El ya conocido conflicto entre Asesinos y Templarios creado para la ocasión en la primera entrega de Assassin’s Creed nos ha llevado a través de diversas épocas históricas en una lucha sin cuartel por el poder de un objeto de inusitado valor; por defender una determinada manera de entender los ideales que deben regir aquellos que ostentan el poder para gobernar sobre una serie de individuos. Una batalla constante a través de los siglos revivida en un plano actual, y que era replicada con una continuidad que hacia perdurar este constante choque de intereses.
Primero la historia se dio a conocer en plena Tercera Cruzada sobre Tierra Santa, cuando Altaïr destapaba una trama de traiciones y engaños que colocaba a Desmond sobre la pista de algo que en principio le superaba en todos los frentes; más tarde, el incipiente renacimiento italiano dio cobijo en varias ocasiones a los derroteros de un Ezio capaz de plantar cara a las más altas autoridades de la curia vaticana; y finalmente, la revolución americana y el papel fundamental de un indígena dotado con las influencias de ambos bandos ayudaba a cambiar el rumbo de la historia y a señalar la pista final de la resolución de un conflicto presente que se cerró a medias en la última entrega de la saga.
Un progresivo avance en el tiempo que iba en paralelo con los descubrimientos que ponían a Desmond sobre el camino correcto para salvar un mundo que venía siendo amenazado por segunda vez durante los últimos mil años. Toda una andadura que se vio culminada en Assassin’s Creed III, y que con la nueva entrega se plantean una serie de cambios cimentados en potenciar ciertas virtudes recientes con el replanteamiento de conceptos hasta ahora inamovibles.
Retrospectiva corsaria
Después de que los corsarios fueran empleados como piezas de ajedrez algo turbias en las constantes guerras entre las naciones más poderosas de la Europa del siglo XVI, los incesantes cambios políticos y sociales hacían inevitable la progresiva desaparición de un gremio que había contado con el beneplácito de Francia e Inglaterra. Estos países contaban en sus filas con todo un regimiento de filibusteros que saboteaban las rutas de comercio marítimas enemigas con tal de minar poco a poco los recursos entre las colonias y las correspondientes metrópolis de cada nación enemiga. La recompensa era evidente, pues un alto porcentaje de las mercancías que transportaban estos barcos iba a parar a manos de unos mercenarios que adoptaban el abordaje y el saqueo como propia forma de vida
Esta patente de corso fue remitiendo con el paso de los años. El poder menguante de un Imperio Español que se alejaba de sus días de gloria, junto a los acuerdos de paz que limitaban la actuación de estos rufianes, hacían que la utilización de los corsarios fuera inútil. Cada nación además había invertido en la profesionalización de una flota militar que siempre daba más confianza que la dudosa honorabilidad de unos lobos de mar de cuestionable actuación, con lo que su existencia estaba más que condenada.
Con estos precedentes nos situamos a principios del siglo XVIII con la degeneración de unos corsarios que pasaban a denominarse piratas, y que se regían por unas normas propias basadas en la más absoluta anarquía que se veían abocados a abrazar tras la persecución global sometida por naciones a las que antaño ofrecieron un servicio. Un grupo de marginados que tenían una presencia importante en los mares del Caribe, y que continuaban inspirando temor a todos aquellos navíos que osaban comerciar en los alrededores de dicha zona conflictiva.
Retrocediendo en el tiempo
Y este es el contexto en el que se sitúa la historia de Assassin’s Creed IV Black Flag. Por primera vez en el devenir de la saga, Ubisoft nos propone un pequeño paso atrás en el tiempo que conlleva un cambio de protagonista y de una época histórica que se remonta medio siglo antes de los sucesos acaecidos en Assassin’s Creed III. Además, se plantea una línea argumental que tiene relación directa con los personajes que protagonizaron esta última entrega, siendo ésta una conexión de sangre que nos pondrá bajo la piel de uno de los antepasados más cercanos de Ratonhnhaké:ton.
Así pues, nos adentraremos en una historia en la que encarnaremos a Edward Kenway, padre de Haytham y, evidentemente, abuelo de Connor; un pirata de renombre que enarbola la bandera de la Orden de los Asesinos, infundiendo temor a las diferentes naciones que tratan de mantener una hegemonía colonial que necesita del constante comercio para subsistir.
Edward recuerda a Ezio. Esa arrogancia que desprendían los gestos y los andares del florentino acuden al recuerdo cuando vimos por primera vez el tráiler presentado en el evento. El abuelo de Connor muestra una altanería y seguridad en cada gesto que dista mucho de la exhibida por su nieto, pues el contexto en el que cada uno de ellos se materializa es radicalmente distinto. No es lo mismo nacer bajo el cobijo de una sociedad aislada de los avances técnicos, que ser partícipe de un conflicto bélico y comercial en el que la inteligencia y la astucia valen por encima de cualquier otra cosa.
Y eso demuestra Edward. Ataviado con dos sables en cada mano y sendas pistolas sobre el pecho, la plasticidad de los movimientos al abordaje de los barcos y el combate cuerpo a cuerpo confirman esta sensación. Incluso la de mujeriego recuerda al asesino italiano, pues su manera de esconderse grácilmente protegiéndose bajo el amparo de la acompañante del objetivo asesinado, o las imágenes que evidencian sus escarceos amorosos, confirman dicha apreciación.
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Edward Kenway y los piratas del Caribe
El respeto que profesan afamados piratas como el propio Barbanegra en el primer tráiler hecho público, es también una constatación de la fuerte personalidad y carisma que atesora Edward Kenway. Y este pirata no será el único que aparezca en la historia para dotarla del ambiente histórico necesario para hacerla veraz o con una inmersión elevada, pues junto a él otros bucaneros de notable fama harán acto de presencia en el argumento de Assassin’s Creed IV Black Flag.
De esta manera nos encontramos por ejemplo a Benjamin Hornigold, afamado pirata que ofreció cama y cubierta a piratas de renombre cuando los corsarios ingleses empezaron a ser demonizados y perseguidos por todo el mundo. El propio Barbanegra creció en respeto y honores bajo su estandarte, llegando después a gobernar su propio navío y a instaurar por cuenta propia el temor por las rutas comerciales.
También vimos en la presentación a Anne Bonny, mujer de amores varios que vivía en Nassau saltando de hombre en hombre mientras su marido James Bonny pasaba largas temporadas en alta mar. Unos escarceos amorosos que se detuvieron al conocer al intrépido pirata Calico Jack, con el cual se embarcaría en numerosas aventuras a bordo del navío La Venganza disfrazada de hombre, pues la presencia de una mujer en un barco siempre contaba con fatídicas consecuencias según la tradición popular. Su nuevo esposo contaría con una ascensión fulgurante, pues su conocida confrontación con el capitán de La Venganza le encumbró a lo más alto.
Y éste no era otro que Charles Vane, bajo el cual actuaron tanto Anne Bonny como Calico Jack durante un tiempo. Otro pirata de larga trayectoria de saqueos que destacaba por su alta inestabilidad y tendencia a la traición hasta con su propia tripulación. Otro nombre más que se añadía a la lista de antiguos corsarios que aparecerán en esta nueva entrega de Assassin’s Creed y que tendrán un papel determinante en la aventura de Eward Kenway.
El contexto histórico
Junto a las revelaciones de protagonistas reales que tuvieron su papel a finales del siglo XVII y principios del XVIII, también encontraremos sucesos históricos que encauzarán la historia que viviremos en esta nueva entrega. Esa serie de hechos dotará del contexto fehaciente que siempre aporta la saga en cada una de sus entregas, pues una de sus señas de identidad es contar una aventura original mientras ocurren acontecimientos archiconocidos a nuestro alrededor.
De la misma manera que Connor libraba su particular lucha mientras se llevaba a cabo la independencia de Norteamérica, en esta ocasión seremos testigos de la decadencia del poderío naval que gozaba el Imperio Español en el siglo XVII, abordando desde 1714 una reconstrucción de la potencia militar náutica cuya hegemonía se había cedido a partes iguales tanto a la flota inglesa como al poderío de los batallones franceses.
Las incidencias de los movimientos náuticos de la flota portuguesa recién independizada de España también se contextualizan en esta aventura, así como el abandono en plena isla desierta del pirata Charles Vane o los constantes conflictos en New Providence (a la postre conocida como Nassau), ciudad de piratas y punto estratégico que soportaba las iras de los españoles que intentaban hacerse con su control.
Como vemos, una sucesión de conflictos que se desencadenan por los intereses cruzados que en las islas del Caribe tenían tres de las principales potencias europeas del siglo XVII, y que dan sentido a todo el entramado con la multitud y complejidad de factores que intervienen en esta lucha de intereses.
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Libertad total sobre los siete mares
En el análisis que realizábamos meses atrás de Assassin’s Creed III hablábamos de la apertura total que estaba experimentando la saga hacia un género “sandbox” que siempre estuvo presente en los inicios, pero que con cada entrega iba aumentando paulatinamente. Seguramente una de las novedades más importantes que veremos al adentrarnos en Assassin’s Creed IV Black Flag sea el abrazo total y absoluto que se produce hacia este género, adoptando una serie de mecanismos totalmente inherentes a éste y que dan otra perspectiva jugable a lo que supone la saga de Ubisoft.
Lo curioso es que este hecho se produce con los barcos como centro neurálgico de toda esta actividad. Desde el primer momento podremos hacer uso de estos transportes náuticos y cruzar los mares del Caribe para desembarcar en los lugares que nosotros deseemos. La libertad en este sentido será total, y la elección que haremos podrá ser tan variada como la enorme cantidad de localizaciones que dispondremos desde el primer inicio.
Hasta 50 lugares únicos poseerá el mapeado sobre el que actuaremos en esta entrega. Este hecho va mucho más allá de exhibir un simple número, pues en la particularidad de estos sitios y en la riqueza ambiental estará la clave de una de las potenciales virtudes de Assassin’s Creed IV Black Flag. Poder cambiar rápidamente entre emplazamientos tan distintos tiene una repercusión jugable que se asocia con la estructura que posea cada lugar.
Por ejemplo, desembarcar en la concurrida Habana con sus calles repletas de gente y sus casas apelotonadas no puede nunca tener el mismo funcionamiento que saltar de palmera en palmera por la Isla del Coco, o ponernos de cuclillas para escondernos de una posible amenaza entre las plantaciones diseminadas por todo el archipiélago. Las amenazas tampoco serán las mismas si nos situamos en un pequeño poblado de pescadores o estamos intentando perpetrar un asesinato en Kingston, la ahora capital de Jamaica.
Todo esto va enfocado a que las misiones históricas tengan una variedad aún más alta de las que han gozado las entregas anteriores de la saga. Pero también a que las pruebas secundarias tengan un sentido y un atractivo superior de lo visto hasta el momento. Que podamos divisar e interactuar con las ruinas Mayas o fuertes militares colocados estratégicamente, es algo que se presta a ofrecer al jugador una experiencia tan rica como lo puedan ser las búsquedas de tesoros escondidos o asaltos a estas bases piratas o militares.
El barco como centro de todo
Y todo ello, como venimos diciendo, con nuestro barco como eje principal sobre el que se desarrolla la acción. Una de las mayores novedades que experimentamos en Assassin’s Creed III fue el desarrollo de unas batallas navales que iban mucho más allá de meras misiones secundarias que se pudieran afrontar ocasionalmente. La profundidad en el manejo, la cantidad de opciones en el ataque y la personalización desvelaban una vertiente del juego extremadamente profunda para el papel que desempeñaba, y en este título vemos como se alcanza el mayor potencial de uso, centralizando todo el progreso alrededor del propio navío.
Supondrá el transporte con el que llegar a las localizaciones antes mostradas, pero también junto a él se desencadenarán misiones de todo tipo relativas al abordaje de otros barcos, a la caza de animales acuáticos o a la capacidad de buceo que por primera vez en la saga dispone el asesino que manejaremos. El agua es el medio natural en el que nos moveremos, el elemento que más abundará en toda esta aventura, y como tal tendrá un papel tan importante que obliga a nuestro héroe a zambullirse bajo su presión en busca de los retos más inalcanzables.
La lucha en alta mar
Evidentemente, si las confrontaciones náuticas eran la novedad más importante en la anterior entrega, en ésta se ven mejoradas de una manera notable. La principal y más destacada será la de un sistema de avistamiento por un catalejo que nos dará información abundante acerca de las características de los barcos potencialmente peligrosos que se nos acerquen, conociendo los elementos que los conforman, sabiendo si superan nuestras prestaciones y averiguando todas las mercancías que se encuentren en su interior. Al fin y al cabo somos piratas y la intercepción de navíos mercantes es lo nuestro, con lo que nos interesa saber la cantidad de oro, ron o especias que disponen.
Y justo por esto iremos un paso más allá. Ya no nos interesa hundir simplemente estas flotas enemigas, sino que mediante el abordaje lograremos capturar todos estos tesoros que harán aumentar nuestra riqueza poco a poco. La lucha encarnizada con pólvora y acero terminará por otorgar al vencedor la propiedad del barco junto con estos preciados elementos que guarda en su interior. Una dinámica totalmente rompedora con el normal avance de entregas anteriores, y que promete cambiar de manera total la concepción de la saga tal y como la conocemos.
Por eso, la transición entre la acción en cubierta y el desembarco se hará de una manera lo suficientemente fluida como para que todos estos retos que se crucen en nuestro camino se lleven a cabo de la mejor manera posible. El trabajo desempeñado va dirigido a realizar un uso normal de todas las opciones náuticas, pudiendo en todo momento dejar de girar el timón para zambullirnos en busca de caza acuática o captura de los tesoros más deseados.
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Siguiendo la tendencia evolutiva de Assassin’s Creed III
Si antes de la salida de la tercera entrega numérica de la saga muchas eran las voces que se alzaban contra un desarrollo que no acababa de evolucionar del todo, con el anuncio de Assassin’s Creed IV Black Flag se viene a confirmar una tendencia evolutiva que acaba por romper de manera total con el devenir al que estábamos acostumbrados hasta el momento.
La presentación del juego nos convenció, sin ninguna duda. El planteamiento de las opciones promete algo bastante distinto a lo visto hasta ahora, y cimentarlo en base a una de las propuestas más interesantes que descubrimos de manos de Connor es un acierto fundamental. Más si cabe cuando conocimos de boca de Jean Guedson –director creativo– que el desarrollo del juego se remonta a 2011, con lo que el trabajo de planificación de Ubisoft Monteral se antoja totalmente previsor y muy concienzudo para prever una progresión ascendente en la importancia de los navíos en Assassin’s Creed.
Incluso se vio una solución más que factible a la aportación que ha tenido siempre el Animus en la saga. En esta ocasión todo apunta a que seremos justo nosotros los que nos introduciremos en esta máquina evocadora de recuerdos; un movimiento inteligente no sólo en la actual entrega, sino en el planteamiento de futuros derroteros que podamos adoptar en las sucesivas. Una manera de aumentar también la inmersión y los lazos que el jugador va forjando poco a poco con Assassin’s Creed.
Sólo pudimos observar un fragmento corto corriendo sobre el motor Avil Next, pero la factura lucía al nivel alto que ya vimos en el anterior título de la saga. Sólo faltó ver algo más de las novedades prometidas en el sistema de batalla, y que acabarían por redondear una serie de actuaciones ofertadas que saltan a la palestra para plasmar una nueva manera de entender una de las sagas más arraigadas en la actual generación.
Para terminar, la confirmación al final del evento de que Assassin’s Creed IV Black Flag saldría a finales de 2013 en las consolas habituales –octubre, concretamente–, pero también en PS4. Un murmullo de aprobación recorrió el auditorio al cerrarse la presentación de esta forma. Pero también de intriga, deseando ver qué nivel puede alcanzar esta saga a bordo de las inmensas posibilidades que puede ofrecer la siguiente generación.