Activision decidió que su nuevo Transformers: Devastation jugaría a la nostalgia y con la garantía de contar con un estudio potente en esto de la acción. Y ambas apuestas han acabado en éxito, Platinum Games -responsables de Bayonetta, Vanquish o Metal Gear Rising: Revengeance– han dado lo mejor de sí mismos para mover los Autobots y los Decepticons a un ritmo vertiginoso como solo ellos dominan, en un espectáculo que recuerda a la serie de animación de los 80 y que tiene todos los componentes que cabe esperar de un producto basado en los transformables.
Tortas cuerpo a cuerpo, a distancia, ataques poderosos, caos y destrucción, y trepidantes segmentos de conducción vertiginosa. Transformers: Devastation no decepciona en su vertiente fan service que debe trasladar la épica del cómic, las películas o la serie al videojuego. Dejando muy de lado todo lo que ha hecho últimamente en el cine Michael Bay con la marca y su punto más tuning, aquí lo que se prioriza es la jugabilidad pura y dura que sea respetuosa con la esencia de la propiedad intelectual. Y esto solo se consigue al dejar libertad creativa al que ha sido durante muchos años el estudio de Hideki Kamiya.
A eso se suman componentes como un guión al cargo de Andy Schmidt, editor principal de los tebeos, o un apartado gráfico de dibujo animado a imbatibles 60 fotogramas por segundo -en PS4– para que podamos seguir muy bien toda la devastadora acción y cómputo de explosiones que se suceden en pantalla. Variedad de enemigos, un formato de combos que se ríe de los machacabotones habituales con pocas opciones y un diseño de escenarios fantástico son otros ingredientes de este cóctel que solo edulcorado por algunos errores, como una duración no demasiado generosa que ronda las 6 o 7 horas o algunos momentazos muy desaprovechados.
Combates que no defraudan
Devastation nos ofrece a los 5 Autobots principales para sembrar el caos y la supuesta paz en las calles. Optimus Prime, Bumblebee, Sideswipe, Wheeljack y Grimlock están al servicio del jugador con un robusto compendio de armas y habilidades únicas, para distancias cortas y para largas, espadas, mazas o martillos junto a pistolas, lanzacohetes y ametralladoras. Todo ello arsenal mejorable a medida que avanzamos a lo largo de sus siete capítulos y vamos encontrando cofres secretos o recompensas por salirnos un poco de la guía principal marcada en los laberínticos mapas. En Devastation hay lugar para las preferencias personajes de cada jugador, y eso se ha traducido en cinco estilos de juego bien diferenciados que además nos invitan a progresar, conseguir nuevos objetos, dinero, fabricar potenciadores, etc.
El toque japonés viene en los atributos numerados y las técnicas que mejorar, como el número de golpes en cada botón o la barra de salud y recargo de la especial, que desencadena un ataque zonal devastador. Pero también en el esquema claramente arcade que viste toda la propuesta, con clasificación por letra al final de cada sector y checkpoint o con imprevisibles jefes finales que dan un poco más de salero a las trifulcas y carreras a velocidad de infarto. 50 desafíos, trofeos, coleccionables y otros elementos para llevar a cada uno de los protagonistas a su máximo nivel son otros refuerzos a su rejugabilidad, porque ciertamente la primera vuelta puede conseguirse en un día, y eso que el gameplay es rápido y exigente, requiere destreza en determinados picos de dificultad.
Lo mejor de todo esto es que hablamos de un videojuego redondo en sentido tradicional, un videojuego donde los combos son largos y habrá que pararlos en seco para hacer una esquiva o un bloqueo, donde en cualquier momento podemos transformar a nuestro mecha en vehículo y hasta combinar ataques de velocidad con mutación en el aire que acabe en golpe seco. Hay muchos movimientos y un timing preciso, cada vez más, y cada uno de los variados enemigos exige emplear unos concretos, por su naturaleza protegida, por su capacidad de volar, por su rapidez o casi invisibilidad, por su dispersión en unidades más pequeñas… Las razas Transformers más populares se dan cita en Devastation, lo que hace que no echemos en falta variedad de enemigos ni variedad de situaciones de combate. Una vez que se acaba, querrás más.
Los jefes finales e intermedios son, cómo no, otro punto fuerte. Cada uno con su larga barra de vida y los patrones y áreas cerradas que llegan a utilizar para dar forma al combate, creando trampas y peligros que nos obligarán a tener que gastar varios intentos antes de continuar o incluso a volver a la base previamente a entrar en pelea con ellos para equiparnos lo mejor que tengamos. Mantienen la épica que cabe pedirle y hay muchos rostros -o chatarras- bien conocidos.
Platinum sabe hacer bien todo eso, algo que no replica en otras partes de la aventura, como el plataformeo, las carreras o los disparos a distancia. Las armas de fuego son importantes para hacer caer a los voladores o para detonar explosivos sin ser dañados, pero apuntar resulta un poco tosco, sin demasiado trabajo de gunplay en este caso. Hay niveles que nos piden ir llegando a diversos objetivos, piratear terminales, alcanzar una altura, etc. y estos se ponen en marcha sobre entramados plataformeros que hacen saltar a nuestro vehículo -cada uno con su manejo, peso, inercias, turbos…- o guiarlo por un sendero de aros, por callejones estrechos, por rampas de salto… La parte de conducción funciona bien, es muy directa, pero no está al potente nivel que el combate de cerca.
Las particularidades físicas de cada Transformer se suman a las particularidades de cómo lo equipemos. Un minijuego bastante simplón nos ayuda a crear chips potenciadores cuando vayamos teniendo los componentes necesarios mientras que las armas blancas podrán mejorarse con determinados elementos. Aún así, siempre tendremos nuestra favorita y más efectiva, no hay un equilibrio pleno en el arsenal pero es de agradecer que se haya trabajado la progresión hasta estos extremos, dando lugar a una sensación de coleccionismo que asegura una segunda y tercera vuelta. Eso sí, ya sin las sorpresas de los jefes o los giros de guión, que sin ser nada del otro mundo, consiguen que mantengamos cierta atención en las secuencias cinemáticas.
Como conjunto audiovisual este nuevo Transformers no tiene ningún recurso especialmente llamativo, pero sorprende la solidez de su apartado gráfico y sonoro, cómo se gestionan tantos efectos, explosiones, chispazos, destellos, proyectiles… A veces hasta cuesta un poco seguir qué está pasando, pues la acción desborda y es frenética, pero los 60 frames por segundo le sientan bien a una cámara que normalmente se posiciona donde debe para dejarnos tener claro qué ocurre y cuál es el objetivo. Llega a ser importante el minimapa en determinados actos y escenarios, y eso es buena señal. Vince DiCola, autor de la partitura de la película de animación estrenada en 1986, es quien pone la música tan bien puesta. Sin alardes, pero acompañando. Quizá doblaje al castellano es una exigencia que podríamos tener para este producto, pues llega con voces en inglés y textos en nuestro idioma.