Valeria Sabater
Cuando Sony Pictures anunció la entrada en solitario de Venom al vasto y casi inagotable universo de superhéroes de Marvel, los amantes de este parásito alienígena recibieron la noticia con expectación. El archivillano y némesis de Spiderman es uno de los personajes más oscuros a la vez que admirados de la franquicia.
Ese monstruo atípico, enigmático, de lengua larga y temperamento violento ansiaba (y merecía) para sí mismo, una producción con grandes dosis de horror, con esas pinceladas donde lo tremebundo encajara con la ferocidad propia de este simbionte hambriento creado por David Micheline y Todd McFarlane en 1989.
Cabe decir que ya tuvo su primera entrada en el 2007 con Spiderman 3, pero fue eso sí, una introducción algo tibia y poco merecedora debido a las discrepancias existentes entre Sam Raimi (director de las primeras entregas) y la productora. Venom merecía algo más y hemos esperado casi 10 años hasta su regreso.
Sin embargo, el gran público y los apasionados del universo Marvel han tenido que aclimatarse casi a regañadientes y a la fuerza a una película apta para todos los públicos. Venom pierde así su temperamento para convertirse en un antihéroe más convencional, menos anárquico y por supuesto, muy humorístico.
Ya en la primera media hora de la película descubrimos que su director, Ruben Fleisher (responsable de la divertidísima Zombieland) prescinde un poco de los clásicos clichés de las películas de superhéroes para centrarse casi en exclusiva en su protagonista, y en el principal atractivo de la película: Tom Hardy.
Ambientada en San Francisco, la película se inicia con Hardy en el papel de Eddie Brock, un periodista que trata de desenmascarar al empresario multimillonario Carlton Drake (Riz Ahmed) por sus prácticas comerciales poco éticas, además de sospechosas.
Brock acaba despedido finalmente de su programa de televisión tras insultar al magnate públicamente, entrando así en un ciclo de continuos e irremediables fracasos, incluyendo cómo no, los afectivos con su novia Anne (Michelle Williams). Así, y tras tocar fondo y quedarse sin techo, sin trabajo y sin pareja en las calles la ciudad, Eddie sigue sospechando que algo extraño está sucediendo en las instalaciones de Drake, situadas al oeste del puente del Golden Gate.
Su instinto no le falla, pero su curiosidad lo acaba llevando hasta un revés inesperado: Eddie Brock se infecta con una masa pegajosa y elástica llegada de otro mundo, un ser que necesita un huésped para vivir. Esa criatura oscura se introduce en su cuerpo para compartir una misma conciencia, una misma locura y un mismo propósito.
Venom no solo le confiere unos sorprendentes poderes de elasticidad. Además, se convierte en ese incómodo alter ego, esa voz salvaje, hambrienta e incesante que mantiene un diálogo constante con él.
Es aquí donde el registro artístico de Tom Hardy se apropia genuinamente de la película para darle sentido, vida y originalidad. Una vez que el parásito alienígena lo convierte en su anfitrión, Hardy nos muestra su energía desenfrenada, su habilidad en los cambios de voz y esa solvencia actoral incombustible dando forma a un personaje desquiciado como es el simbionte Venon.
Así, mientras en Deadpool teníamos a un antihéroe bromista, descarado y antisocial, con Venom también nos salpica (casi) la misma irreverencia. Ese monstruo temible, voraz, de lengua larga y afilados dientes, vive una lucha interna con Eddie, quien intenta frenar en todo momento sus tendencias sangrientas y feroces. No faltan por tanto los chistes fáciles, no falta tampoco lo absurdo y lo desenfrenado, ahí donde se atisba de vez en cuando algún que otro guiño al Venon más clásico. Pero donde todo buen amante del archienemigo de Peter Parker, saldrá del cine echando en falta la epopeya oscura que se respiraba en los cómics.
Asimismo, se mantiene también la fórmula más clásica (y poco novedosa) de Marvel: un personaje con doble identidad, y un destacado líder de la ciencia y la tecnología con siniestros planes para dominar el mundo. Aquí Venom no es el antagonista principal, sino ese antihéroe psicótico que guiado por el buen hacer de un periodista, intentará impedir que el mal imponga su poder. Nada nuevo. Una simbiosis, que para muchos no termina de funcionar.
Sea como sea, Venom se deja ver. Seremos testigos también del último cameo de Stan Lee en el cine y por encima de todo, disfrutaremos de la siempre impecable presencia de Tom Hardy en un registro diferente, pero donde también reluce a pesar de lo pegajoso del personaje. Desconocemos si habrá secuelas y si este Venom algo deslucido tendrá su encuentro con su antagonista natural: Spiderman.