Análisis Wolfenstein: The New Order (PS4)

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Nunca matar nazis fue tan divertido
Por Manuel Gimeno 20 mayo, 2014

Mucho ha llovido desde que en el mes de mayo del año 1992 el género de los juegos de disparos en primera persona contara con una identidad propia gracias a Wolfenstein 3D. ID Software sacaba al mercado un juego original, irreverente y no exento de polémica, pero sobre todo que revolucionaba el sector de los videojuegos ofreciendo una alternativa diferente sobre la que plasmar maneras de entretener de forma novedosa. Doom y Quake tomarían más tarde el testigo para ampliar la base creada, descubriendo a posteriori el género como lo conocemos actualmente.

Sin embargo, y haciendo caso a la trayectoria de la saga y a franquicias como las antes nombradas, poco más allá de ese honor podemos concederle a esta eterna lucha contra nazis supervitaminados con tecnología vanguardista al más puro estilo steampunk. La historia -que no el contexto- nunca fue un punto fuerte en entregas posteriores, que intentaron sobrevivir a duras penas con poco más que un nombre y una propuesta realmente escasa.

Pero todo eso se ha terminado, nos atrevemos a decir. Bethesda, de la mano de MachineGames, estudio de desarrollo nuevo que cuenta con una gran cantidad de trabajadores veteranos en estas lides, ha intentado y -en nuestra opinión, ha logrado- otorgarle a Wolfenstein una forma que no tenía y un carácter que hacía falta rescatar, dándole un par de vueltas y volviéndolo a pegar sobre un fondo repleto de soldados del tercer Reich y robots asesinos sedientos de sangre al mando del pequeño y abominable Hitler.

Quien conozca la saga bien sabrá algunas de las características argumentales más destacadas. Pocos son ajenos a ese halo algo socarrón y fanfarrón que el protagonista suele tener en las entregas, y que vuelve con fuerza en Wolfenstein: The New Order. B. J. Blazkowicz, al cual no le falta buenas dosis de patriotismo norteamericano, un sentido del deber y del honor elevado y unas ansias de justicia increíbles, tendrá la difícil tare de enfrentarse prácticamente solo contra todo un imperio del terror cuyo dominio alcanza prácticamente la totalidad del planeta.

Nada más empezar el juego nos emplaza a observar un acontecimiento anterior a la línea temporal en la que se desarrolla gran parte de la historia. Nuestro protagonista estará inmerso en una batalla de dimensiones gigantescas entre los Aliados y el ejército nazi de Hitler. Sin embargo, pronto caeremos en la cuenta de que algo no va bien, de que las cosas no están en orden cuando la superioridad tecnológica alemana pone en jaque la disposición que nuestro bando ha hecho sobre el campo de batalla.

Este elemento asíncrono relativo al componente tecnológico de las armas del enemigo, será clave en el desarrollo de toda la historia, pero también en el inicio de la misma. Evidentemente, un desequilibrio tan grande fuerza la ucronía en la que se cimienta The New Order, dando a los nazis la victoria en la Segunda Guerra Mundial para posteriormente imponer sus ideales entre los Aliados y el resto de países sometidos. Blazkowicz no saldrá indemne de esta derrota, pues las secuelas de esta batalla le trasladarán hasta un despertar tardío años después en los que tratará de volver a poner las cosas donde corresponden.

Partiendo de esta base y sin incidir más en el argumento, Wolfenstein: The New Order ya nos planteará desde un primer momento una decisión que afectará al desarrollo de la historia. Dicha elección condicionará algunos hechos importantes en varios momentos, teniendo que jugarlo mínimo en dos ocasiones para conocer los detalles que diferencian un acto que nos resultará sin duda complicado y difícil.

Desde este momento nos encontramos ante una historia de resistencia estoica y desesperada, casi suicida, donde no faltarán en ningún momento explosiones, enormes cantidades de litros de sangre, buenas dosis de humor negro y guiños muy divertidos al pasado de la franquicia. Wolfenstein: The New Order combina el planteamiento alternativo de la historia, el conocido terror nazi y la exageración de la acción y de las conversaciones más aleatorias para ofrecer un panorama, cuanto menos, irreverente. No cabe duda de que éste puede ser uno de los principales atractivos, así como uno de los pilares más sólidos sobre los que se asienta un título enfocado plenamente a disfrutar de la campaña que ofrece.

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Pero vayamos a lo que realmente importa y que convierte a Wolfenstein: The New Order en un juego realmente divertido: la jugabilidad. Quien por suerte o por desgracia haya dado en varias ocasiones con títulos del género más prolífico en la pasada generación con mayor o menor suerte, se habrá dado cuenta de que no es fácil encontrar una propuesta que destaque sobremanera sobre el resto. Encontramos juegos que puntualmente se salen de la norma y muestran algo extraordinario a nivel argumental y jugable -como podría ser BioShock-, pero este Wolfenstein no tira por ese camino, sino por emplear elementos visuales impactantes y una sensibilidad en el control que obedece a los cánones habituales, pero exhibiéndolos de una manera simple y efectiva que invita a volver otra vez a enchufar la consola y hacer explotar cráneos nazis.

Porque al final Wolfenstein: The New Order se reduce a eso, apuñalamientos exagerados, disparos explosivos, monstruos de metal enormes y malos muy malos hacia los que no nos será difícil desarrollar un sentimiento de animadversión instantáneo con tan sólo mirarlos. Pero la simpleza de la diversión no es tal en el método de ejecución de todas estas cosas, pues MachineGames se ha encargado de ofrecernos diversas opciones a la hora de llevar a cabo cada misión.

No es algo novedoso, desde luego, pero tendremos la posibilidad de abordar cada fase desde una perspectiva sigilosa, táctica o a puro melé, disparando por doquier a todo casco picudo que se mueva. Además, y casi como si de un RPG se tratara, contaremos con pequeñas misiones para cuatro tipos diferentes de árboles de acción, a saber infiltración, táctico, asalto y demolición.

Esta disposición hará que, por ejemplo, si asesinamos a varios soldados de manera sigilosa con cuchillos arrojadizos podamos llevar más de éstos encima o si conseguimos matar a un comandante con una granada que podamos llevar más. Un pequeño ejemplo de las mejoras que podremos conseguir y que irán ligadas a la frecuencia con que usemos alguna que otra acción.

Evidentemente, no faltarán armas de todo tipo para acabar con las interminables tropas del ejército nazi. Cuchillos, granadas, pistolas, metralletas, escopetas… Avanzadas tecnológicamente y reliquias de la Segunda Guerra mundial que se nos irán acumulando en una rueda de selección que desplegaremos cuando queramos elegir cada una de ellas, y que tendrán la particularidad de llegar incluso a poder usarse por parejas del mismo tipo en las dos manos de Blazkowicz.

Seguramente éste sea uno de los puntos más divertidos, cuando salgamos a combatir a los enemigos al más puro “estilo Rambo”, llenando de plomo las protecciones de los soldados alemanes. Pero no acaba ahí la cosa, pues la variedad jugable estará repartida por todos los niveles, encontrando ocasiones para abrir vías alternativas con una pistola láser que nos servirá tanto para matar enemigos como para fundir placas de metal; pero también deberemos de forzar cerraduras ajustando el punto exacto de apertura con los dos sticks del DualShock 4.

También podremos subirnos a poderosas máquinas de guerra, artilleros de todo tipo o vehículos varios sobre los que que huir. Realmente, todas estas enumeraciones no indican ninguna revolución ni un derroche de originalidad, pero sí un intento -con relativo éxito, a opinión de quien suscribe estas líneas- de dotar de variedad a Wolfenstein: The New Order, y que acaba por convertirse en la seña de identidad más importante de esta entrega.

Sin embargo, uno de los mayores problemas que muestra el juego es su deficiente inteligencia artificial. El problema se agrava cuando hablábamos anteriormente de la faceta sigilosa que podemos utilizar, pues no encontramos ningún reto cuando los soldados enemigos pueden llegar a ignorarnos pese a vernos a escasos metros de su nariz. Un pobre trabajo que no se ve mejorado al elegir un nivel de dificultad superior (hasta cinco hay), en el que únicamente se aumenta la resistenca del rival en detrimento de la nuestra.

Al menos no contaremos con la ya clásica regeneración de vida automática, o no al menos al nivel que podemos ver en otros juegos. Blazkowicz irá recuperando vida por secciones, pero no será posible superar cierta cantidad sin usar para ello uno de los tantos botiquines repartidos por el mapeado. Para ayudarnos a conservar la salud, podremos recoger cascos, chalecos y placas de metal para aumentar nuestra capacidad de escudo.

[break=Página 3]De esta forma, escondiéndonos entre las sombras -aunque no haga excesiva falta- o armando todo el jaleo posible, pasaremos por hasta 16 capítulos que, si bien hemos tardado alrededor de 14 horas en completar, tendremos motivos para llegar a muchas más si buscamos todos los coleccionables posibles, que los hay y en gran cantidad. Códigos de enigma, cartas, figuras de oro, ilustraciones y modelados de personajes, discos o mejoras de blindaje estarán diseminadas por todos los niveles o aparecerán al realizar una determinada acción, exigiendo así pues un repaso concienzudo del escenario para llegar a conseguirlos todos.

Controvertida herramienta desde que viéramos Rage (la primera obra basada en su teconología), descubrimos que el juego rinde a un nivel más que aceptable para ser un juego que aparece en los inicios de la nueva generación de consolas y para el que también se han destinado recursos hacia la anterior etapa tecnológica. Destacable a simple vista es sin duda el sistema de iluminación, potente e impactante en muchos aspectos acompañará notablemente en fases concretas en las que la incidencia de luz natural o artificial destapará un espectáculo reseñable.

A nivel de texturizado, los escenarios se encuentran bien trabajados, al igual que los modelados de los personajes, que son bastante sólidos en todo momento. No vamos a encontrar en Wolfenstein: The New Order grandes alardes técnicos, pero al menos sí una estabilidad destacada que además se asienta en una resolución 1080p y una tasa de imágenes por segundo de 60fps.

Efectos de sangre, partículas, chispas, viento… Todo ello queda muy bien ensamblado, sin demasiadas fisuras. Sin embargo, por sacarle un “pero” al apartado, no nos han gustado en exceso las escenas cinemáticas a 2.35:1 Cinemascope, restando inmersión tanto por el formato de la secuencia como también por ser ajena a la perspectiva de primera persona habitual en el juego. Se desluce en nuestra opinión algún que otro momento intenso que rendiría mejor habiéndolo vivido todo desde los ojos del soldado americano.

Por último, el sonido se comporta de manera correcta, con un doblaje que a veces falla en los sincronización labial y en el nivel de intensidad con respecto a los FX y la banda sonora, pero que cumple con creces su propósito. Se echa en falta que los efectos de disparos sean algo distintos, sonando muchas armas prácticamente de la misma manera, pero que con el espectáculo sangriento que se nos plantea, para al final algo desapercibido.

Wolfenstein: The New Order es, en definitiva, un juego muy divertido. La falta de multijugador, que será recibida por alabanzas por unos y maldiciones por otros, al menos ha servido para mostrar una campaña sólida y entretenida, pero sobre todo bastante trabajada. Hay mucho mimo en la exposición de esta primera aventura de MachineGames, y sólo nos queda ahora disfrutar de su propuesta para luego esperar a ver de qué son capaces en el futuro.

Puedes encontrar Wolfenstein: The New Order en PlayStation Store.

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Jugabilidad: 8.5
Gráficos: 8
Sonido: 7.5
Satisfacción: 8.5

Análisis

Wolfenstein: The New Order apuesta por la diversión sin excusas, apoyándose en buenas dosis de violencia extrema y humor negro, dando como resultado un acabado desenfadado e irreverente. La escasa inteligencia artificial de los enemigos aparece como el máximo problema de un proyecto que alcanza sin problemas el notable alto.