The Division lleva ya algunos años paseándose por la feria. Concretamente, desde que en el año 2013 lo pudiéramos ver por primera vez tanto en la conferencia como en una presentación privada en la que se nos mostraba la aplicación para tableta y móvil en la que podíamos controlar a un dron de apoyo en el campo de batalla. Como se anunció a hace escasos días, de aquello ya no queda nada -la burbuja de las app’s para juegos ha estallado más pronto de lo esperado-, pero tampoco de un apartado gráfico que se ha diluido con el tiempo de la misma forma que lo hiciera en su momento Watch Dogs.
Pero eso parece que forma parte del pasado, y ahora Ubisoft tiene la intención de mostrar sus proyectos de una forma mucho más honesta y realista que en años anteriores. Con dicha nueva política por bandera hemos podido ver y probar The Division, y la verdad es que las cosas así funcionan mucho mejor. El juego, sin ser tan espectacular como aparentaba hace dos años, luce realmente bien. Sí, faltan esos efectos tan espectaculares, animaciones más fluidas y algo más de partículas en el ambiente, pero es innegable que nos encontramos ante un proyecto notable en este sentido.
Aunque lo importante a fin de cuentas es descubrir si es divertido, y es algo que también hemos podido comprobar. En la demostración donde tomábamos los mandos nos enfrentábamos tres equipos de tres personas cada uno con el objetivo de alcanzar un punto concreto del mapa y proteger la zona de extracción mientras un helicóptero recogía el importante paquete que portábamos encima. Esta zona multijugador es conocida como Dark Zone a la que accedemos saltando una valla que nos separa del modo offline. Este espacio de cuarentena en mitad de la isla de Manhattan, se alzó en su día para contener el avance del virus mortal que asoló la ciudad. Ahora, su importancia radica en los recursos que guarda en su interior, y que serán el motivo recurrente por el que volver una y otra vez y batirnos en duelo en la vertiente multijugador.
Pero antes de entrar en acción, la demostración nos asignaba un soldado con un clase ya predefinida. En nuestro caso, podríamos decir que éramos el apoyo del equipo, pues con nosotros llevábamos la habilidad de impulso, que permitía detectar a los enemigos en un radio de acción determinado, y dosis curativas, que otorgaban salud a uno mismo y a los aliados en caso de que las cosas se pusieran complicadas. Otras habilidades también estaban presentes en los otros compañeros, como una especie de bombas adhesivas, unas minas buscadoras o una torreta.
Los primeros movimientos de los que hicimos uso nos recordaron fuertemente a Splinter Cell: Blacklist. Al menos, el sistema de coberturas es extremadamente parecido y funciona muy bien también. Podemos ir de un lugar a otro señalando nuestro destino con antelación para así correr rápidamente evitando el fuego rival de la mejor manera posible. Por otro lado vemos que, a la hora de atacar, los disparos van bajando la vida de los enemigos lentamente. Podríamos decir que en los third person shooter matar a un enemigo siempre cuesta más, pero en The Division este hecho es algo todavía más evidente.
Pronto nos damos cuenta de cuál es el objetivo de nuestra incursión. Como habíamos comentado antes, Dark Zone se caracteriza por ser un lugar rico en recursos escasos, aunque su peligrosidad ligada a la contaminación del lugar implica que se asuman riesgos muy elevados. Con esto en mente, encontramos pronto un arma legendaria en el contenido de un baúl después de acabar con enemigos controlados por la inteligencia artificial. Sin embargo, no podremos usar este arma tan alegremente, pues para ello tendremos que descontaminarla, algo que se consigue llegando al punto de extracción, llamando a un helicóptero y depositándola en el mismo para que se la lleven y puedan convertirla en una herramienta usable.
Algo sencillo de describir pero no de llevar a cabo. Una vez lanzamos la bengala al aire para que vengan a por nuestra mercancía, el resto de jugadores que estén en Dark Zone sabrán de nuestras intenciones y de que portamos con nosotros un preciado paquete. Ésto nos convertirá en blanco de sus armas, con lo que nuestro objetivo es asegurar y defender la zona durante el tiempo que tarde el helicóptero en llegar a nuestro destino. Aquí entra el componente estratégico a la hora de usar las habilidades y los objetos disponibles, pero también para organizar el equipo y revivir rápidamente a los compañeros caídos para no encontrarnos todavía en una inferioridad numérica peor. En nuestro caso particular, y gracias también a nuestros compañeros conseguimos alcanzar el objetivo de forma satisfactoria con las felicitaciones del desarrollador que actuaba como guía resonando detrás nuestra.
Aunque al acabar, las sensaciones fueron encontradas. El modo de juego que disfrutamos en Dark Zone no estaba mal, pero no sorprendía demasiado, con lo que necesitamos ver más para saber qué puede dar de sí The Division en este sentido. Además, al ser un objetivo que tendrá sentido con el juego ya funcionando también en la vertiente más offline, no acabamos aún de observar del todo con buena perspectiva la importancia de conseguir un arma de dicho calibre. Es decir, necesitamos aún tiempo y muchos más datos para ver el potencial de The Division en todo su esplendor.
Sin embargo, podemos extraer conclusiones positivas, como el uso de mecánicas extraídas de Splinter Cell que le sientan el juego de maravilla, o la casi nula transición entre la vertiente offline y online. Pero también la ambientación, muy característica pese a estar dentro de un género tan de moda como los mundos postapocalípticos. Manhattan es un lugar genial para perdernos, y más si está recreada de forma tan brillante como nos ha parecido en esta demostración.
En definitiva, no tiramos las campanas al vuelo pero nos mantenemos a la expectativa de saber más. Con The Division, Ubisoft Massive maneja ideas muy interesantes pero de una complejidad algo superior que nos obliga a ser cautos en cualquier aspecto. Es por ello que aguardaremos al 8 de marzo de 2016 para ver exactamente en qué ha quedado este ambicioso proyecto, aunque mientras el tiempo pasa no le vamos a quitar los ojos de encima, ni mucho menos.