Ya lo había probado en el E3, pero no quise dejar pasar la ocasión de volver a hacerlo. Lejos de la vorágine de citas de la feria angelina y con la tranquilidad adecuada que requiere un juego de estas características, tuve una vez más The Last Guardian entre mis manos. Deseado por muchos y visto por otros tantos con el recelo correspondiente a un desarrollo, cuanto menos, tortuoso, la última obra de Team ICO se volvía a presentar ante mí con el misterio ya resuelto de aquel viaje, pero con el mismo encanto con el que pretende enamorar a todos aquellos y aquellas que estén dispuestos a darle una oportunidad.
Y como ya dije en aquel momento, la versión de prueba que he podido volver a jugar nos lleva directamente a los primeros compases de la aventura, con el pequeño protagonista despertando desconcertado en un lugar que no conoce, con el cuerpo marcado por unos tatuajes que antes no estaban y con una bestia enorme y emplumada al lado, atada de por el cuello y herida por múltiples lanzas que, como es normal, recelará del pequeño ser que empieza a dar pasos a su lado.
Esta es la información base de la historia y del juego. Nulas instrucciones y un argumento (nutrido por la voz en off del protagonista en un tiempo futuro) que se abrirá poco a poco para establecer una lazos muy, muy estrechos con el chico, con Trico y con la relación que se creará entre ambos. Uno se da cuenta de ello cuando al principio debe intentar ganarse la confianza de la bestia a base de alimentarla y liberarla de sus ataduras, porque de otra manera rechazará por completo la presencia del chaval, y hasta se atreverá a gruñirle como advertencia de un hipotético ataque.
Aquí entra en juego la intuición, el sentimentalismo y la empatía: “Qué necesita Trico, por qué se comporta así conmigo, qué debo hacer para ayudarle o, incluso, qué hago aquí” serán las primeras preguntas que acudan a la mente; generadas en parte por la necesidad de interpretación de los movimientos de un animal muy bien recreado y que da realmente la sensación de estar vivo. Y hablo sobre todo de las animaciones que generan con plasticidad el movimiento que debería tener una bestia que parece estar a caballo entre un grifo y un gato. Entre sus andares y una inteligencia artificial que, de momento, parece funcionar bien, la inmersión y la credibilidad del juego se dispara.
Sin embargo, no es que se haya visto en esta demo la quintaesencia de la inteligencia artificial en esta generación. Trico te sigue correctamente cuando reclamas su presencia, sí, pero tampoco hay en ello ningún tipo de independencia. Muchos son los que hablan de ello como si así fuera, pero a título personal creo que falta todavía mucho por ver para descubrir si esta característica es o no una de las más destacadas del juego. Y menos mal, porque The Last Guardian es sin duda un juego que hay que descubrir por uno mismo, con lo que es de agradecer que hasta la fecha poco sea lo que se ha mostrado de esta aventura.
Hablo tanto por la historia (de la que conviene saber cuanto menos mejor), como de la jugabilidad, porque The Last Guardian no es un videojuego contemplativo, ni mucho menos. De hecho, todos aquellos que en su día probaron ICO o Shadow of the Colossus se sentirán un poco como en casa al ver detalles de ambos en esta última obra encabezada por Fumito Ueda. Uno de ellos podría ser sin duda el vínculo del chico con Trico, similar hasta cierto punto al que se tuvo en su día con Yorda. Y otro, el elemento de plataformas, de escalada, los controles y el manejo del protagonista que recuerdan a Shadow of the Colossus; también, seguramente, por su mayor cercanía en el tiempo.
The Last Guardian, con todos estos elementos, en la media hora de juego ya te enseña que para resolver cada reto vas a tener herramientas, pero tú serás el que pondrá el ingenio. Ya no solo por la interpretación de la situación y la ayuda de Trico que hablaba antes, sino por ver de qué manera uno puede usar el entorno para seguir hacia adelante. Es el caso, por ejemplo, de un pequeño espejo que se recoge en los primeros compases, y que ayudará a que confluyan tanto el control que hagamos del niño como el poder de Trico. Así, se podrá dirigir el espejo a aquel lugar al que la bestia debe focalizar sus rayos para derruir paredes o destrozar obstáculos por el camino.
Pero además de estas cuestiones, el juego desarrollado por Team ICO tiene mucho más. Si hablo de inmersión, no puedo olvidarme del apartado audiovisual. Ya en Los Ángeles comenté que The Last Guardian es un juego en este sentido casi de la generación anterior, pero con algún que otro efecto más trabajado para dar la impresión de que es de ésta. Sigo pensando igual un mes después, pero también me reafirmo sobre el precioso trabajo artístico del estudio; elemento fundamental para que este título sea como es.
Pero lo que sí me ha dado tiempo a comprobar en esta demostración es que la banda sonora a cargo de Takeshi Furukawa apunta muy alto. El compositor japonés consigue con ella casi, casi el “elemento inmersor” más destacado, y que junto a la voz del chico, expresada en un idioma inventado, se compone una delicia única para los oídos. Todo esto elementos muy característicos de una propuesta que desde luego se aleja de lo que hemos visto hasta ahora, justo lo que reclamábamos en un momento en el que la industria tiene a homogeneizarse demasiado.
Pese a todo, todavía queda mucho por ver. La conclusión más segura es que The Last Guardian empieza bien, como lo debe hacer un videojuego que busca despertar en los jugadores y jugadoras algo más, que pretende no dejarlos indiferentes. Siendo como es uno de los grandes exclusivos de la compañía para la campaña de Navidad, y habiendo arrastrado un culebrón que ni los de las tardes en Antena 3, las expectativas son altas y, de momento, parece que no defraudará.