Impresiones Dragon Age: Inquisition

David Hernández · 29 diciembre, 2018
BioWare trata de volver a sus orígenes en esta última entrega de la saga

Bioware regresa a sus orígenes con el prometedor Dragon Age: Inquisition, la tercera entrega de la serie que recoge el testigo del título original, aprende de los errores cosechados en su antecesor e innova la base jugable creando una experiencia que contentará por igual al público de compatibles y al propio de consolas.

Tras la presencia de Dragon Age: Inquisition en la gran feria angelina, su reciente aparición en la Gamescom de Colonia, y su pequeño retraso al 20 de noviembre, por fin hemos podido disfrutar, con cierta tranquilidad, de una demostración jugable que muestra las señas de identidad de la serie, y los principios del género que impuso, en su tiempo, la propia Bioware con el inolvidable Baldur’s Gate. Esta versión jugable del código, que es la misma que el público tiene la posibilidad de disfrutar en la Madrid Games Week, nos lanzaba hacia una oscura ciénaga amparada por una climatología inversa, con cabañas abandonadas, puentes derruidos, un castillo medieval y un extravagante enemigo final con sus esbirros que nos exigió lo máximo para cerrar con un broche de oro este pequeño adelanto.

En concreto podemos afirmar que Dragon Age: Inquisition recoge los principios tácticos del primer juego y los combina con la jugabilidad directa del segundo para crear un producto bien equilibrado pensado para satisfacer a todo tipo de público. Seguramente haya jugadores que prefieran pausar la acción para organizar sus tropas, pero al más puro estilo RPG de acción, el componente táctico y estratégico en tiempo real también está bien hilvanado dentro de esta jugabilidad directa que está ciertamente pensada para el jugador de consola.

El legado de Bioware con las entregas de Mass Effect también se proyecta sobre un sistema de diálogo que es capaz de cambiar el destino de la aventura, pudiendo tomar hasta tres decisiones de importancia por diálogo logrando crear una ramificación argumental que tiene como resultado hasta 40 variantes en el final del juego. Esta libertad de decisión también va en línea de la propia jugable, y aunque no estamos exactamente ante un programa de mundo abierto, sí que la libertad se ha incrementado de forma exponencial respecto a la última entrega.

Si bien el usuario directo y ocasional pueda conseguir cierto éxito en la aventura machacando el mando de control, sólo un buen desempeño óptimo es alcanzable haciendo uso de las magias y habilidades (botones frontales) y sacando un mayor partido de la capacidad de esquiva y cobertura a la hora de enfrentamientos con hordas de enemigos. Y es que las tierras de Thedas son hasta 3 veces más extensas que lo máximo anteriormente visto en la serie, llegándose a componer de 10 regiones con sus pertinentes razas entre las que se estrenan los Qunari, que nacen para dar una mayor complejidad en las relaciones humanas entre los personajes.

El mundo vivo que ofrece Thedas también se refleja en el diálogo en tiempo real de los personajes, que dan aún más fuerza al guión creado para la ocasión, donde la madurez argumentativa queda justificada con valores más humanos y menos actos teatrales sin sentido vistos en otras grandes producciones. Parte de las acciones que desembocan en dichas conversaciones vienen a raíz del cambio de héroes que podremos realizar con la cruceta. Todos los personajes están bien diferenciados, y aptos para el enfrentamiento en varias situaciones del programa. De hecho, para finalizar la demostración había que saber combinar las habilidades del mago con las propias del guerrero para no tirar por tierra una misión nocturna que recreaba a la perfección un paraje húmedo y lúgubre.

El motor Frostbite 3, con el que Electronic Arts pretende dinamitar la nueva generación con sus propuestas jugables, hace un uso realmente sublime de la orografía del paisaje y de elementos dinámicos del terreno como la recreación de la hierba. A destacar también los primeros planos de los personajes, el reflejo de los relámpagos sobre el paisaje, la caricia del viento a las ramas de los árboles o la inteligente mezcla de la flora y fauna con el peregrinaje de los héroes, todo lo anterior visto como un pequeño ejemplo del nivel visual que pondrá en liza esta experiencia.

No pudimos probar el multijugador cooperativo, una de las grandes novedades de esta entrega y la virtud con la que se pretende dar un empujón a la vertiente de comunidad de la serie. Aún así el multijugador cooperativo ofertará hasta cuatro héroes al mismo tiempo participando en misiones especiales ajenas al modo campaña principal, y que pretende despertar ese espíritu colaborativo en esencia humana que se está explotando últimamente con otras propuestas del estilo.

Dragon Age: Inquisition ya tiene preparado el terreno para empezar a escribir un nuevo legado jugable con la llegada de la serie a la nueva generación, recogiendo la esencia del género de antaño, potenciando las fórmulas válidas de la serie, y aprendiendo de los errores que se cometieron con la segunda entrega. Un nuevo camino lleno de fantasía dará su comienzo el 20 de noviembre cuando Dragon Age: Inquisition se estrene en PC, PS4, Xbox One, PS3 y Xbox 360.

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