Avance Assassin’s Creed IV: Black Flag

Jose Carlos Castillo · 29 diciembre, 2018
Descubrimos la nueva entrega de la saga, sus cambios y mejoras, así como sus características en la nueva generación

El recelo es común al aproximarse a Black Flag por vez primera. Aunque nos hayan asegurado por activa y por pasiva que lleva en desarrollo mucho antes de que las batallas navales de Assassin’s Creed III fuesen una realidad, no puede evitarse pensar en la nueva entrega de la franquicia como un ejercicio de reciclaje.

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Nuestra última toma de contacto con Assassin’s Creed IV tuvo lugar en las oficinas de Ubisoft España. Allí los productores Karl Luhe y Arnaud Vaudour nos introdujeron las secuencias segunda y sexta, idóneas para hacernos una idea de las andanzas navieras que nos aguardan.

Comenzamos nuestra toma de contacto con Edward Kenway a bordo de un bergantín español, con el que consigue hacerse tras eventos que preferimos no revelar. Nos convertimos pues en capitanes del Jackdaw, segundo protagonista de la aventura como veremos.

La navegación ha ganado muchos enteros respecto a lo vivido con Connor, resultando más intuitiva y suave. Se debe en gran medida a una física marítima realista en grado sumo, que variará convenientemente nuestro rumbo según el envite del viento o las embarcaciones próximas. La cámara se acerca y aleja del timonel en consecuencia, mostrando el navío en todo su esplendor al ganar velocidad. Así llegamos a nuestro primer destino, un pequeño islote en el que hemos de dar caza a la fauna local.

Mientras afinamos la puntería, agazapados entre la hierba, apreciamos el lucimiento gráfico de Black Flag bajo la arquitectura de PlayStation 4. Desde la corteza de los árboles a las formaciones rocosas, todo presenta un texturizado de primer nivel. Más adelante comprobamos también cómo las inclemencias meteorológicas inciden sobre el entorno: embarramiento de la blanca arena caribeña, matojos que se mueven a la justa merced del viento…

Una tormenta sobrevino en la siguiente travesía, de hecho, agitando a nuestra tripulación. La vislumbramos en todo momento bajo el timonel, apresurándose a replegar velas, informándonos a voz en grito si corremos peligro de encallar e incluso cuando damos con algún náufrago necesitado de socorro. Definitivamente, no es lo mismo surcar los mares acariciados por el sol que en mitad de una tempestad, algo que los responsables de Black Flag han sabido reflejar.

Pronto llegamos a Násau, población en la que transcurrirán muchas de nuestras misiones terrestres. La mayoría típicas de la serie como buscar a determinados personaje o luchar contra núcleos de enemigos. Nos sirvió esto último para descubrir la llamada ‘barra de fortaleza de la tripulación’, que indica el número y vitalidad de nuestros socios en alta mar. Era nuestro objetivo rellenarla previo rescate de bucaneros, para lo cual dimos su merecido a los captores.

El sistema de combate ha ganado en complejidad (por fin), algo que apoya el mayor repertorio de animaciones y armamento disponible. Eso sí, a más posibilidades, mayor la dificultad. Si en anteriores entregas las refriegas eran poco más que un trámite, aquí hemos de tomárnoslas muy en serio, pues la inteligencia artificial enemiga no se andará con chiquitas. Los bloqueos y las florituras de retaguardia son fundamentales, especialmente durante los abordajes.

Gran parte de la segunda secuencia la pasamos asaltando navíos extranjeros, a los que previamente localizamos telescopio en ristre. Os resultará una de las herramientas más útiles, pues indica el nivel de la embarcación que pensamos desvalijar (cuanto más grande más dificultoso su hundimiento).

La estrategia jugará también un papel determinante cuando hagan acto de presencia buques aliados. Siempre será preferible quitárnoslos de encima antes de proseguir cazando al ‘pez gordo’. Disponemos para ello de disparos ligeros y bombardeos, con los que mermar la barra de vitalidad ajena hasta el punto de poder acercarnos y ordenar el abordaje propiamente dicho. Toca entonces saltar a la cubierta contraria y diezmar al enemigo, haciéndonos finalmente con su preciado botín.

Como buenos piratas somos codiciosos, pero conviene invertir parte de lo agenciado en mejoras que incrementen el nivel del Jackdaw, la resistencia del protagonista o lo mortífero de nuestro equipamiento. A este respecto será interesante revisar los islotes cercanos en busca de mapas del tesoro, cuyas indicaciones nos guiarán hasta botines adicionales.

Y tras el derroche gráfico de los abordajes, mención especial al impacto de proyectiles sobre cascos y cubierta, también será habitual el seguimiento sigiloso de buques. La misión se complica no sólo porque la climatología insista en rumbos poco ortodoxos, también por la irrupción en áreas patrulladas.

Las cerca de tres horas que pasamos junto a Kenway nos hicieron dar la razón a sus responsables: éste es el primer Assassin’s Creed concebido como un verdadero sandbox, en el sentido de que podemos navegar sin excepción por el mapeado. Las atalayas harán las veces de atajos, evitándonos travesías innecesarias, aunque antes habremos de dominarlas en todo un ejercicio de pericia y paciencia.

La segunda parte de esta previa la dedicamos a transitar Násau en compañía del mismísimo Barbanegra. La búsqueda de medicamentos hundidos nos lleva a una interesante secuencia de buceo, imposible si no hemos equipado la campana pertinente. En el suelo marino contamos con dos enemigos despiadados: la cantidad de aire y la fauna marina menos afable.

A duras penas conseguimos entrar en un barco hundido y recuperar oxígeno en una bolsa de aire. Poco después somos arrastrados por una corriente, esquivando obstáculos a toda velocidad hasta topar finalmente con la campana submarina. Un grupo de escualos se interpone, por lo que intentamos aproximarnos sin demasiados aspavientos. Imposible. Se suceden las dentelladas. Suerte que en nuestro siguiente intento, ya en cubierta, el juego nos permitió resarcirnos arponeando a un tiburón. Un entretenido minijuego (dilemas ecologistas a un lado) en el que los reflejos y la precisión son la clave.

Desde luego, no puede decirse que Black Flag invite al aburrimiento. Todo dependerá de lo mucho (o poco) que os apasione el pirateo, pues un 40% del gameplay tanscurrirá en alta mar. Se han mejorado las mecánicas de combate y la trama parece lo suficientemente jugosa como para no hilvanar toda suerte de misiones insustanciales. Buena perspectiva para el Assassin’s Creed más ambicioso, a la espera de saber cómo encajará el legado de Desmond en su premisa.

Assassin’s Creed IV: Black Flag llegará a PS3, Xbox 360, Wii U y PC el próximo 31 de octubre. Acompañará a PS4 y Xbox One en sus respectivos días de lanzamiento.

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