No voy a engañaros. Estoy a una semana de vacaciones y no quería empezar ningún juego para dejarlo a medias. Prefiero disfrutar de mis títulos “del tirón”, sin inoportunos parones. Por ese motivo, hace unos días comencé a rebuscar en mi estantería algún juego directo, que fuera directo al grano, que no necesitara mucho esfuerzo por mi parte y me permitiera matar las horas muertas en casa.
Mortal Kombat, algún juego de LEGO, Bayonetta… al final, casi con melancolía, FIFA 13. Si, habéis leído bien, 13, no tengo FIFA 14 en mi colección de títulos deportivos. Con timidez y cariño, saque el juego de la estantería, le quite el polvo de los laterales de la caja y decidí disputar algunos partidos amistosos, con equipos aleatorios y selecciones nacionales de países desconocidos, para entretenerme y marcar algunos goles.
Pero me picó el gusanillo. En lugar de retomar el modo carrera con mi álter ego virtual, al que dejé militando en el Córdoba tras subirlo a primera división, decidí crear un nuevo jugador. ¿Su nombre? Giuseppe Verdi, italiano. ¿Su posición? Delantero centro. ¿Su equipo? El Real Betis Balompié. Una gozada en estado puro, una bestia parda, enemigo de la defensa rival, un sin sentido entrañable y absurdo.
Lo mejor del asunto, no obstante, es que el club andaluz, en un alarde de Inteligencia Artificial, comenzó a gestionar la cesión de Verdi a diversos clubes. Primero, una oferta del Huesca, que rechacé con dolor. Después, un club italiano del que no recuerdo el nombre. Y saltó la banca. El IFK Norrköping, de la primera división sueca, requería de los servicios de Verdi. Sueldo de 2.800 euros al mes. Imposible decir que no.
Rodeado de compañeros con nombres impronunciables, el amigo Verdi se abre paso en Suecia, con el club en primera posición. ¿Dónde terminará este jugador italiano sacado de la chistera? Solo el tiempo lo sabe. De la liga sueca, al cielo. Eso seguro.
Aunque este fin de semana voy a estar algo más alejado del mundo de los videojuegos, jugaré a un título que, aunque no sea muy fan del género, me llama mucho la atención. Hablo de Road Not Taken, el videojuego que ofrecen este mes en PlayStation Plus para PlayStation 4. La verdad es que eso de que uno de los diseñadores haya trabajado con gente a cargo del exitoso Journey me da muy buena espina. Aunque bueno, supongo que vosotros ya lo habréis probado durante estos días.
El nivel artístico del juego es bastante bueno, y por lo poco que hemos podido ver en la oficina, la música pinta de lo más trabajada. Aunque el juego pertenece a un género que no me fascina en demasía, creo que lo voy a disfrutar bastante gracias a estos dos aspectos. Otra de las cosas que me llama la atención es que los niveles se generan de forma procedural, una palabra con la que nos reímos mucho por aquí. Esto quiere decir que los niveles se generan de manera aleatoria, impidiendo que no haya nunca dos partidas iguales.
Aún así este fin de semana voy a estar más liado con la arena de la playa, mirando el cielo azul sin polución,disfrutando de la calidez de las aguas del mediterráneo… y esquivando medusas, peces araña y abuelas con gorrito de baño en la piscina del apartamento. Pero tras todo este esfuerzo, ¡qué mejor que una torrada nocturna! Uhmmm se me hace la boca agua tras pensar en el embutido que me voy a meter entre pecho y espalda después de unas partiditas a Road Not Taken, Final Fantasy XI y pegarme un par de bañitos a las calas que voy a visitar.
Lo cierto es que aún tenía la maleta por casa dando vueltas sin decidirme a guardarla de nuevo o no. Mientras pasaban las semanas y veía aquel trasto en un rincón esperando a ser guardado, me vi de repente en pleno mes de agosto y con el viaje que me hacía dudar de si dejarla o no en su correspondiente lugar justo encima. No, todavía no me voy de vacaciones -aunque ya va quedando menos-. El próximo lunes partiré hacia Colonia para traeros de primera mano todas las novedades posibles de la Gamescom del presente año.
A menudo suelen preguntarme que qué feria de las dos me gusta más, si el E3 o la Gamescom, y la verdad es que me decanto claramente por la alemana. Sí, es cierto que Los Ángeles es un lugar más o menos exótico para los que estamos acostumbrados a visitar las ciudades del Viejo Continente y la feria en sí suele tener muchas más novedades, y eso puede atraer, pero no deja de ser una ciudad demasiado grande, sucia y descuidada para mi gusto, donde todo te es extraño y donde la seguridad siempre es una preocupación -aunque es de recibo reconocer que nunca hemos tenido ningún tipo de problema en este sentido al viajar a la ciudad norteamericana-.
Alemania es diferente en este sentido. La comodidad que da estar viviendo durante unos días en Europa es algo más tranquilizadora. Además, Colonia es bonita y acogedora -y Düsseldorf también, donde estuve alojado el año pasado-, nada que ver con el caótico orden de cuadrícula que conforma la ciudad californiana. Aunque no solo la ciudad hace que me haya decantado por esta decisión, sino que también lo hace el hecho de que la Gamescom está mucho mejor organizada que el E3, donde la prensa y los visitantes tienen sus lugares determinados para llevar a cabo su actividad, sin molestarse unos a otro y proporcionando a cada uno de ellos la experiencia que requieren al entrar en la feria.
Así que en estas andamos, sin jugar demasiado este fin de semana y preparando todo lo necesario para el viaje. Aunque quien sabe, tal aproveche los trayectos en tren y en avión para desempolvar un poco mi PlayStation Vita.