Llegamos al capítulo final de este reportaje especial en el que los miembros de la redacción de LaPS3 hemos elegido los momentos que más nos han gustado de esta generación. Como en los dos anteriores artículos, advertimos de la presencia de spoilers o destripes argumentales en el texto.
PlayStation Plus ha supuesto un antes y un después en el ocio electrónico. Lo que empezó tímidamente y con grandes críticas, fue cogiendo forma hasta consolidarse como el mejor servicio de pago de la generación. La Colección de Juegos Instantánea es quizás lo más valorado de PS Plus, ya que otorga juegos gratuitos siempre y cuando tengamos la suscripción activa. Partidas guardadas en la nube, actualizaciones automáticas, descuentos y accesos beta a juegos en desarrollo culminan de manera redonda este servicio.
Desde el inicio hemos podido disfrutar de juegos de la talla de Assassin´s Creed 3, InFAMOUS 2, LittleBigPlanet o el reciente Metal Gear Solid: Revengeance. Pero no solo ha servido para nutrir de juegos a PlayStation 3 sino que, en su intento de mejorar PlayStation Plus, se ha extrapolado también a las plataformas PlayStation Vita y PlayStation 4. Esta última ha recibido este mes Resogun y Contrast, dos juegos indies con mucho talento que han recibido muy buenas notas en los medios de prensa. DriveClub, el potente juego de conducción para PlayStation 4, será otro de los que aterricen como juego gratuito.
PlayStation Plus ha supuesto para muchos jugadores un ahorro importante en su bolsillo al no tener este que comprar novedades o títulos que interesaban en algún momento. De hecho, gracias a la colección instantánea de juegos, muchos de estos usuarios han comprado algunas de las consolas sólo por no verse obligados a comprar juegos para ella. Es, sin duda, una de las mejores ideas de esta generación y permite jugar a grandes juegos a muy bajo precio.
No me gustaría terminar este artículo y pasar por alto a la impresionante Level-5; una modesta desarrolladora de videojuegos third party asentada en Fukuoka, Japón, cuyos ambiciosos proyectos la han catapultado al Top10 de compañías de videojuegos más grandes de Japón.
La primera vez que un título de Level-5 entró en mi casa, fue con Dragon Quest VIII: El Periplo del Rey Maldito; un apasionante RPG para PlayStation 2 que tantos recuerdos de la infancia me hizo rememorar… Pues fueron muchas las horas que pasé frente a la televisión con Dragon Quest: Las aventuras de Fly. Por aquél entonces, yo ignoraba que un juego pudiese tener serie animada, de hecho, poco sabía de los videojuegos más allá del Tetris y “los marcianitos”. Fue con Dragon Quest VIII cuando descubrí que aquella serie de animación de mi niñez estaba inspirada en la saga Dragon Quest, concretamente en su segunda y tercera entrega.
Varios fueron los años en los que me mantuve “alejada” de Level-5, pero con la aparición de la saga de El Profesor Layton volvieron a despertar mi interés. Sobre todo tras descubrir que Studio Ghibli, mi estudio de animación favorito, había colaborado en su desarrollo. Aunque la aportación de éstos fue bastante modesta, donde realmente consiguieron enamorarme, fue con Ni no Kuni: La ira de la Bruja Blanca. En mi opinión, la joya de la corona de Level-5, y uno de los videojuegos más exquisitos de la generación, pues todo en él está cuidado al detalle. Desde el argumento, redondo y muy emotivo, hasta las secuencias de vídeo, mimadas al detalle, o el diseño de los personajes, carismáticos y en constante evolución, y todo ello aderezado con una deliciosa banda sonora, que al igual que ocurre en las películas de animación de Studio Ghibli, corre a cargo del aclamado compositor y director de orquesta Joe Hisaishi, que cuenta con más de 100 BSO a sus espaldas.
Si con Dragon Quest fue indescriptible la experiencia de poder controlar a Fly, imaginaros qué se puede sentir al poder jugar dentro de una película de animación, y no dentro de cualquiera, ¡dentro de una película de Studio Ghibli gracias a Ni no Kuni!
Tanto aquellos que ya tienen una edad como los que no, recordarán con cierta añoranza, algo de morriña y esquirlas de emoción las películas de Indiana Jones. Justo después de que el imperio contraatacara, Han Solo se enfundaba un chambergo sobre la cabeza, cambiaba su profesión de contrabandista a profesor y arqueólogo y marchaba en la búsqueda del arca perdida como primera aventura dentro del conjunto de mitos y leyendas que forman parte de la historia de la humanidad.
Pero no sería justo trazar una relación tan rápida con el héroe de Naughty Dog sin hacer una mención a Lara Croft. De una forma mucho más evidente que la del descarado Nathan Drake, la arqueóloga adinerada debutó mucho tiempo antes en en esto del entretenimiento digital para ofrecernos aventuras pixeladas que nos permitían adentrarnos en mundos en tres dimensiones todavía desconocidos para muchos de nosotros. La fórmula venía a ser similar, pero con la clara diferencia de ser nosotros los partícipes de aquellos logros y tareas imposibles
Tal vez, con estas dos piezas es como conseguimos conformar a Nathan Drake. El protagonista de los cuatro Uncharted que aparecieron en PlayStation 3 y en PlayStation Vita, absorbía características de ambos héroes, tanto del doctor Jones como de la joven Lara. La mezcla de humor, valentía, arrojo y esa clara personalidad marcada, volvía a resurgir como quien conforma un collage con sus mejores fotos, tratando de unir en una imagen los mejores momentos que uno pueda recordar.
Eso es Nathan Drake como personaje, pero mucho más supone Uncharted como saga en esta generación. Seguramente sea el reflejo más claro de lo que PlayStation 3 era capaz de hacer, con Uncharted 2: el Reino de los Ladrones como máximo exponente de diversión, pero con El Tesoro de Drake como primer juego exclusivo relevante y La Traición de Drake como uno de los picos técnicos en toda la trayectoria de la consola de Sony.
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No soy un tipo de lágrima fácil. Pocas son las películas que han conseguido saltarme las lágrimas. Algún libro y determinadas canciones también han alcanzado tan importante logro. Pero que los sentimientos afloren por obra y gracia de un videojuego es algo que solo ha conseguido Telltale Games y su visión de los cómics de The Walking Dead. Muchos pensaréis que soy un exagerado, pero hasta que no viví el último segundo juntos de Lee y Clementine en esta aventura episódica no sabía lo que era llorar gracias a un videojuego.
Y digo gracias porque despertar los sentimientos más íntimos de una persona no es fácil y Telltale Games lo consigue con una pequeña niña de nueve años a la que llegas a querer como si fuera real. Solo hay que dejarse llevar por la historia y vivir la brutal experiencia por la que atraviesan todos los personajes para darte cuenta de que Lee no es el simple protagonista de la historia. Lee es el jugador, su alter ego virtual. El jugador quiere a Clementine de la misma forma que Lee. Por eso la cuidamos, la protegemos y hasta nos jugamos la vida por salvar su flaco pellejo de los muertos vivientes. Por eso decidimos cortarle el pelo, un acto tan banal como protector.
Son muchas las sorpresas que vivimos a lo largo de la primera temporada interactiva de The Walking Dead. Son muchas las muertes que presenciamos y abundantes las decisiones que tomamos. Pero todo va en la misma dirección: mantener viva a Clementine, al menos, un día más. Que le den a todo lo demás. Ella es lo que importa. Y, al final del camino, cuando el pobre Lee ya ha pagado por sus pecados del pasado, cuando ya hemos soportado todo tipo de barbaridades y hemos presenciado cómo la muerte se cebaba con todos a nuestro alrededor, llega uno de los momentos irrepetibles de esta generación. Una última escena con Clementine y Lee, malherido, que marcó un antes y un después en la industria, al menos para un servidor. “Keep that hair short (mantén el pelo corto)”, suplicamos a Clementine. “Puede salvarte la vida”, pensamos mientras Lee agoniza.
Metal Gear Solid 4 protagonizó, durante su lanzamiento en 2008, uno de los hitos más importantes en la historia de Kojima Productions. Esta ambiciosa producción, protagonizada por un Old Snake en avanzado estado degenerativo por culpa del virus Fox Die, nos sitúa en un contexto interactivo donde la economía mundial se rige por un elemento común: la guerra.
Diseñado de forma cuidadosa para fascinar al fan de la saga, el disfrute de Metal Gear Solid 4 es total, debido a la gran cantidad de guiños y homenajes que articulan su esqueleto. Desde la reaparición de una renovada Meryl, hasta nuestra sensación de déjà vu tras visitar uno de los lugares más emblemáticos del primer Metal Gear Solid, el juego combina como ninguno la acción táctica con la exploración, la estrategia y el sigilo.
Pero el momento más influyente, sin ningún tipo de dudas, nos sorprende al culminar el —tremendamente emocionante y originalmente cinematográfico— tramo final del juego. Nuestra pelea contra Liquid Ocelot nos sitúa, sin artificios de ningún tipo, ante un antológico combate cuerpo a cuerpo. Con cada golpe, cada acorde musical, cada impacto que nos hace besar el metálico suelo, somos transportados inmediatamente a los momentos más importantes de la saga, donde aprendimos a sobrevivir de la mano de Big Boss en un entorno selvático tan hostil como emocionalmente contradictorio o nos enfrentamos cara a cara con el mismísimo demonio nuclear en forma de Metal Gear por primera vez.
Gracias a una dirección artística ejemplar por parte de Yoji Shinkawa, una banda sonora cortesía de Harry Gregson-Williams y la inteligente de Hideo Kojima, Metal Gear Solid 4 traslada la esencia de creativos como Yoshiyuki Sadamoto o John Carpenter a un escenario interactivo que se puede resumir con un sencillo adjetivo: colosal.
En la anterior época de consolas es donde muchos vimos, si no el punto culminante de los gráficos, el máximo exponente en lo que a calidad de videojuegos se refiere. En una época en la que el juego online en consolas aún nos quedaba algo lejos, era necesario crear juegos atractivos, interesantes, llamativos y en general, de calidad. No había segundas oportunidades, una vez lanzado el juego, eso era todo.
Hay muchos jugadores que no llegaron a probar estos títulos, ya que aterrizaron directamente en la actual generación de consolas. Seguramente pensando en esos jugadores y por supuesto, en el éxito, mayor o menor que cosecharon en PS2, hemos podido disfrutar de muchos de estos juegos en lo que se ha dado a llamar las HD Collection.
Ha habido Collections más o menos logradas, podemos citar dos de los mejores ejemplos, como son Metal Gear Solid HD Collection (Metal Gear Solid 2: Sons of Liberty, Metal Gear Solid 3: Snake Eater, ambos de PS2, y Metal Gear Solid: Peace Walker, de PSP) y Devil May Cry HD Collection (las tres entregas de PS2), frente a una de las peores, Silent Hill HD Collection (la segunda y tercera entrega de la saga), que con la gran cantidad de errores que traía, no causó buenas respuestas entre los fans.
Sin embargo, al menos yo, he encontrado los resultados… nostálgicos y espectaculares. Volver a jugar a estos títulos, en lo que no había funciones online que pudiesen lastrar el resultado, volver a vivir la historia del Big Shell, de la Isla Mallet, pilotar de nuevo a Jehuty en su viaje hasta Aumaan, la búsqueda de los amigos de Sora… se han echado en falta algunas HD Collections, por temas variados.
Personalmente he echado muy en falta una Onimusha HD Collection, pero con las que han salido, muchos estamos más que satisfechos y seguramente otros muchos hayan podido descubrir títulos a los que en su momento no tuvieron acceso. Pero desde luego (y eso es algo que da mucho que pensar) en muchos casos, han sido juegos que, salvando las diferencias gráficas, me han ofrecido más diversión, inmersión y horas que muchos títulos de la actual generación.
Los mejores momentos de la generación. Parte 1.
Los mejores momentos de la generación. Parte 2.