¿Saben los padres a qué juegan sus hijos?
Nunca subestimes la importancia del cooperativo intergeneracional
Hace quince días, la nota curiosa en lo que respecta a noticias, la dio Grand Theft Auto V. Hablo por supuesto del asunto del curioso caso que señala a Heisenberg como propietario original de una copia que acabó en una cesta de segunda mano. Y de ahí, pasó a ser adquirido por un chaval que se encontró el regalito dentro, se lo enseñó a su madre y esta, obviamente, se indignó. Lo curioso del asunto es la reacción general que he visto, que amén de a la propia droga, hacen mención a si esta mujer era consciente de que su hijo, de sólo 11 años, había comprado un juego con contenidos bastante violentos. Lo que me lleva a una pregunta muy clara: ¿saben realmente los padres a qué juegan sus hijos?
La pregunta puede parecer un poco tonta. Se que hay varios padres por aquí y, evidentemente, vosotros sabéis perfectamente a qué juegan vuestros hijos. Pero ahora, precisamente vosotros, paraos un momento a pensar si vuestros padres sabían a qué jugábais vosotros. Y los que no tengáis hijos, haceos la misma pregunta. Y ahora pasad a preguntaros otra cosa, ¿realmente era necesario que lo supieran? ¿Os habían educado para que los videojuegos no fueran un peligro?.
Durante muchos años, los videojuegos han sufrido el estigma de «volver violentos» a los niños, generar «comportamientos antisociales» y cosas mucho más horribles. Seguro que recordaréis al conocido «asesino de la katana», al que los medios de comunicación se aseguraron de presentar como un fan de Final Fantasy VIII. Recuerdo claramente, por aquel entonces, a mi madre preguntándome si yo tenía ese juego. A los pocos minutos llegaba a la conclusión de que no le preocupaba. En mi caso concreto, puedo decir que en mi casa sí que sabían a qué jugaba, o tenían mucha facilidad para ello. La consola estaba en el cuarto de mis padres, lo que facilitaba mucho el control sobre mis horas de juego o simplemente asomar la cabeza para ver qué hacía. Algo que sí que hacían de vez en cuando.
Es aquí donde creo que está la clave, que muchos padres no aficionados a los videojuegos me gustaría que pudieran leer y comprender. En no sentarlo delante de la consola porque está entretenido y así puedes ver tú un capítulo nuevo de una serie, sabiendo que no necesitas preocuparte por él durante un rato. Resulta irónico que venga yo a decir esto, pero la consola no es una canguro, es una afición como cualquier otra. Si llevas al niño al entrenamiento de fútbol, si vas a ver el partido los domingos, ¿por qué no te sientas un rato con él a ver a lo que le gusta jugar? Es posible que te sorprendas o incluso descubras que tú mismo puedes sentir una afición por ello.
Dejo aparte el propio tema de comprar el juego en sí mismo. El PEGI está para algo. ¿Para decirte que no compres el juego? No, ni mucho menos. Para que sepas lo que hay. Hay veces que la «violencia» a la que se refiere el juego es muy relativa, porque el sistema de calificación no diferencia Kingdom Hearts de Grand Theft Auto. Pero hoy día no es excusa, seguro que llevas el móvil encima para mirar un tráiler del juego y hacerte una idea. Ahora bien, esto ni mucho menos es motivo para comprar o dejar de comprar, y esto va para los padres más aprensivos. Si alguno de vosotros llega a leerme: vuestro hijo no va a convertirse en un criminal por jugar a GTA ni va a despedazar a la abuela y hacer croquetas con ella porque le guste decapitar enemigos en The Surge.
Los videojuegos no dejan de ser, como el cine, las series de televisión o los libros, que nunca deberían faltar en una casa, una fuente de información, cultura (sí, con los juegos se pueden aprender muchas cosas) y aprendizaje. Un posible catalizador de otros intereses. En una ocasión vi como unas partidas de Dark Souls terminaron derivando en (aparte de una inmensa desesperación) el interés de un chaval por la cultura medieval. Poco después supe que se empeñó en visitar una antigua fortaleza en Castilla en verano y cada vez le fue interesando más el tema. Hoy día está terminando bachillerato y sueña con llegar ser historiador especializado en esta época y no dejo de pensar en cómo fue la ambientación de un juego lo que impulsó ese interés. Y sigue jugando a videojuegos.
Con esto quiero decir que esta afición suele llegar en una época en la que estamos receptivos a estímulos de todo tipo y estos pueden llegar de la manera más inesperada y tener un resultado aún más extraño. Tú, padre o madre que simplemente compras el juego y no piensas qué hace: no seas tan indolente. Tampoco te pongas a mirar ahora toda la estantería de tu hijo, o de tu hija, para ver todo lo que juega. Sienta el culo, pregúntale si tiene algo para dos personas, coge el puñetero mando e intenta pasar un rato mostrando interés por lo que a él o ella le gusta, en vez de limitarte a pensar que «se pasa el rato con los marcianitos». O dile que si te deja jugar un rato a ti a algo.
Si has educado bien a tus hijos, si estás convencido de que saben diferenciar perfectamente entre lo que está bien y lo que está mal, que tu hijo con 11 años juegue a GTA V no es un problema. Para él, como para muchos de los que seguimos jugando a día de hoy, no deja de ser como una película de acción… en la que él es el protagonista. Pero igual que para ir sólo al cine o empezar a salir los fines de semana, que es algo sobre lo que comprendes y valoras riesgos y beneficios, piensa lo mismo con los juegos que compra o le compras en ocasiones especiales. Si tienes un hijo con tendencia a pasar miedo por las noches, piensa si es buena idea que juegue a Little Nightmares o a Outlast, por mucho que el dependiente te diga que Trinity es una buena compra porque son dos juegos y un DLC todo en uno. Es que es de Capitán Obvio, en cuanto lo busques en YouTube en el móvil debería saber si te parece recomendable o no. Tú eres el único que sabe si es buena idea o no que lo juegue.
La mayoría de los que jugamos a videojuegos no hemos acabado siendo unos monstruos con tendencias sociópatas, disociados de la realidad ni carentes de empatía. En eso influyen muchísimos otros factores, y uno de ellos es muy claro: unos padres interesados en tu vida y tus aficiones, que te pongan límites cuando toca pero que sepan cuándo estás preparado para algo. No puedo recalcar lo suficiente este punto, mostrad un mínimo de interés porque esto es un hobby como cualquier otro. Y a los padres que estáis por aquí, nunca permitáis que os digan que si a vuestros chavales les gustan los juegos saldrán mal, porque sabéis que eso es una soberana chorrada y seguro que sois conscientes de la importancia de conocer sus gustos en esta materia. Seguid echándoles una mano a la hora de matar nazis, si creéis que tienen la madurez para jugar a algo así, por mucha edad recomendada que haya o lo que diga el código PEGI.