza más capacidad de aguantar las acometidas de los rivales.
Y este es un aspecto a tener muy en cuenta a lo largo del juego, algo que ahora explicaremos al referirnos al sistema de combate. Muchas voces han sido las que han acusado de Lords of the Fallen de ser un Dark Souls alternativo, y lo cierto es que seguramente la mejor comparación sea más con Darksiders (por argumento primero, y por un sistema de combate más hack’n slash) que con el juego de From Software. Y esto es algo que es bueno y malo dependiendo de lo que se espere de él, pero también de lo que más pueda gustar a cada jugador.
Con Lords of the Fallen tardamos en morir la primera vez -una hora y poco, aproximadamente-, concretamente al toparnos con el segundo jefe de la historia. Esto nos da una idea de la dificultad que puede tener el juego, y que se traslada más a los grandes retos que a los comunes que nos podamos encontrar en nuestro camino. Aquí está la diferencia y la condición de asequible que le hemos otorgado a esta obra. Un equilibrio adecuado al principio, pero que más tarde descubriremos que se rompe y se convierte en poco más que un paseo cuando logramos desarrollar a nuestro personaje tanto en atributos como en habilidades mágicas.
Y es que incluso en este aspecto Lords of the Fallen se abre al jugador sin obligarle a complicarse la existencia, aunque a cambio de reducir la tensión y la satisfacción cada vez que se supera un obstáculo algo más complejo. Al contrario que ocurre en la saga Souls al hacer acopio de experiencia mientras estamos con vida y poder emplearla luego en subir los atributos, en Lords of the Fallen nos encontrarmos cada cierto tiempo con una especie de runas que nos permitirán guardar la partida, rellenar nuestras pociones y distribuir todos los puntos de experiencia de la forma que mejor consideremos. Esto es, convertir los mismos en puntos con los que mejorar aspectos como la fuerza, la vitalidad o la fe, entre otros; o en puntos para desbloquear las habilidades mágicas a las que puede aspirar nuestro protagonista.
Lo cierto es que el sistema nos ha gustado bastante. En general, Lords of the Fallen tiene la virtud de hacer sencillas cosas que otros juegos tienden a complicar, y la distribución de experiencia nos ha parecido algo muy acertado, de la misma forma que lo es también el menú con el que podremos seleccionar el equipo que queramos en cada momento. El juego es profundo en opciones pero, de nuevo, el ofrecerlas al jugador de la forma más sencilla posible permite ahorrar mucho tiempo en deliberaciones para volver rápidamente a la acción.
Pero todo esto lo descubriremos, obviamente, después de haber invertido horas y energías en derrotar a todos los enemigos con los que nos topemos en nuestro camino. Para ello, Harkyn se destapa como un personaje voluminoso cuya velocidad parece escasa, pero que dependerá directamente del tipo de armadura y equipo que lleve encima. Lords of the Fallen no ofrece un sistema de combate lento como dicen algunos, sino que, simplemente, todo lo que le pongamos encima al personaje repercutirá directamente en la rapidez de movimientos a la hora de luchar contra los enemigos.
Nosotros nos hemos decantado durante toda la partida por una combinación intermedia que nos permitía movernos con cierta soltura y aguantar también de forma sólida los golpes del rival; mientras, por supuesto, ahorrábamos en estamina para repartirla convenientemente en los movimientos ofensivos y defensivos que queríamos realizar en nuestra estrategia. Y es que el juego nos invita a estudiar al enemigo para poder hacerle frente, aunque es muy benévolo con nosotros cuando nos calculamos bien y dejamos que las estocadas nos lleguen a alcanzar. De hecho, nos sorprendió que pudiéramos tener tanta resistencia incluso con enemigos principales que, aunque nos obligaban a estar peleando con ellos durante un buen rato, nos perdonaban la vida si dábamos un paso en falso.
[break=Página 3]De todas formas, eso no implica que no debamos defendernos, no. El escudo será imprescindible para bloquear los ataques, aguantar el chaparrón y luego contraatacar con nuestro golpe rápido o con el fuerte. Rodar por el suelo será otra alternativa si somos ágiles, e incluso coger distancia para ejecutar algún ataque a distancia puede ser buena idea en más de una ocasión. Tenemos repertorio de movimientos y de armas, y los enemigos del juegos nos obligarán en más de una ocasión a hacer uso del mismo en algún momento determinado.
Comentar, como decíamos unas líneas más arriba, que el juego usa un sistema de experiencia similar al de la saga Souls, aunque diferente en su accesibilidad. Si morimos, nuestros puntos de experiencia se perderán, aunque los podremos recuperar si volvemos a la zona en la que caímos abatidos. Lo distinto en este aspecto es la cantidad de lugares en los que podremos poner a salvo toda esta experiencia acumulada aunque, eso sí, renunciando a un multiplicador que nos permitirá conseguir más experiencia cuanto más tiempo pasemos sin morir y sin pasar por cada una de estas runas o puntos de control.
Es necesario también hacer referencia al tema de los objetos, pues Lords of the Fallen usa un sistema de recompensas similar al que podemos encontrar en Diablo, otorgando al jugador cada vez armas y armaduras más y más potentes. Como decíamos el principio, los objetos son extremadamente importantes y llegan a marcar la diferencia, pero entre los atributos que mejoramos y la conformación de un buen equipo, a mitad de las 15 horas que nos ha durado la primera partida encontramos que el juego se llegaba a convertir en un paseo; pero divertido, eso sí.
Por último, una de las virtudes que puede tener Lords of the Fallen es su apartado artístico, muy trabajado en todo momento y que nos permite observar una gran variedad de escenarios y enemigos principales ciertamente espectaculares. Pero aquí acaba la cosa, aunque bien mirado no es poco. Todo lo demás que nos encontraremos serán algunos problemas en cuanto a la tasa de imágenes por segundo (que no es estable) y algunos de tearing. Además, nos llamó la atención que los modelados de los personajes no estuvieran algo más detallados; más allá de nuestro protagonista, no encontraremos una reproducción convincente del resto de actores en toda esta obra.
Por último, también echamos a faltar intensidad sonora en los momentos álgidos del juego. Lords of the Fallen deja huérfano al jugador musicalmente en algunos momentos estelares, algo que llama la atención negativamente cuando vemos a un enemigo feroz y nos falta algo más allá de lo visual. El juego, además, viene con voces en inglés y subtítulos en español.
Lords of the Fallen ha resultado ser un producto muy diferente a aquél con el que era comperado, para bien o para mal. Está lejos de la saga Souls en cuanto a calidad, eso por supuesto; sin embargo, hace bien en desmarcarse al ofrecer una propuesta algo más asequible que pueda convencer a jugadores algo menos experimentados e incluso que tengan mucha menos paciencia para aguantar tanto como aquellos fanáticos de los títulos de From Software.
Es una pena en cambio que el equilibrio se rompa a mitad del juego, sobre todo si desarrollamos a nuestro personaje lo suficiente. A pesar de ello, la diversión en el sistema de combate seguirá estando presente, y todo el tiempo que nos pueda durar el juego (incluso si, al acabar, decidimos hacer una segund pasada) puede hacerse bastante ameno.
Deck 13 y CI Games en ese aspecto, sí han logrado transmitir al jugador la sensación de que se encuentra ante algo diferente, ya sea por los movimientos del protagonista o, simplemente, por el trabajo artístico realizado en el modelado de los personajes y en todo aquello que los rodea. Recordemos que Tomasz Gop, uno de los máximos responsables de The Witcher 2: Assassin of Kings ha estado al frente del proyecto en todo momento, con lo que incluso en ese aspecto las influencias han permitido que Lords of the Fallen se presente como un título totalmente completo y diferente.
Luchando contra Dios
Pero dejando todo esto de lado y aclarando lo anterior, Lords of the Fallen se nos presenta con un argumento simple, pero efectivo, con la suficiente garra como para, al menos, sostener el conjunto de la propuesta a nivel jugable, estético y narrativo. El juego anda por la vertiente teológica en este sentido, mostrándonos cómo un terrible Dios atrapado entre las profundidades de la tierra extiende sus malvadas garras por la superficie gracias al poder sus su ejército demoníaco liderado por sus lugartenientes.
Frente al peligro se encuentra nuestro protagonista, Harkyn. Un apestado, un despojo de la sociedad, un paria al que se le pide ayuda porque es el momento de unir fuerzas para aunar todos los recursos posibles y plantar cara así a la incipiente amenaza. Sin embargo, a partir de este momento, todo lo que veremos después nos provocará la sensación de desaprovechamiento total. Creemos que había potencial suficiente como para desarrollar mejor toda esta vertiente, y se deja algo de lado por malas decisiones en el aspecto narrativo y técnico.
Nos encontramos ante personajes planos completamente, y que no aportarán nada más a la historia que aquello obvio que además esperamos. El problema es que además, el modelado de estos personajes, sus expresiones faciales e incluso su voz, no van a tener la calidad suficiente como para que lo poco que traten de transmitir nos llegue con la fuerza necesaria. Es cierto que en este juego en concreto tal vez la historia no sea lo que más se necesita para alcanzar el triunfo, pero nunca está de más contar con otros elementos que enriquezcan el acabado global.
La elección
Dejando este aspecto de lado, nos encontramos rápidamente y de lleno con la columna vertebral de la propuesta, y que en este caso y más que nunca es la jugabilidad. Lords of the Fallen la presenta como muchos otros, dando a elegir en un primer momento diferentes clases con las que formar a nuestro héroe adaptándolo a nuestro estilo de combate. En concreto, en primer lugar deberemos escoger la clase de magia que queremos, teniendo altercado, centrada en la fuerza bruta y poderosos hechizos; decepción, especializada en engañar al adversario y herirlo gravemente; y alivio, con el objetivo de defender y curar a partes iguales.
Pero no será la única elección, pues los atributos de nuestro héroe y su equipo inicial dependerán de si queremos que sus aptitudes sean válidas para desempeñar labores de guerrero, rufián o clérigo. Con todo, al final tendremos la posibilidad de que nuestro luchador pueda optar hasta a nueve clases diferentes, dependiendo de la elección que hagamos entre magia y estilo de lucha. Podríamos considerar que la edición de personajes en este sentido es algo escueta, pues estéticamente no podremos hacer absolutamente nada para dar un toque único al modelado del protagonista y a nivel jugable las nueve clases limitan mucho las opciones; pero al menos todo es más sencillo a la hora de escoger lo que nos interesa y ponernos directamente a jugar.
[break=Página 2]Aún así, las diferencias básicas vendrán dadas por la cantidad de puntos que tengamos en cada habilidad y las magias que podrá usar nuestro guerrero, pues gran parte de la funcionalidad en el manejo recaerá en los objetos que llevemos equipados en cada momento. Esta situación provoca que, de un momento a otro, nuestro personaje pase de ser un debilucho combatiente a una fiera que sea capaz de masacrar a sus rivales. Tal vez, el atributo que más decanta la balanza es el de fuerza y vitalidad, pues el primero permite llevar más equipo encima y aumenta la barra de estamina, mientras que el segundo nos garantiza más capacidad de aguantar las acometidas de los rivales.
Difícil en ocasiones, sí, pero también asequible
Y este es un aspecto a tener muy en cuenta a lo largo del juego, algo que ahora explicaremos al referirnos al sistema de combate. Muchas voces han sido las que han acusado de Lords of the Fallen de ser un Dark Souls alternativo, y lo cierto es que seguramente la mejor comparación sea más con Darksiders (por argumento primero, y por un sistema de combate más hack’n slash) que con el juego de From Software. Y esto es algo que es bueno y malo dependiendo de lo que se espere de él, pero también de lo que más pueda gustar a cada jugador.
Con Lords of the Fallen tardamos en morir la primera vez -una hora y poco, aproximadamente-, concretamente al toparnos con el segundo jefe de la historia. Esto nos da una idea de la dificultad que puede tener el juego, y que se traslada más a los grandes retos que a los comunes que nos podamos encontrar en nuestro camino. Aquí está la diferencia y la condición de asequible que le hemos otorgado a esta obra. Un equilibrio adecuado al principio, pero que más tarde descubriremos que se rompe y se convierte en poco más que un paseo cuando logramos desarrollar a nuestro personaje tanto en atributos como en habilidades mágicas.
Y es que incluso en este aspecto Lords of the Fallen se abre al jugador sin obligarle a complicarse la existencia, aunque a cambio de reducir la tensión y la satisfacción cada vez que se supera un obstáculo algo más complejo. Al contrario que ocurre en la saga Souls al hacer acopio de experiencia mientras estamos con vida y poder emplearla luego en subir los atributos, en Lords of the Fallen nos encontrarmos cada cierto tiempo con una especie de runas que nos permitirán guardar la partida, rellenar nuestras pociones y distribuir todos los puntos de experiencia de la forma que mejor consideremos. Esto es, convertir los mismos en puntos con los que mejorar aspectos como la fuerza, la vitalidad o la fe, entre otros; o en puntos para desbloquear las habilidades mágicas a las que puede aspirar nuestro protagonista.
Lo cierto es que el sistema nos ha gustado bastante. En general, Lords of the Fallen tiene la virtud de hacer sencillas cosas que otros juegos tienden a complicar, y la distribución de experiencia nos ha parecido algo muy acertado, de la misma forma que lo es también el menú con el que podremos seleccionar el equipo que queramos en cada momento. El juego es profundo en opciones pero, de nuevo, el ofrecerlas al jugador de la forma más sencilla posible permite ahorrar mucho tiempo en deliberaciones para volver rápidamente a la acción.
A diestro y siniestro
Pero todo esto lo descubriremos, obviamente, después de haber invertido horas y energías en derrotar a todos los enemigos con los que nos topemos en nuestro camino. Para ello, Harkyn se destapa como un personaje voluminoso cuya velocidad parece escasa, pero que dependerá directamente del tipo de armadura y equipo que lleve encima. Lords of the Fallen no ofrece un sistema de combate lento como dicen algunos, sino que, simplemente, todo lo que le pongamos encima al personaje repercutirá directamente en la rapidez de movimientos a la hora de luchar contra los enemigos.
Nosotros nos hemos decantado durante toda la partida por una combinación intermedia que nos permitía movernos con cierta soltura y aguantar también de forma sólida los golpes del rival; mientras, por supuesto, ahorrábamos en estamina para repartirla convenientemente en los movimientos ofensivos y defensivos que queríamos realizar en nuestra estrategia. Y es que el juego nos invita a estudiar al enemigo para poder hacerle frente, aunque es muy benévolo con nosotros cuando nos calculamos bien y dejamos que las estocadas nos lleguen a alcanzar. De hecho, nos sorprendió que pudiéramos tener tanta resistencia incluso con enemigos principales que, aunque nos obligaban a estar peleando con ellos durante un buen rato, nos perdonaban la vida si dábamos un paso en falso.
[break=Página 3]De todas formas, eso no implica que no debamos defendernos, no. El escudo será imprescindible para bloquear los ataques, aguantar el chaparrón y luego contraatacar con nuestro golpe rápido o con el fuerte. Rodar por el suelo será otra alternativa si somos ágiles, e incluso coger distancia para ejecutar algún ataque a distancia puede ser buena idea en más de una ocasión. Tenemos repertorio de movimientos y de armas, y los enemigos del juegos nos obligarán en más de una ocasión a hacer uso del mismo en algún momento determinado.
Comentar, como decíamos unas líneas más arriba, que el juego usa un sistema de experiencia similar al de la saga Souls, aunque diferente en su accesibilidad. Si morimos, nuestros puntos de experiencia se perderán, aunque los podremos recuperar si volvemos a la zona en la que caímos abatidos. Lo distinto en este aspecto es la cantidad de lugares en los que podremos poner a salvo toda esta experiencia acumulada aunque, eso sí, renunciando a un multiplicador que nos permitirá conseguir más experiencia cuanto más tiempo pasemos sin morir y sin pasar por cada una de estas runas o puntos de control.
Es necesario también hacer referencia al tema de los objetos, pues Lords of the Fallen usa un sistema de recompensas similar al que podemos encontrar en Diablo, otorgando al jugador cada vez armas y armaduras más y más potentes. Como decíamos el principio, los objetos son extremadamente importantes y llegan a marcar la diferencia, pero entre los atributos que mejoramos y la conformación de un buen equipo, a mitad de las 15 horas que nos ha durado la primera partida encontramos que el juego se llegaba a convertir en un paseo; pero divertido, eso sí.
Artísticamente notable, técnicamente flojo
Por último, una de las virtudes que puede tener Lords of the Fallen es su apartado artístico, muy trabajado en todo momento y que nos permite observar una gran variedad de escenarios y enemigos principales ciertamente espectaculares. Pero aquí acaba la cosa, aunque bien mirado no es poco. Todo lo demás que nos encontraremos serán algunos problemas en cuanto a la tasa de imágenes por segundo (que no es estable) y algunos de tearing. Además, nos llamó la atención que los modelados de los personajes no estuvieran algo más detallados; más allá de nuestro protagonista, no encontraremos una reproducción convincente del resto de actores en toda esta obra.
Por último, también echamos a faltar intensidad sonora en los momentos álgidos del juego. Lords of the Fallen deja huérfano al jugador musicalmente en algunos momentos estelares, algo que llama la atención negativamente cuando vemos a un enemigo feroz y nos falta algo más allá de lo visual. El juego, además, viene con voces en inglés y subtítulos en español.
Una muy buena opción si te gusta el género
Lords of the Fallen ha resultado ser un producto muy diferente a aquél con el que era comperado, para bien o para mal. Está lejos de la saga Souls en cuanto a calidad, eso por supuesto; sin embargo, hace bien en desmarcarse al ofrecer una propuesta algo más asequible que pueda convencer a jugadores algo menos experimentados e incluso que tengan mucha menos paciencia para aguantar tanto como aquellos fanáticos de los títulos de From Software.
Es una pena en cambio que el equilibrio se rompa a mitad del juego, sobre todo si desarrollamos a nuestro personaje lo suficiente. A pesar de ello, la diversión en el sistema de combate seguirá estando presente, y todo el tiempo que nos pueda durar el juego (incluso si, al acabar, decidimos hacer una segund pasada) puede hacerse bastante ameno.
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