Atención, este artículo contiene spoilers de los títulos previos a Metal Gear Solid V: The Phantom Pain, léelo bajo tu propia responsabilidad.
Esperó, paciente, a que el momento de su reencuentro llegara. Un sonido, un golpe, una evidencia que le indicara que Jack la acechaba. Sus sentidos se agudizaron hasta extremos sobrehumanos, pero fue un desconcertante comunicado de radio el que le informó de su paradero. El mayor Ivan Raidenovitch Raikov se comportaba de forma extraña, sus movimientos eran erráticos y entraba a habitaciones que no solía visitar. La última vez que fue visto se dirigía a la habitación donde estaba preso Sokolov. Supo que él tenía algo ver.
Corrió en su búsqueda, rezando por ser la primera en alcanzarlo. No fue así. Escuchó dos disparos y el alarido de dolor del científico. Al abrir la portezuela de la habitación el Coronel Volgin yacía en el suelo y Raidenovitch le apuntaba con un arma. No tuvo otra alternativa. Se abalanzó sobre él, viendo como el falso Mayor contrarrestaba eficazmente su primer ataque. La habilidad de Jack había mejorado, pero todavía no estaba a su altura. Con una filigrana, The Boss se colocó a su espalda y le redujo sin contemplaciones. Snake había cometido un error en su acercamiento a Sokolov. Había sido imprudente y ahora yacía a su merced.
Volgin se levantó, recogió su arma del suelo y apuntó directamente a la cabeza del soldado. Los reflejos de la veterana se adelantaron, con un simple gesto desarmó al coronel y lo hizo trastabillar. En la habitación su figura erguía imponente con los tres hombres a sus pies. Volgin se levantó desconcertado, sin saber muy bien qué había ocurrido. ¿Una traición o un simple arrebato maternal? Ante su mirada perpleja The Boss comprendió que sólo podía mantener su posición darse la vuelta y entregar a Jack. Era demasiado pronto para volar su tapadera. Era demasiado tarde para tratar de salvar a su discípulo.
El Coronel no mostró misericordia alguna con Snake. Sus golpes sonaban contundentes y despiadados. De sus manos se desprendían continuas centellas mientras borbotones de sangre brotaban de las heridas que causaba. No lo dejó morir. Sólo había paladeado una minúscula muestra de lo que vendría a continuación. La sala de tortura le aguardaba.
En los sótanos de Groznyj Grad los gritos de Snake rompieron cualquier atisbo de tranquilidad en la atmósfera. Maniatado, colgado de una estaca. Una bolsa de plástico en su cabeza le impedía recuperar el aliento. Cada segundo eran horas, cada minuto días. Los puños de Volgin capaces de quebrar el hormigón crepitaban una y otra vez sobre su cuerpo. Incesantes.
No le hizo una sola pregunta. Ocelot y The Boss contemplaban pasivos como la moral del soldado se fragmentaba con cada golpe. Tatyana horrorizada sollozaba clemencia con una mirada rota, sin atreverse a interceder para no convertirse en el blanco de la ira del Coronel. La vida de Snake pendía de un hilo, aguardando un golpe de gracia que no llegaba. Debía sufrir más. Volgin sonrió, físicamente su rehén no podía ofrecer más resistencia, mentalmente divagaba entre la rendición y la locura. Sabía cómo infringir la última herida a su prisionero.
Miró fijamente a The Boss y le pidió que demostrara su lealtad. Exigió que ella personalmente extirpara los ojos a su pupilo. Debía acabar con Jack, tal y como él lo había hecho con la Unidad Cobra. Sin piedad. Su corazón dudaba, su paso no. Extrajo lentamente el puñal de la funda de su pecho, recorriendo los dos pasos que le separaban del patíbulo para retirar la bolsa que cubría la cabeza de Snake. Estaba completamente deshecho, temblaba como un chiquillo asustado. El filo del arma de su maestra se acercaba lentamente a su retina.
Tatyana no lo soportó más, suplicó por la vida de Snake. Su tapadera voló por los aires y toda la atención se centró sobre ella. Inmediatamente Ocelot acorraló a la muchacha increpándola. Sabía que ella era la espía que había estado ayudándole todo el tiempo. El centro de atención se desplazó hacia ellos dejando a Jack en un segundo plano. Una vez más tomó sus tres revólveres y cargó una única bala en uno de ellos. Seis disparos, era todo lo que necesitaba para que la justicia divina hiciera de juez en el destino de la traidora. Las armas cabalgaron el aire volando entre precisas acrobacias sobre las manos del joven oficial. El primero fue en blanco. El segundo tampoco hizo detonación.
Snake observaba desde su desdichada palestra la ruleta rusa a la que estaba siendo sometida la joven. Visualizaba el revólver cargado. Vio cómo descendía con lentitud. Cómo el índice de Ocelot se apilaba sobre el gatillo. Tenía un segundo para actuar. Desde su posición se abalanzó sobre él, desviando la trayectoria del disparo en el último momento. La Diosa fortuna perdonó a Tatyana pero a cambio la bala perdida laceró el globo ocular derecho de Jack, cobrándose su visión irremediablemente. Un rugido de dolor desgarró su garganta.
Complacido con su victoria, Volgin se retiró de la sala junto a Ocelot. The Boss se aproximó a su pupilo tomando del suelo el revólver que segundos antes le había arrebatado la vista. Lo cargó con un proyectil que contenía una píldora de la muerte falsa y la disparó en su pierna. Le miró con desdicha y depositó el revólver en su cinturón fuera de la vista del resto personal en la sala. Le había proporcionado los medios necesarios para escapar de su celda.
Tatyana continuaba sollozando en un rincón. En el momento en el que The Boss abandonó la sala, su llanto cesó y se abalanzó sobre Snake. Viéndola por fin de cerca, supo que se trataba de EVA, la doble agente de la KGB que le había estado ayudando desde el inicio de la misión. Se había infiltrado haciéndose pasar por la novia de Sokolov, aprovechando su encantos para acercarse a Volgin y conseguir un salvoconducto que le permitiese recorrer a sus anchas por la base y hacerse con todo tipo de información privilegiada. El tiempo apremiaba, se acercó y le susurró una ruta de escape. Al fin disponía de toda la información que necesitaba.
En una celda mohosa Jack se revolvía meditando cómo escapar. Extrajo con un tenedor el comprimido que The Boss le había incrustado en la pierna. Entabló conversación con el guardia, Johnny, logrando que bajara la guardia. En un despiste, Snake consumió el medicamento fingiendo su muerte. Johnny horrorizado encontró su cadáver a la vuelta. Abrió la celda para tratar de socorrer a su prisionero. Snake, no necesitó una segunda oportunidad.
Segundos después se encontraba huyendo siguiendo la ruta que EVA le había marcado. Las alcantarillas le sirvieron como cobertura momentánea, dándole un respiro antes de continuar con su fuga. Al final del túnel se vislumbraba una luz. Corrió hacia ella esperando salir a la superficie. Los sabuesos aullaban a sus espaldas, no tardarían en alcanzarle. Detuvo su marcha en seco.
Ante él, el vacío. La boca de la alcantarilla terminaba en un salto de agua de más de cincuenta metros. Dudó por un instante, sólo para darse cuenta de que no era posible desandar el camino, su única ruta de escape había quedado completamente cerrada por los soldados de Volgin y el propio Ocelot. Lanzarse al vacío era la única opción y lo hizo.
En el fondo del río, su magullado cuerpo fue arrastrado por la corriente. Soñó con el lecho de un arroyo que recorría en soledad. Los fantasmas de todos aquellos a los que había ejecutado durante la misión le atormentaban. La presión le vencía a cada paso, un insólito espíritu le acosaba continuamente recuperando todos sus amargos recuerdos. Una huida hacia adelante, hacia la nada. Rezaba por despertar de la horrible pesadilla que le atormentaba. Indefenso. Mentalmente quebrado. Al final del camino, el cadáver de The Sorrow le esperaba. Sólo pudo avanzar y morir. Despertó.
Nunca supo si aquella experiencia había sido fruto de una alucinación o una particular caminata por lo que reflexionó debía ser el infierno. Zero le recomendó que lo olvidara, su primer objetivo era encontrar a EVA, recuperar su equipo y regresar a Groznyj Grad. La misión no se detendría bajo ningún concepto. Recuperarse. La misión no iba a detenerse bajo ningún concepto.
Aquella noche pudo descansar mientras la agente doble se encargaba de vigilar la entrada de la cueva. Recuperó las energías que pudo y se armó de valor para continuar adelante. EVA le entregó varias cargas C3 con las que podría detonar las instalaciones de la base, junto a ellas un parche para cubrir la herida de su rostro. La imagen más arquetípica del héroe legendario finalmente tomaba forma. Un solo ojo. Era más que suficiente para continuar adelante.
El camino hacia el hangar del Shagohod no fue sencillo. Logró escabullirse entre los numerosos guardias que vigilaban las instalaciones. Alcanzó el lugar en el que había sido capturado al tratar de rescatar a Sokolov. Poco más adelante encontró el prototipo estacionado junto a un grupo de tanques de carburante que le servían como alimento. Snake colocó los explosivos en ellos, configurando sus detonadores con un vetusto contador analógico. Sólo una carga más y podría marcharse. Una sombra se movió a sus espaldas.
Apenas parpadeó. Supo que se encontraba en el suelo al abrir su ojo y contemplar las vigas del techo de la instalación. Se levantó rápidamente y detuvo el siguiente golpe que The Boss le propinaba. El CQC de su mentora se mostraba tan implacable como siempre. Perdió su arma principal y poco después su cuchillo de combate. Se revolvió y logró defenderse desde el suelo. Estaban igualados. Detuvo dos golpes más mientras trataba de ponerse en pie. La sensación de frustración volvió como un cuchillo horadando su carne. No se rendiría. Levantó la mirada desafiante hacia su mentora, hasta que el chasquido de un revolver amartillándose a sus espaldas le detuvo. Las espuelas de Ocelot tintineaban como una fanfarria de victoria, le había cazado.
Fue llevado de nuevo ante Volgin. A los pies del Shagohod el grupo de la sala de tortura volvía reunirse. Tatyana yacía inconsciente a sus espaldas. El Coronel se paseaba como un trampero orgulloso ante sus capturas. Habló sobre la joven, de cómo la había encontrado merodeando por el sótano de Groznyj Grad, de lo que había intentando robar. Sacó de su bolsillo un microfilm, el Legado de los Filósofos. Las miradas de Ocelot y The Boss se cruzaron sobre el brillante objeto que bailoteaba entre los dedos del coronel. Tanto dolor acumulado, tantos sacrificios y al fin, allí estaba, la Piedra Rosetta de la misión a alcance de sus manos.
Snake supo al instante que aquel objeto debía ser importante. Desconocía de qué se trataba, en el dossier de su misión no se mencionaba nada sobre el Legado de los Filósofos. Jamás había oído hablar de él. Mientras se regocijaba de su victoria, Volgin le explicó todo. La historia oculta de los Filósofos, la procedencia de los fondos, cómo se había hecho con ellos… Su objetivo era dominar el mundo, obvio, pero Snake no cupo en su asombro ante todo lo que había logrado.
Embriagado por su exposición Volgin decidió que sería él mismo quien acabaría con el soldado. Se acercó a The Boss y extendió la mano. Confiaba en ella lo suficiente como para pedirle que se encargara de guardar el Legado. Ni un solo gesto delató a la madre de las fuerzas especiales. Lo tomó con firmeza y lo guardó, fingiendo que cumpliría la orden directa de su comandante. Tomó a EVA del antebrazo y la puso en pie, asegurando que también se encargaría de ella. Dejó que Volgin se enfrentara en solitario a la última serpiente. Sabía que Jack no fallaría.
Ambas mujeres desaparecieron del hangar sobre el que se cernía un auténtico duelo de titanes. La presión que ejercía The Boss sobre el brazo de la muchacha estaba lejos de ser hostil. La llevó a un lugar seguro y allí le confesó todo. Desde el primer momento había sido consciente de que EVA no era ni la novia de Sokolov, ni una espía de la KGB, ni siquiera una agente doble americana. En su juventud había visto a decenas de niños como ella. Los había entrenado personalmente. EVA, Tatyana… era una agente de los Filósofos, infiltrada en la misión con el fin de recuperar el microfilm con los detalles del Legado. Había encandilado a todos, los había engatusado con su delicada imagen, su fuerza innata había logrado atraer a Jack, pero para The Boss sólo era una víctima más de un conflicto en el que llevaba combatiendo desde hacía décadas.
Le contó sus intenciones. No le entregaría bajo ningún concepto el Legado de los Filósofos, pero tampoco podía llevarlo personalmente a los Estados Unidos. Esa tarea le correspondía a Jack cuando cumpliese su misión y acabase con ella. Abrió su corazón a la espía. Habló de sus sacrificios, de su sufrimiento, del hijo que perdió en el campo de batalla. Habló de su objetivo, de la traición continua a la que había sido sometida. Iba a morir pronto y sería su propio discípulo quien le tendría que arrebatar la vida. Era consciente de que la misión de EVA la terminaría llevando una vez más a la vera de Snake. Le pidió que no lo matara. En su última despedida le entregó su voluntad, quería que con su muerte le fuese revelada a Jack toda la verdad sobre sus acciones. Podía cargar con el desprecio del mundo y de su patria. Estaba dispuesta a sacrificarlo todo por la causa. Su lealtad se extendía más allá de toda concepción, pero era incapaz de marcharse de este mundo sin saber que Jack no la odiaría. Como soldado, como mujer, él era lo único que le quedaba. Dejó partir a EVA y se dirigió al arsenal donde recogió el misil David Crockett restante. Volaría por los aires Groznyj Grad.
En el hangar, Volgin se doblaba de dolor ante Snake. Relámpago y serpiente, dos seres sobrenaturales que lo habían dado todo. El Coronel gritaba a Ocelot que le prestara su ayuda y disparara de una vez a su rival. Sólo obtuvo como respuesta un gesto de desprecio del Mayor. Derrotado, cayó de rodillas mientras continuos destellos eléctricos continuaban brotando de su cuerpo. Jack se irguió victorioso, consciente de que no había tiempo para celebraciones. Los explosivos que había colocado estaban a punto de detonar, si no se marchaba del lugar acabaría siendo alcanzado por la explosión.
Huyó del hangar sin mirar atrás, contando con que Volgin acabaría enterrado en un amasijo de escombros. Nada más lejos de la realidad. La tenacidad del Coronel le empujó a trepar hasta el lomo del Shagohod, entrando a su cabina donde se parapetaría de la detonación. El estallido hundió el techo del recinto, expulsando una llamarada que alcanzó el cielo con presteza. En la confusión, un chirrido metálico rompió el crepitar de las llamas. De entre el humo emergió el Shagohod, completamente funcional. Volgin clamaba venganza.
A lomos de su Triumph, EVA alcanzó a Snake. Sabía que en cualquier momento el prototipo podría ser reactivado por lo que había trazado un plan de huida contando con ello. Escaparían a través de la pista de aterrizaje, lo atraerían hasta el puente que había preparado como ruta de escape. Si lograban adelantarse lo suficiente, Snake podría disparar a los explosivos instalados en sus soportes para hundir la pasarela en el fondo del abismo y arrastrar al tanque con ella.
Sin un segundo que perder la huida a través de Groznyj Grad dio comienzo. Perseguidos por decenas de soldados, acosados por el Mayor Ocelot a bordo de una motocicleta y con el Shagohod pisándole los talones. La adrenalina se adueñó de la joven, guiando su fiel montura a través de innumerables explosiones mientras las balas siseaban sobre su cabeza. Snake, apostado sobre el sidecar, hizo gala de su afinada puntería derribando a los enemigos que se aproximaban.
La pareja cruzó el puente con presteza. Snake desmontó y rápidamente armó el fusil con el que horas antes había dado fin a The End. Ajustó la mirilla mientras fijaba la culata sobre su hombro derecho. Su espalda se tensó y sus brazos se relajaron buscando la máxima estabilidad posible para el disparo. Fijó su objetivo sobre el explosivo, aguantó su respiración y apretó el gatillo. El puente se derrumbó lentamente en un horrible estruendo, llevándose el Shagohod con él. Todavía no había terminado.
Entre los restos de la pasarela, el prototipo luchaba por sobrevivir. Separó su cabeza de las orugas, perdiendo el lastre que suponía todo el cuerpo trasero. Traccionó utilizando los rotores de sus brazos como ejes de impulso. Sin apenas esfuerzo, el Shagohod remontó la pendiente brincando por encima de sus cabezas hasta alcanzar firme seguro.
Snake sabía que no iba a resultar sencillo deshacerse de él, pero estaba seguro de que tanto las explosiones del hangar como la del puente le habían causado daños. Consiguió vislumbrar una debilidad estructural en el blindaje de la zona trasera. Necesitaba que EVA una vez más demostrara sus habilidades de pilotaje, si lograba aportarle un ángulo de tiro mínimo sería capaz de destruir la placa defectuosa con un misil RPG.
Durante los siguientes minutos se produjo un juego del ratón y el gato entre el tanque y la motocicleta. Las balas del calibre 12 del Shagohod obstruían continuamente cualquier intento de flanqueo. Jack se centró en atacar los rotores, ralentizando de forma perceptible la capacidad de virar del blindado. Poco a poco, EVA llevaba su maquinaria más al límite, acercándoles cada vez más a su objetivo. Sólo necesitó trazar dos curvas más y el zócalo trasero quedó a la vista. Snake disparó sin dudarlo, destruyendo definitivamente el mando del prototipo.
De entre los restos humeantes surgió Volgin de nuevo. Se resistía a darse por vencido. Tomó con sus manos los cables que se desprendían del chasis del Shagohod, alimentándolos directamente con su energía. El tanque súbitamente volvió a la vida, abalanzándose sobre ellos para iniciar de nuevo su ataque. Eran sus últimos estertores. Con el piloto a la vista, Snake sólo tuvo que apuntar a su blanco y disparar. El Coronel cayó abatido, derrotado al fin.
Unas gotas de lluvia enrarecían el ambiente desde hacía unos minutos. Volgin trataba de levantarse, de alimentar de nuevo a su criatura para volver a lanzarla al campo de batalla. La intensidad del magnetismo que generaba su cuerpo propició que un rayo perdido cayera sobre él, prendiendo el combustible que filtraba del Shagohod. Ardió en soledad, atribulado sobre la cima del tanque. Snake y EVA lo dejaron atrás, quedaba un último cabo por atar.
Unas horas más tarde alcanzarían el punto de extracción. EVA preparó la aeronave para la huida mientras Snake contemplaba como un hongo nuclear se elevaba en el horizonte. Groznyj Grad desaparecía con la detonación del segundo David Crockett. La espía se acercó a él y le pidió que no lo hiciera, que escaparan juntos. El silencio intercedió por él. Se encaminó hacia el campo de lilas del Este donde le aguardaba su mentora.
Allí estaba ella. Tan bella e imponente como siempre. Sabía que aquella era la última vez que se verían. Continuó con la farsa. Trató de convencer a Snake de sus motivos al desertar, le habló de su hijo perdido, de su experiencia en el espacio, de cómo su país le había dado la espalda. Le mostró la cicatriz que serpenteaba su torso desde el fatídico día en el que lo perdió todo. No quería convencerle, necesitaba motivarle. No debía sentir lástima o remordimiento, su mano no podía detenerse. Uno debía morir y el otro viviría. No habría vencedores, ni vencidos. El superviviente continuaría en el campo de batalla. Era su destino. Aquel que sobreviviese a la batalla heredaría el título de Boss. Y el portador de título se enfrentaría a una vida en la que la guerra nunca cesaría. Sus palabras quedaron grabadas a fuego en el alma de Snake. Avisó por radio a los cazas soviéticos para bombardear la zona. No había lugar para dudas.
Durante diez interminables minutos combatieron en un campo plagado de pétalos blancos. El fusil de asalto Patriot de The Boss resonó una y otra vez en la ladera. El combate avanzó con premura, sus armas acabaron desarpiezadas a sus pies, sus cuchillos perdidos durante la refriega. El CQC de ambos fue el principal protagonista del enfrentamiento. Golpe tras golpe, presa tras presa. El vínculo entre maestra y discípulo volvió a resurgir a través de sus puños. Por un momento fue feliz viendo hasta donde había llegado Jack gracias a sus enseñanzas. Se hizo el silencio.
La madre de las fuerzas especiales quedó tendida en el suelo, con el cielo ante sus ojos. Le entregó el Legado de los Filósofos a su discípulo y le pidió que pusiese fin a su vida. En el mundo sólo había espacio para un Boss y un Snake. Jack recogió el Patriot del suelo y en silencio apuntó a la sien de su maestra. Apretó el gatillo. Se alejó en silencio del campo donde descansaban los restos la mujer más importante de su vida.
The Boss, la Unidad Cobra… todos quedaron atrás, no restaban más cabos sueltos. Tal y como habían planeado, EVA y Snake despegaron desde el lago con el hidroavión rumbo a casa. Jack se sentó, se quitó el cinturón de armas y lo arrojó al suelo, todo había acabado. Apenas pudo disfrutar de un minuto de tranquilidad. Para su desdicha, uno de los motores de la aeronave estallaba. Junto al ala derecha un viejo conocido trataba de sabotear su huída: Ocelot.
Les abordó. Llevaba buscando un enfrentamiento directo con Snake desde que se enfrentaron por primera vez durante la Misión Virtuosa. Aquel día una bala encasquillada había propiciado la derrota al oficial soviético. Aquella bala del destino, la había guardado con tesón para dar muerte con ella al hombre que le derrotó. No era cuestión de habilidad, de rango o de aliados. Siempre había creído que fue un golpe de suerte. No estaba dispuesto a enzarzarse en un combate cuerpo a cuerpo. La Diosa Fortuna nuevamente intervendría.
Cargó un revolver con esa misma bala. Extrajo de su pistolera su gemelo y jugueteó con ambos hasta lograr que Snake los perdiera de vista. Dejó ambos revólveres en el suelo y dio a elegir al retado. Jack tomó uno de ellos al azar. Se alejó unos pasos. Se dieron sus nombres reales: John y Adamska. La cuenta atrás llegó a su fin. Ambos levantaron sus armas y apretaron los gatillos una y otra vez. Se escuchó un disparo sordo en la bodega del avión. Ninguno de los dos había caído. La bala del destino era defectuosa.
Ocelot sonrió, prometió que volverían a encontrarse y abandonó la nave saltando al lago. Esta vez no había vuelta de hoja, todo había acabado. Abandonaron Tselinoyarsk por ruta aérea sin mirar en ningún momento atrás.
EVA y Jack viajaron juntos durante unos días. Encontraron un hogar improvisado donde ambos dieron rienda suelta a su pasión. El heredero de The Boss bajó la guardia, un error que jamás volvería a permitirse. Al despertar a la mañana siguiente se dio cuenta de lo que había sucedido. EVA le había envenenado, había robado el Legado de los Filósofos y había huido. Había ejecutado su plan a la perfección, había respetado la voluntad de The Boss al no acabar con Snake. Junto al cuerpo del soldado había dejado unas cintas magnetofónicas donde lo explicaba todo.
EVA nunca había sido una espía de la KGB ni había desertado de los Estados Unidos. Era una agente de la rama de los Filósofos chinos. Logró infiltrarse en la misión Snake Eater suplantando al informador ADAN, sabiendo que tarde o temprano Snake llegaría hasta el Legado de los Filósofos. Sus superiores le habían ordenado matarle al recuperar el microfilm, pero no lo iba hacer debido a la promesa que realizó a The Boss.
Jack escuchaba en silencio toda la verdad detrás de la misión de su mentora. Cómo se había infiltrado. Las penalidades que había sufrido por el camino. Cómo había sido traicionada por la CIA y su país, y a su vez había decidido mantener su lealtad hasta el final. La última voluntad de The Boss se expandía ante Snake que asimilaba que él sólo había sido un títere en una representación. El payaso triste del que todo el mundo se había aprovechado. Habían cogido lo que más le importaba en el mundo y le habían empujado a hacerlo arder para regocijo de un público que ni siquiera se dignó a aplaudir.
La ceremonia de condecoración por la misión completada fue una pantomima. Los aplausos, las medallas, la presencia del presidente de los Estados Unidos… odió con todo su alma aquello que le rodeaba. No tuvo voluntad suficiente para devolver el saludo a los representantes de la CIA que fueron a felicitarle. Le impusieron un título que despreció desde aquel mismo instante: Big Boss.
Abandonó la capilla sin volverse atrás dirigiéndose al cementerio Nacional de Arlington. Avanzó en silencio hasta encontrar la lápida que buscaba. Sobre ella depositó un ramo de flores y el fusil de asalto Patriot con el que había puesto fin a la vida de su maestra.
Miró el epitafio:
«19XX-1964 En memoria de una Patriota que salvó el mundo.»
Se levantó lentamente y se cuadró ante ella. Saludó. Una lágrima brotó de su ojo.
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