El tema de la madurez en los videojuegos acaba convirtiéndose en un debate cíclico que cada poco tiempo vuelve a surgir entre público y prensa especializada. Su recurrente ya comparativa con diferentes disciplinas artísticas, la capacidad de los diferentes recursos que se emplean para traspasar la pantalla y hacer sentir algo muy intenso a la persona, o simplemente el valor de las historias contadas suelen ponerse bajo examen justo por no existir suficientes ejemplos que apuntalen bien este paso adelante.
Fuese como fuere, apariciones como las de This War of Mine en el año 2014 refuerzan la sensación de que las herramientas narrativas e interactivas en los videojuegos están desaprovechadas. Y es que viendo el trabajo que llevó a cabo 11 bit Studios, y que mejora y adapta ahora a consolas de sobremesa con This War of Mine: The Little Ones, no puedo más que pensar en cómo pierden el tiempo las grandes compañías huyendo de un potencial emocional y sensitivo tan poderoso que, en cambio, si aprovecha al máximo este estudio polaco.
El propósito del juego ya se intuye en su planteamiento, pero no es hasta transcurridas las primeras horas cuando This War of Mine: The Little Ones te desgarra el alma con saña hasta dejarte completamente vacío. Lo que en un principio puede parecer un simple juego de supervivencia ambientado en una guerra en un lugar ficticio y que no podría quedarse muy lejos del ordinario Don’t Starve, acaba siendo un laberinto empático del que ninguna decisión te hará escapar de él.
En el caso particular de This War of Mine: The Little Ones, la adición de niños y niñas a esta aventura de supervivencia ahonda mucho más en el impacto que pueden causar sentimientos como la piedad, la lástima, el afecto, la ternura o el peor de los miedos. Pensar que tienes a cargo el porvenir de un infante en una época dolorosa y que debes velar tanto por su felicidad como por su alimentación o salud te empuja de manera irremediable hacia ese papel protector, incluso más si cabe a ese cruel “todo vale” con tal de sacar los míos hacia adelante.
Y justo ahí, en esa pérdida de valores en favor de la supervivencia es donde se desdibuja la línea del bien y del mal, donde me asaltó la culpa de no tener otra solución que el robo o incluso la violencia a personas desamparadas para aspirar a que mis personajes vieran un solo día más la luz del sol. La mayor crudeza de la guerra vista desde las víctimas, desde los civiles a los que les importa una mierda quien la gane, sino lo que puedan llevarse a la boca en la próxima cena.
Pero si transmitir todo esto que cuento ya contiene de por sí un mérito fuera de toda duda, hacerlo bajo el amparo de un desarrollo lateral con toques de verticalidad lo hace todavía más increíble. Los pocos recursos económicos de 11 bits Studios se materializan de esta forma en algo sencillo y único, pero con un esquema interactivo clásico y limitado que centra toda la atención en el sentir de la persona que toma el control del mando.
Podríamos decir que This War of Mine: The Little Ones se divide en dos partes muy diferenciadas. Durante el día, los protagonistas de la historia (diferentes en cada partida) se dedican a adecentar el refugio construyendo camas para un mayor descanso, cocinando para saciar el hambre de los demás, recolectando los pocos recursos que queden por la casa o intercambiando materiales con otros civiles que llaman puntualmente a la puerta. Por la noche, en cambio, el juego cambia radicalmente. Mientras los demás descansan y guardan la casa, uno de ellos debe salir bajo la seguridad que da la noche y la poca visibilidad que por ello tienen los francotiradores para conseguir materiales, comida, medicinas, armas o herramientas.
Se podría decir incluso que el drama empieza justo cuando cae el sol. Las necesidades que quedaron pendientes el día anterior deben ser saciadas en el siguiente con los frutos del trabajo, el trueque o del delito de la noche. Durante este periodo de tiempo, This War of Mine: The Little Ones se convierte casi en un juego de sigilo, donde la astucia prima sobre cualquier cosa, pero que te castiga duramente por cada éxito que hayas conseguido para tu supervivencia.
No es un juego fácil de digerir. No es sencillo llegar a sobrevivir el máximo tiempo posible, pero tampoco soportar la dureza de cada situación. En una de mis partidas, tuve que robar a un pobre e indefenso matrimonio para alimentar a una hija que justo la noche anterior había sido vejada por el asalto al refugio de otros que buscaban lo mismo que yo. Mientras que en otra dejaron herido de muerte a uno de mis personajes por buscar medicamentos para otro compañero el que el frío le había dejado en las últimas. A los tres días, herido por los balazos recibidos en el asalto, dicho protagonista murió.
Y esto es tan solo un pequeño ejemplo de lo que puedes vivir y sentir en This War of Mine: The Little Ones. Hay momentos todavía mucho más duros que no desvelaré, pero igual de crudo que estas situaciones explícitas es comprobar que uno de tus personajes no responde a los controles porque la pena y la congoja se han adueñado de él, que un niño o una niña se sienta desolado por lo que están viendo sus ojos o que otro de los componentes del grupo se vaya del refugio y abandone a los demás para no tener que soportar esa situación de desespero.
Pero si con toda esta carga emocional, con los diálogos (ya traducidos al español en esta versión), pensamientos y lamentos de los protagonistas no es suficiente, la composición visual que acompaña al entramado interactivo acaba por sellar completamente todo el compendio de elementos que forman el juego. Bajo una gama de colores fríos, donde impera casi el blanco y negro con leves toques de colores encabezados por la tenue luz de las casas o el del fuego abrasador de las bombas, el lápiz cobra vida en la pantalla gracias a los trazos que se dibujan en cada escenario. Personalidad y diferencia la que 11 bit Studios expone también aquí, sin descuidar una banda sonora triste y llena de congoja que no permite escapar al lamento de cada terrible suceso.
Y con todo lo dicho, a pesar del sufrimiento, de que a uno se le parta el alma jugando, merece la pena asomarse al precipicio emocional y ver directamente a los ojos la madurez que puede alcanzar un videojuego si se lo propone. La propia dureza que This War of Mine: The Little Ones expone engancha de alguna manera, pero no con el objetivo de terminar el juego, de llegar al fin de la guerra. Si no, simplemente de sobrevivir al menos un día más.