Los combates multijugador de la actual generación cada vez dejan más de lado a los luchadores sin personalizar y apuestan más por todo lo contrario, por las clases. Inicia un combate, escoge un tipo de luchador, hazlo tuyo, domínalo y batalla. Call of Duty Black Ops III, Plants vs Zombies: Garden Warfare 2 o Battleborn son algunos de los ejemplos que en la Gamescom 2015 han estado con estas propuestas por delante para su propuesta multijugador.
Tradicionalmente siempre ha dado un poco igual cómo era el soldado que encarnábamos. Ni en Quake, ni en Counter Strike ni en los Call of Duty de turno ha importado jamás, ¿por qué ahora así? Ay, maldito y adorado League of Legends. Un videojuego competitivo que te permite edificar un equipo basado en una serie de clases da cabida nuevas posibilidades de juego entre los miembros del mismo, pero también a cometer muchos errores y aciertos precisamente por ello mismo. ¿Quién es el support, quién es el encargado de hacer daño, quién se ocupa de molestar y, sobretodo, cómo se organiza todo eso?
Las clases en un videojuego lo que logran es potenciar las ventajas de un tipo concreto de personaje a favor de dejar en evidencia sus debilidades. Otro personaje de otra clase complementan las taras de este, así que toca que todos vayan de la manita para protegerse los unos a los otros. De este modo se construye un equipo que puede quedar destrozado si aparece en juego el error humano. League of Legends es ahora el adalid del juego competitivo por esto; que no deja de ser un piedra, papel, tijera con más variables en el que cada personaje interpreta una. La clave está en controlar ese cerebro que dice cuando sale piedra, papel o tijera; ese error humano que se traduce en la sincronía de un equipo que juega junto. Mayor sincronización, menor error.
Esto de los equipos, evidentemente, pierde mucha gracia si no hay clases y todos los jugadores son soldados únicos que no dependen de nadie para triunfar, lo que favorece la aparición de lobos solitarios que van a lo suyo. Incluso Call of Duty, que es muy de de personajes que solo se preocupan para ellos mismos, va a tamizar su presencia en Black Ops 3. En el videojuego de Treyarch existen nueve clases distintas que elegir al iniciar el multijugador. Apoyándose en la visión de futuro que plantea el videojuego, podemos escoger hasta a un robot que crea clones de sí mismo como señuelos. Sí, el clásico Call of Duty se ha ido a la porra a favor de volverse competitivo bajo las normas que el titán de Riot ha impuesto.
Esta misma línea la siguen últimamente casi todos los videojuegos que incluyen multijugador. Esto tiene un punto tremendamente positivo: la intención de lograr que un videojuego pueda transformarse en un eSports válido y bueno significa que ese título se mantendrá en el tiempo, se ajustará cada tuerca de su engranaje para que funcione sin ningún tipo de fallo y se formará comunidad, que es lo mejor que le puede pasar a un videojuego con online. ¿Lo malo? Pues que todos los videojuegos que ahora quieren ser eSports parecen apuntar a lo mismo, a seguir el mismo camino; y las clases en sí son prácticamente similares en todos ellos.
Pero entonces ¿qué ocurre con los lobos solitarios que se lanzan al online? No sé vosotros, pero yo a los Call of Duty me pongo a jugar muchas veces solo, a mi rollo y por echar unas risas; saber que ahora tendré que sincronizarme con un equipo para triunfar, para no comerme todos los gritos habituales que te caen en LoL cuando juegas, no para ganar, sino para jugar, me da un poco de pereza. Espero que Call of Duty Black Ops III, en su movimiento a Playstation 4 como su plataforma oficial de eSports entienda también que no ha de perder esa inmediatez y accesibilidad de la que siempre ha hecho gala, y por la que yo adoro esta serie, aunque se repita más que el ajo.
Esta, de hecho, es la responsabilidad de todos estos videojuegos competitivos con clases a la hora de escoger cómo se organizan sus personajes y decidir qué ritmos imprimen a sus juegos. No todos pueden ser LoL, no todos pueden pedirnos que juguemos poco a poco, que juguemos para ganar, que esa necesidad supere o devore la mera partida entretenida, sin objetivos y desenfadada. ¿Os imagináis a los jugadores habituales de COD con la mala leche de los jugadores de LoL?
Por fortuna, estas propuestas sí se están creando. Tanto el Battleborn de Gearbox como el Plants vs Zombies Garden Warfare 2 parece que van justo a eso, a aprovecharse de la tendencia construida por los eSports pero sin llegar a serlo realmente. Battleborn nos llama cabronazos en sus trailers y nos insta a pasarlo bien, así como el videojuego de EA nos enseña armaduras locas de Mass Effect llevadas a su batalla de no muertos y flores, justo el espíritu que nos trajo el que, al final, fue el iniciador de todo: Team Fortress 2.
Adoro el multijugador competitivo cuando este es de calidad y exigente, y este lo es aún más cuando nos toca elegir una clase determinada y dominarla para ser un pilar fundamental en nuestro equipo, pero no todos los juegos deberían querer ser eSports, eso acentúa su curva de dificultad y de adaptación y, sinceramente, no quiero estar compitiendo a alto nivel todo el tiempo, ¿no os pasa lo mismo a vosotros?