Todo apasionado de los videojuegos sabe de sobra qué es el E3, la Electonic Entertainment Expo que cada junio se celebra en Los Ángeles mostrando al mundo los videojuegos venideros, los nuevos sistemas dispuestos a hacer avanzar este entretenimiento y sirviendo de espacio común y compartido para miles de empresas, desarrolladores, editoras y periodistas. Es la feria de las ferias, el escaparate de todas las grandes compañías pero también de los pequeños estudios, la cuna del hype con letras mayúsculas. Y ahora, dada la gran cantidad de malas noticias que nos llegan al respecto de la edición de este año, que se celebrará oficialmente del 14 al 16 de junio, es momento de plantearse si puede ser que este eventazo mítico del sector haya llegado a su final, y que ésta de este junio próximo sea su última edición, al menos tal y como lo tenemos concebido. Esta reflexión, más o menos pesimista, viene motivada por estos indiscutibles indicios:
En lo que llevamos de 2016 varias son las editoras mastodónticas que han anunciado que este año no irán al E3. Así como Bethesda confirma por segundo año conferencia propia en el marco del evento, o Microsoft promete coger fuerza al fin arrolladora este junio en el acto, Disney Interactive (Disney Infinity) y Wargaming (World of Tanks) no tendrán stand propio, a las que se unen dos gigantes como son, nada menos, que Activision (Call of Duty) y Electronic Arts (FIFA). La primera con sus productos en espacios de otras empresas, como Sony, y la mastodóntica EA con un evento paralelo propio, justo el fin de semana de antes de la feria con un movimiento maestro para ser la primera en llenar todas las portadas de esos días de vértigo de anuncios y juegos sin parar. ¿Por qué se están bajando del carro o montando showcases por su cuenta?
2016 es el último año de relación formalizada y por escrito entre la Entertainment Software Association (ESA), organizadora del E3, y el mítico Convention Center de Los Ángeles. El macro complejo acristalado que sirvió de marco para algunas escenas míticas del cine de acción, como en La Jungla de Cristal, o acoge también la entrega de Grammys norteamericana y la gala del Gobernador de California no se usa tanto como sus costes e importancia harían pensar a cualquiera. El E3 es su evento más sonado y rentable. Este centro de convenciones no parece del todo amortizado para la ciudad costera, lo que ha hecho que se hable incluso de un nuevo estadio, dada su proximidad al espectacular Staples Center, para el nuevo equipo de rugby angelino, los Carneros, que acaban de regresar a L.A. dejando atrás su etapa en San Luis. Y hace saltar las alarmas que, en pleno marzo, no haya aún nada sacado en claro o publicado de si el E3 sigue en este recinto y ciudad, si se demolerá el Convention Center para el nuevo estadio Canero, o qué va a pasar en 2017…
Lo que decíamos antes. Electronic Arts, una habitual protagonista que ha llegado a abanderar la publicidad en los carteles de gran formato de la entrada, pasa del E3 ya este año con su EA Play del 12 de junio. Rockstar, otra grandísima con GTA o Max Payne en su haber, siempre se ha saltado la feria e ido a su bola. Este año no va a ser menos y está claro que su próximo gran anuncio se producirá en un evento propio, probablemente también lejos de junio. Blizzard tres cuartos de lo mismo, con su Blizzcon de noviembre como el mejor escenario año tras año para sus anuncios, demostraciones y confluencia de desarrolladores y prensa. Y lo que esté por venir. Ya Sony PlayStation eludió la Gamescom de Colonia el pasado verano montándose su chiringuito en la París Games Week y la PlayStation Experience de San Francisco en diciembre. No nos debería extrañar que otras, visto lo visto y la repercusión mayor obtenida, siguieran su ejemplo.
Ya son varios los años en que la mayoría de los que nos dedicamos al videojuego decimos que el E3 se ve mejor desde casita y el ordenador que estando allí mismo, a pie de feria y entre el jaleo y las carreras. Y esto se debe a la total extinción del formato tradicional de comunicación y cobertura, donde prensa de todo el mundo acudía al E3 a ver demos a puerta cerrada, conferencias secretas e información fresca sin filtrar, y luego lo contaban en sus medios al resto de los mortales. Esto ya no es así, y no voy a decir que me parezca mal el nuevo modelo. Pionera en todo esto fue Nintendo con sus Nintendo Direct, que decidió dejar de gastarse un pastón en alquilar el Nokia Theatre y llenarlo de periodistas y optó por, mejor, emitir un vídeo en streaming simultáneo a todo el planeta, que vieran prensa y jugadores, con las garantías de estar pre-grabado y no por ello bajando el nivel de anuncios bomba dignos del E3.
Ahora las compañías retransmiten en directo sus conferencias y demostraciones, hay streamings con información ampliada de los títulos más importantes, hay entrevistas plurales y encuentros digitales directamente de los usuarios con los desarrolladores, todos los vídeos y previews se cuelgan al instante en Youtube desde los canales oficiales, etc. A esto se suman las betas y demos abiertas, que actúan de hands on para un buen puñado de proyectos, lo que acerca todavía más los videojuegos venideros a los hogares de todo el mundo, mucho antes de que se estrenen. Por poner un par de ejemplos, Overwatch fue jugado por miles de jugadores prácticamente a la vez que lo jugaban los asistentes a la Blizzcon cuando se anunció. Lo mismo con Street Fighter V, con pocos días de margen entre prueba de prensa y prueba de público. La información ya apenas necesita ser recogida en Los Ángeles para llevarla al resto del mundo. La era del streaming y las betas la coloca muy fácilmente en las casas.
Tradicionalmente, la campaña de Navidad acaparaba el 90% de los estrenos más esperados. Todos los juegazos de cada año se alojaban en septiembre, octubre y noviembre, con algún descarriado o inesperada sorpresa para verano o primavera. Sin embargo, hoy el esquema de grandes lanzamientos es bien distinto, con abril y mayo como meses favoritos para los grandes títulos superventas (The Witcher III el año pasado, Uncharted 4 este año, etc.). El año fiscal que cierra en marzo también hace mucho en este escalonamiento de lanzamientos fuertes. Es cierto que las marcas anuales no se mueven de otoño, pero verdaderos bombazos muy esperados han usado otros meses del año para imperar en las estanterías casi en solitario y de paso reajustar cuentas a última hora para sus editoras. Este calendario tan distinto al de hace diez años se cimienta además en un formato de anuncios del E3 que cada vez apuesta más por la cercanía de lanzamiento. Fallout 4 es el ejemplo más usado últimamente por su relevancia y buen hacer de Bethesda con él, con reveal en junio en el E3 2015 tras cuatro años de desarrollo, y lanzamiento solo cinco meses después del anuncio, en noviembre. Como éste vendrán muchos, ya lo veréis. Parece ser que el modelo de anuncio y primer tráiler de un juego que va a salir dentro de tres años está cada vez más extinto. Salvo con algunas japonesas que se resisten a abandonar ese modelo, como Square Enix el año pasado y su desestabilizador Final Fantasy VII Remake, por ejemplo.
Con este panorama, como decía al principio, la situación del E3 como lo conocemos y en Los Ángeles está para replanteársela. Varias son las hipótesis más barajadas, unas más coherentes y realistas que otras. Por un lado, se estima que el evento siga en la ciudad de Hollywood, con una nueva renovación del contrato, sin peligro de demoliciones del Convention Center pero, eso sí, con menor peso y asistentes que en su época más dorada, lógicamente. Por otro, Nueva York, Nueva Orleans y San Francisco se colocan como favoritas para acoger la celebración de la gran feria del videojuego, renovada de esquina a esquina. Las tres son capitales bien comunicadas también con Europa y Asia, tienen palacios de congresos y centros de convenciones de todavía mayor envergadura que el angelino para dar cabida a cientos de stands, pantallas, shows y ponencias, y son urbes que soportan una invasión hotelera de las que propicia la feria. La tercera teoría aboga por el fin del E3, un paso a mejor vida de un evento que fue mágico pero que ya no tiene tanto sentido y que vería su muerte motivado por estas cinco razones que comentábamos antes. Una pena para nostálgicos, pero un cortar por lo sano para los más prácticos y el bolsillo de la asociación organizadora y empresas participantes.