Son muchas las anécdotas que cualquiera con una consola de la generación pasada o la actual puede contar acerca de la consecución de tal o cual trofeo, o sobre la búsqueda de un platino u otro de cualquier juego que se pueda imaginar. Por eso, como todos tenemos las nuestras, yo sigo relatando un poco las mías.
Podría parecer un cuento contado al lado de una cama a un hijo o un nieto, pero lejos de eso, y viendo que aquí priman los videojuegos, estaríamos ante el reto que supone el modo de dificultad Feroz en el videojuego Disney Pixar’s Brave. Algunos pensareis que es un juego infantil, pero aunque la temática así lo parezca y sus puzzles los pueda resolver hasta vuestro sobrino de cuatro años, nos encontramos ante un reto cuando llegamos a ciertos puntos del final del juego, sobre todo cuando el gran oso que nos ha perseguido hasta en nuestro sueños empieza su ataque final con los cuatro elementos que con nuestro paso por el juego hemos llegado a dominar. En su segunda transformación, con los poderes del fuego, es cuando comienza mi propio quebradero de cabeza.
Con cada poder volvíamos a combatir contra un enemigo final enviado por el oso que además era aun más poderoso, por lo que el jabalí de fuego (cuya piel parecía la de un armadillo y no solo por su resistencia) se convertía en un rival bastante considerable, al menos si esto de ser hábil se os da tan mal como a mí. Fueron incontables las veces que morí a manos de semejante bestia que no atacaba solo, sino acompañado de una cohorte de diferentes enemigos más pequeños resistentes en buena parte a los poderes de hielo que más daño le hacen al jabalí de fuego. Por eso se convertía en una lucha complicada en la que, entre las embestidas del jabalí, las lanzas de madera de los árboles o el suelo de lava incandescente que evitábamos pisar mientras esquivábamos las zarpas de los lobos, nuestra vida iba mermando peligrosamente hasta llegar a cero y tener que repetir de nuevo, no solo el combate con el poder del fuego, sino también con el primero de la lista, el de hielo.
Por suerte toda dificultad de este tipo debe tener una forma de poder vencerse, pero no es hasta que ves a otro superar el reto que te das cuenta que, a pesar de la complejidad de saltos, disparos certeros y suerte al esquivar, hay un resquicio de estrategia y picaresca que también nos ayuda a triunfar. Cualquier elemento de la lucha era más letal que caer simplemente de la arena de combate al vacío y volver a reaparecer con unos segundos de invencibilidad que poco a poco nos hacían conseguir el objetivo de acabar con aquel jabalí al que solo deseabas un final digno de un cómic de Asterix, o sea, con una manzana en la boca y sobre un plato gigante ante un Obelix deseoso de hincarle el diente.
Y yo que pensaba que conseguir el platino en un juego de Disney iba a resultar fácil. Creedme, para mi no lo fue.
Si algo caracteriza a los trofeos de los tres juegos que forman esta saga de aviación arcade es un par de trofeos en particular para los que son necesarios seis jugadores en el modo online. Esos dos trofeos consisten: uno, en acabar al menos en la mitad de la tabla de resultados en una partida en la que al concluir la misma haya al menos seis jugadores conectados, y otro en ser el que lidere esa tabla al concluir la partida, ganarla vamos. Lo bueno es que si conseguimos lo segundo también obtenemos lo primero pero… ¿Cómo se hace cuando apenas se encuentra a un solo jugador dentro de esos desiertos online?
Es entonces cuando solo con mi compañero de boosteo ruso (de Siberia Occidental), Oleg Karnovsky, no es suficiente y tenemos que recurrir a una entente cordial con otros aviadores que llegan de distintos paises. En estos años también he tenido el gusto de volar junto a Carsten Jensen de Dinamarca, que fue de vital importancia cuando afrontamos el platino de Air Conflicts Pacific Carriers, pero la historia más curiosa nos sucedió con el más reciente juego de la saga, Air Conflicts Vietnam.
La salida de Air Conflicts Vietnam a finales de 2013 se hallaba cerca del lanzamiento de PS4, por lo que si las ventas de estos juegos ya son bajas, las de esta entrega prometía serlo más puesto que los jugadores ya pensaban más en la nueva generación que en un juego que sin ser malo tampoco es un triple A (miedo me da pensar que lo van a remasterizar para PS4, como Air Conflicts Vietnam Ultimate Edition). Para empezar Carsten nos expresó su nulo interés por el juego y algún aviador polaco que también había prestado su ayuda en Pacific Carriers tampoco estaba por la labor. Debíamos encontrar nuevos amigos que nos ayudasen.
Y cuando todo parecía perdido se abrió un claro entre la tormenta y Oleg Karnovsky volvió a hacerlo. Se trajo un buen día a tres jugadores franceses (no se de donde los ha sacado y con su inglés de Torrelodones no me ha dado por preguntarle nunca) encabezados por Gabriel (pronúnciese Gueibriel) y en un rato a primera hora de la tarde de un viernes nos encontrábamos los cinco a la espera de conseguir a ese preciado sexto jugador para poder conseguir el trofeo de la discordia. Un show de lo más entretenido, por más señas.
Con los franceses poniéndose nerviosos ante el paso de los minutos y que no aparecía nadie por el desierto online, la solución me llegaba de los mensajes de Oleg. En unos minutos se nos uniría un amiguete suyo de Rusia y así haríamos el pleno. Pero no fue así, de repente apareció otro jugador despistado que entró en aquella sala de juego y todos nos volvimos frenéticos. Las balas y los misiles comenzaron a volar mientras me apuntaba aquella primera partida y veía como el platino pasaba a engrosar mi lista de trofeos (había derrotado a media Armee del Air francesa para conseguirlo y de paso vengado en mi orgullo parte de los camiones de fruta que nos han volcado en el pasado). Después la tranquilidad se apoderó de mí, y cual pato de feria volé en las siguientes partidas para ofrecer un blanco fácil a mis compañeros.
Incluso apareció el amigo del tigre siberiano y llegamos a ser siete en aquellas partidas, todos consiguieron el trofeo (algunos aun tenían camino que recorrer en el juego y no les saltó entonces el platino), pero el último fue ese aviador tan generoso y tan frío solo cuando está a los mandos de un caza y se revuelve en el aire como un demonio. Gracias Oleg, de verdad, los juegos de aviación deben tener una deuda contigo por la cantidad de jugadores a los que ayudas todos los días a conseguir esos platinos que a ti solo te saltan una vez pero te los ganas cien veces.