Corría el año 1998 cuando la compañía SCE Cambridge Studios lanzaba en Europa y EE. UU. (y un año más tarde en Japón) un videojuego de acción y aventura destinado a convertirse en una de las joyas del catálogo de PS One: MediEvil.
El título MediEvil resultaba de la unión de las palabras inglesas “medieval” (medieval) y “evil” (maldad), lo que nos coloca en situación de lo que nos ofrecía este juego: ambientación en la Edad Media con grandes dosis de terror macabro.
El juego nos ponía en la piel de Sir Daniel Fortesque, nombrado caballero por el Rey de Gallowmere y puesto al frente de su ejército, pese a sus pocas aptitudes para el combate. De este modo, cuando el mago Zarok, antiguo hechicero del rey, decide atacar el reino como venganza por haber sido expulsado y crea un ejército de muertos vivientes y demonios, Sir Daniel no dura en el campo de batalla más que el tiempo justo para perecer de un certero disparo de flecha en su ojo izquierdo. No obstante, los ejércitos del rey siguieron combatiendo firmemente y consiguieron derrotar a las malignas fuerzas de Zarok, logrando la paz para el reino de Gallowmere.
Esa paz, sin embargo, sería temporal, ya que Zarok logra escapar y regresa cien años después para resucitar a su ejército de no-muertos, incluido el propio Sir Daniel, convertido ahora en un esqueleto sin mandíbula y con un solo ojo. Es en este momento cuando tomamos el control de tan esperpéntico protagonista con el objetivo de lograr lo que a simple vista parece imposible: convertir a este saco de huesos en todo un héroe.
El planteamiento básico que nos proponía MediEvil era abrirnos paso por vistosos escenarios derrotando enemigos con nuestras armas, superando zonas de plataformas y resolviendo algún que otro puzzle. Y era ésta una de las principales características del juego, la sólida mezcla de géneros, lo que lo hacía tremendamente divertido.
Pero no había que limitarse a ir de un punto a otro, sino que se le daba una gran importancia a la exploración. Conseguir todo lo que ofrecía cada uno de los veintidós niveles del juego, con zonas secretas incluidas, requería investigar a conciencia cada rincón. Dos elementos destacaban en este aspecto: los cálices de almas (uno por nivel y que se rellenaba con las almas de los enemigos derrotados) y las armas secretas. Cuando concluíamos cada nivel y encontrábamos el cáliz de almas correspondiente, éramos transportados a la Galería de Héroes, donde “leyendas” de la historia de Gallowmere recompensaban a nuestro héroe con diversos objetos dependiendo del porcentaje obtenido en cada escenario. Allí podíamos conseguir armas más poderosas que las escondidas por los niveles, botellas de vida o dinero. Completar el juego al 100% suponía dedicarle a la aventura en torno a las diez horas.
El control del personaje era fácil e intuitivo, con movimientos básicos (ataque y bloqueo) y otros más elaborados (embestida), a los que había que añadir habilidades especiales que nos proporcionaban las distintas armas, tanto de corta distancia (espadas, mazos, hachas…) como de largo alcance (ballestas, arcos, dagas…). En general, el personaje respondía a la perfección a nuestro control en los combates, aunque se mostraba algo más errático en las secciones de plataformas, con saltos que no siempre terminaban en el lugar en el que deseábamos. Destacar que el juego presentaba una jugabilidad en 3D, algo que se empezaba a ver por primera vez en los videojuegos. No hay que olvidar que el juego fue diseñado para jugarlo con el primer DualShock, el nuevo mando de Sony con sticks analógicos y vibración incorporados. Aquí presenta MediEvil uno de los problemas más comunes en los primeros juegos que se movían en 3D: el control de la cámara, que nos dejaba vendidos en más de una ocasión.
El juego lucía un aspecto gráfico sencillo pero muy vistoso. Los escenarios presentaban un tono sombrío y tenebroso, con localizaciones propias de la Edad Media como cementerios, castillos encantados, ciénagas, mausoleos, pero con toques coloridos que le daban al juego un acabado muy original. A lo anterior había que sumar una excelente banda sonora, que acompañaba a la perfección cada momento de la aventura, y un perfecto doblaje al castellano de todas las voces.
Pero si algo hay que destacaba en MediEvil es el humor negro que impregnaba toda la aventura y que ha convertido a su protagonista en uno de los personajes más carismáticos de la historia de los videojuegos. Hoy nadie duda de que estemos ante una de las joyas del catálogo de la “gris” de Sony, un juego único y original, que supo mezclar sabiamente varios géneros, que ha influido en juegos posteriores y que aún conserva parte de la frescura con la que nos sorprendió hace ya 15 años.
MediEvil tuvo una secuela, MediEvil 2, que apareció en 2000 también en PS One, y un remake, MediEvil Resurrection, que vió la luz en PSP en 2005.