Análisis The Witcher III: Wild Hunt
La expectación por la llegada de ciertos juegos nace de formas muy diferentes. En algunos casos, un sorprendente tráiler pone en el mapa alguna propuesta de la que poco o nada se sabe (por ejemplo, aquel impactante vídeo como preludio del anuncio de Dead Island), en otros, una forma de jugar característica que nos puede llegar a enganchar desde el primer momento (como Bloodborne y demás juegos de la saga Souls) y en otros, la potencia gráfica supone un aliciente fundamental para desear una propuesta que pueda sacar el máximo partido a nuestro hardware (como en el caso de The Order: 1886). Tal vez, si juntáramos todo esto, entenderíamos al instante todo lo que lleva tras de sí The Witcher III: Wild Hunt.
Justo por dicho motivo CD Projekt RED y el juego llevan hasta dos ediciones del E3 siendo las estrellas indiscutibles. A pesar de que en ninguna de ellas se pudo tan siquiera tocar, lo que el estudio polaco exhibía a la prensa sacaba muchos kilómetros de distancia en el aspecto técnico a lo que podíamos ver en los estands de Sony, Microsoft, Electronic Arts o Ubisoft. Una demostración de músculo que se sustenta en las fantásticas obras del escritor también polaco Andrzej Sapkowski, pero también en una jugabilidad y una estructura RPG que ha ido evolucionando desde la primera entrega a la segunda, y que con esta tercera promete dar el paso definitivo que pueda aupar al juego a unas cotas en las que, muy posiblemente, se encuentren únicamente juegos como The Elder Scrolls V: Skyrim.
Con el objetivo de alcanzar ese nivel, de responder seguramente a esa expectación por parte de los usuarios que lo colocaban como juego del año mucho antes de verlo realmente en movimiento, CD Projekt tomó la decisión de retrasarlo una última vez (de febrero de este año al mes de mayo) en vistas a pulir esos pequeños detalles de optimización que marcan las grandes diferencias, y que colocan a una determinada obra mucho más cerca de la perfección. En estas líneas, además de conocer el juego en profundidad, averiguaremos si lo han llegado a conseguir o no.
The Witcher III: Wild Hunt continua, evidentemente, la historia que mostraban los dos juegos predecesores al mismo, aunque ciertamente da la sensación de que esta tercera entrega simplemente empieza en un punto bastante avanzado de los libros de La Saga del Brujo. Aquellos que han leído las novelas se sentirán como pez en el agua descubriendo los pequeños matices del mundo que rodea a Geralt de Rivia, pero la primera virtud que encontramos cuando nos metemos de lleno en el juego es que éste se muestra totalmente accesible para todos aquellos que nunca han tocado un título de la franquicia o han echado una ojeada a las obras de Andrzej Sapkowski. Con todo, nada más empezar tendremos la oportunidad de elegir una partida con el argumento estándar para CD Projekt u optar por la continuación de la que lleváramos a cabo en The Witcher II: Assassins of Kings. Muy parecido a Mass Effect 2, aunque en lugar de un cómic inicial, deberemos de responder a una serie de preguntas una vez hayamos terminado la primera misión de la historia.
Casi desde el primer momento en el que empezamos a controlar al famoso brujo, nos damos cuenta de que el argumento y la forma en la que se nos cuenta la historia serán los pilares principales sobre los que se desarrolle luego todo el juego. El tablero de ajedrez que supone el conjunto de personajes está perfectamente dispuesto justamente por el respeto que se le tiene a la obra del escritor polaco; si no tanto por la sucesión de hechos, sí al menos por la personalidad que muestran tanto Geralt de Rivia como personajes como Yennefer de Vengerberg, Triss Merigold o Cirilla de Cintra, así como la relación que existente entre cada uno de ellos.
De esta forma, y con un ritmo brillante en la historia y en la sucesión de misiones que la exponen, vamos descubriendo la situación política de un mundo bajo el control del Imperio de Nilfgaard y la rebeldía de aquellos que aún se niegan aceptar el nuevo mando. Mientras tanto, Geralt sale al encuentro de Yennefer, que le trasladará la necesidad de buscar a Ciri con el objetivo de protegerla del acoso de la Cacería Salvaje. Un caldo de cultivo éste lo suficientemente poderoso como para que todo lo que salga de él rebose de interés durante todas las horas de juego que invirtamos, y que nos han llevado a disfrutar durante más de 60 horas prácticamente solo con la historia principal.
Y efectivamente, así sucede. Sin contar más detalles que los aparentes para no destripar ningún acontecimiento importante, The Witcher III: Wild Hunt atrapa al jugador de tal manera que desde ya supone uno de los mejores exponentes de inmersión que se recuerden en un juego de estas características. Además de lo comentado, el motivo por el que ésto ocurre es por la estructura con la que cuentan tanto las misiones de la historia como las secundarias. La ramificación que acaban disponiendo una vez iniciadas aporta una riqueza extrema a cada pequeña aventura, disponiendo de fases dentro de cada una de ellas que nos pueden llevar primero a interrogar a testigos, investigar el escenario de una masacre gracias a la nueva forma de representar el sentido del brujo (al más puro estilo modo detective de Batman: Arkham Asylum), recoger ingredientes necesarios para realizar la poción con la que poder acabar con la amenaza, para finalmente matar al monstruo enemigo; sin contar con el hecho de que algún que otro paso deba realizarse en un momento determinado del día. Y ésto es solo un ejemplo, pues la variedad de la estructura de este tipo de misiones es absoluta, algo que contribuye a no cansarnos fácilmente cuando nos metemos de lleno en ellas. Al contrario, el ansia de devorar cada encargo es inmensa.
Vale, sí, Geralt es otro chico de los recados, pero al menos todo lo que hace o está dispuesto hacer le recompensa con información valiosa que él necesita; y si no es así, al menos cumple coherentemente con su profesión de cazador de monstruos y su búsqueda de dinero y, en el caso del juego, experiencia para subir de nivel. El Lobo Blanco no es ningún pardillo sin personalidad al que mangonear a cambio de poco. Es por ello que la decisión de llevar a cabo ciertas misiones secundarias o no, incluso una vez comenzadas, cae de nuestro lado; pero también las condiciones en las que éstas se cumplan. En este sentido dispondremos de un sistema de diálogo que nos ofrecerá la oportunidad de decidir las condiciones de un contrato o el tono en la conversación de un suceso importante (incluso con respuestas que dar dentro de un límite de tiempo determinado), pero sin renunciar para ello a la personalidad del brujo. Esto limita algo la libertad, claro, a pesar de los diferentes finales que podemos obtener dependiendo de nuestras decisiones; pero también refuerza al juego argumentalmente, dándole una solidez en este aspecto que, como decimos, acaba convirtiéndose en una de las virtudes principales de esta aventura.
Pero The Witcher III: Wild Hunt no vive solo de su historia, sino de todo el mundo que lo compone y la forma en la que Geralt de Rivia puede interactuar en él. Ya sea a pie, a caballo, en barco o haciendo uso del viaje rápido, podremos desplazarnos por todo el mapa en busca de nuevas misiones y objetivos, pero también de sucesos repentinos que necesitarán de nuestra intervención o monstruos y bandidos que nos atacarán cuando pasemos a su lado. Sin contar, por supuesto, con la vida que hay en pueblos y ciudades, de la posibilidad de comerciar con objetos, armas y armaduras (o de construirlas), de recoger o comprar ingredientes para nuestras pociones, de echar una partida al popular juego de cartas gwynt , atender las peticiones de los aldeanos en persona o en el tablón de anuncios de cada lugar… Una infinidad de cosas que hacer que desemboca en la tan importante sensación de que estamos en un lugar totalmente vivo y cambiante en todo momento.
Es por ello que el desplazamiento se vuelve importante, y más en un mapa tan grande como el que nos ocupa en esta ocasión. Aunque la opción del viaje rápido se vuelve cómoda para ahorrar tiempo, ir al galope de Sardinilla será una opción habitual en cada sesión de juego; y con tantas horas por delante se agradece mucho el esfuerzo del estudio en hacer de ésta una experiencia similar a la de Red Dead Redemption. Ciertamente, ningún juego ha sabido representar tan bien el transporte a caballo como la propuesta de Rockstar, pero CD Projekt en The Witcher III: WIld Hunt se acerca muy llamativamente. Tanto en animaciones como en funcionalidades esta acción se desempeña muy bien, pudiendo incluso recorrer los senderos de forma guiada sin tener que corregir la trayectoria del caballo demasiadas veces.
Además de lo explicado anteriormente, el caballo es importante a la hora de combatir, no solo por la posibilidad de poder golpear desde su grupa, sino también porque supone un vehículo preciso para llegar directos a la refriega objetivo. Aquí, justamente, es donde encontramos otro de los pilares básicos del título, y es su característica de juego de RPG de acción que abraza ya directamente tras la evolución experimentada desde The Witcher II: Assassins of Kings. Geralt, como muchos sabéis, dispone de dos espadas, una de acero para los humanos y otra de plata para monstruos y criaturas mágicas. Estas armas, junto a las Señales (una especie de hechizos que pueden lanzarse con un simple gesto) y las pociones y los aceites, suponen los recursos básicos para que el brujo pueda hacer frente a las amenazas que le asaltarán en cada parte del camino.
Y hablamos de un sistema de combate evolucionado porque gana en agilidad y maniobrabilidad a la hora de encarar cada enfrentamiento. Geralt puede esquivar fácilmente a los enemigos con un simple movimiento, pudiendo incluso colocarse detrás de ellos para arremeter por la espalda, moviéndose el brujo muy al estilo Bloodborne. También puede rodar para hacer la acción más evasiva, o incluso bloquear el ataque enemigo para luego contraatacar, teniendo luego un ataque rápido y otro fuerte para acabar con él; e incluso el brujo se guarda alguna sorpresa nueva en esta entrega, como una útil ballesta que será de gran ayuda contra bestias aladas. En general, nos hemos sentido bastante cómodos con la forma de luchar, incluso con las pociones, que tendremos dos espacios para usar de forma rápida en plena refriega. Ocasionalmente, Geralt podrá ejecutar a los enemigos de forma más espectacular y cinematográfica, dándole un pequeño toque épico a todo este asunto. Tal vez el único problema venga generado por algunos fallos a la hora de golpear a veces a los enemigos, en los que no se reproduce la animación sobre su cuerpo; ésto, junto a las imprecisiones generadas por las caídas en la tasa de imágenes por segundo que suelen haber (y que comentaremos más adelante), suponen el mayor lastre que encontraremos en este sentido.
Porque todo lo demás está muy bien pensado. No solo las misiones se estructuran muchas veces en base a obtener información del enemigo y actuar en consecuencia, sino que también cada animal o criatura mágica contra la que luchemos nos exigirá conocerla en profundidad y aplicar en la batalla tanto las Señales mágicas necesarias, como las pociones o los aceites para la espada, esenciales para atravesar más fácilmente la piel de la bestia rival. Bajo esta perspectiva es donde la profundidad de The Witcher III: Wild Hunt como RPG se dispara, pues la alquimia como base primero, más la progresión del personaje con su mejora de habilidades después, maximiza el potencial de Geralt de Rivia como brujo.
Y es que será necesario trabajar ambos aspectos si queremos llegar sanos y salvos al final de cada misión. The Witcher III: Wild Hunt es difícil, aún dentro de cada uno de los cuatro niveles de dificultad (entre los cuales no hay ninguno con muerte permanente). No al estilo de la saga Souls, pero desde luego no es un paseo en barca. Si nos descuidamos estamos muertos, pues los movimientos del contrario suelen ser lo suficientemente variados como para ponernos en problemas. Pero también su fuerza es destacada, pudiendo morir a manos de unos cuantos enemigos débiles si nos confiamos demasiado y no tenemos las pociones recargadas para el combate. El juego destila estrategia por sus cuatro costados, y justo por ese motivo en el menú principal tenemos una sección con todo el bestiario contra el que nos hemos enfrentado, viendo en cada entrada lo que necesitaremos cada vez que nos topemos con cada uno de esos monstruos.
Con respecto a la alquimia no hay mucho misterio. En la línea de las anteriores entregas y de los libros, Geralt de Rivia necesitará crear pociones y aceites para aplicarse estados alterados positivos a su cuerpo y a sus armas. Las que afectan al cuerpo tienen una penalización de toxicidad en sangre, algo que puede acabar con nuestra vida si nos descuidamos. Es por ello que, en vistas a conseguir sus ventajas tácticas, recogeremos por el escenario plantas de todo tipo para tener un buen repertorio de mejunjes mágicos. La buena noticia es que, una vez creados, se irán reponiendo automáticamente gracias al alcohol y a la meditación que, además de curarnos, nos permitirá tener a punto las pociones y los aceites.
La evolución del personaje, aunque lenta por la cantidad de experiencia que se necesita para subir de nivel, abarca varios aspectos. Podemos mejorar el combate cuerpo a cuerpo de Geralt, la intensidad de las Señales, la potencia de las pociones de alquimia y los atributos base del brujo. Todo esto se consigue usando cada punto de experiencia que ganaremos cada vez que subamos de nivel (o acercándonos a lugares de poder dispuestos por todo el mapa), aunque no todas las habilidades que se potencien podrán usarse a la vez. Esto se debe a que tendremos una limitación de doce espacios para equipar las habilidades que más nos interesen, dejando fuera las que no quepan. Es por ello imprescindible saber qué estilo de juego deseamos mejorar para no desperdiciar los puntos en cosas que queden inservible muy pronto. Además, junto a cada grupo de tres habilidades, habrá un espacio para mutágenos que potenciarán aún más cada tipo concreto de habilidad que se asocien al mismo. Un sistema sencillo de entender, pero también exigente a la hora de sacar el máximo partido dada la gran inversión de horas que se debe realizar para ello.
Por supuesto, tendremos otra vía para que el Lobo Blanco mejore tanto su ataque como su defensa, y ésta es la del equipamiento. Los herreros que encontraremos en cada ciudad nos permitirán comprar y crear equipamiento que nos ayude a dar un salto cualitativo en el combate. La creación, similar a la alquimia, hará necesario un diagrama para el objeto y los materiales necesarios para la conformación del mismo, así como también los honorarios del maestro herrero, por supuesto. Aquí encontramos otro aspecto importante, y es un sistema monetario exigente que nos obligará a hacer misiones y encargos con tal de que nuestra economía se mantenga a flote, porque tendremos mucho gasto. Entre comprar materiales para pociones, armas, armaduras y la creación de las mismas, así como reparar todo el material dañado, se nos irá una gran cantidad de dinero. Y es que ya habéis visto a Geralt en los libros, que por muy famoso cazador de bestias que sea, las recompensas pocas veces le sirven de mucho más que para malvivir durante pocos meses.
Pero si estamos satisfechos con el juego a nivel argumental, en lo referente al ritmo, al sistema de combate y a la estructura de misiones, no lo estamos tanto con todo lo relativo a la optimización del mismo. Y es que, antes de hablar de los puntos positivos del apartado visual, hay que dejar claro que el juego tiene un problema en la tasa de imágenes por segundo. Básicamente, cuantos más elementos en pantalla hay, más constante es la caída; aunque también hemos podido detectar estos fallos al inicio de las secuencias cinemáticas (creadas por el propio motor del juego) sin motivo aparente. El resultado es que el proyecto de CD Projekt en PS4 pocas veces corre de forma estable a los 30 fotogramas por segundo prometidos, algo que desdibuja un tanto la experiencia y que en ocasiones puntuales puede incluso afectar a la jugabilidad. Eso por no hablar de algo de popping al cabalgar y ciertos glitches gráficos ocasionales que nos hemos encontrado. Ésto último mucho menos grave que lo anteriormente comentado.
También hay que aclarar varias cosas. The Witcher III: Wild Hunt no es injugable por estos motivos, y las condiciones en las que se han realizado el análisis no serán las mismas que las que se encontrarán los usuarios cuando tengan el juego en las manos. La razón principal es que la versión que nos facilitó el estudio polaco no contaba aún con el “parche día cero”, y que tiene previsto, entre otras cosas, mejorar la estabilidad y los problemas de rendimiento.
Pero ante la decepción que supone este hecho, lo cierto es que todo lo demás impacta sobremanera. A pesar del polémico downgrade del que se ha hablado estos días (y que tiene más que ver con la versión de PC, que en condiciones óptimas se verá mucho mejor), The Witcher III: Wild Hunt nos ofrece uno de los espectáculos visuales más destacados de lo que llevamos de generación. Las expresiones faciales de los personajes quitan el hipo, el enorme entorno sobre el que cabalgamos con Geralt de Rivia nos deja estampas de postal, el detalle de los interiores es abrumador, la iluminación es de lo mejor que hemos visto hasta ahora en PlayStation 4… Toda una serie de aspectos que, de no ser por el problema de estabilidad, colocarían al juego de inmediato en el referente técnico de la generación.
Lo cierto es que desde Red Dead Redemption prácticamente no sentíamos la necesidad de ir de un lugar a otro sin tocar para ello el viaje rápido. Esto nos ha ocurrido porque lo que veíamos nos agradaba, porque disfrutábamos visualmente de un entorno que, además, es inmersivo hasta niveles increíbles. El paso de la noche al día con los anaranjados tonos que bañan los bosques, las simples nubes que juegan con los la luz del sol y de la luna, los cambios metereológicos que traen la lluvia o el viento. Situaciones increíbles de un mundo vivo que no queríamos perdernos. Al igual que los paseos por las ciudades, como la imponente Novigrado que se ve azotada por la amenaza de los sacerdotes del Fuego Eterno, así como el comportamiento de los habitantes que la forman. Pero también el entrar dentro de cada casa o castillo de un mapa que no cuenta con tiempos de carga (a excepción de cuando morimos, y que son algo extensas), permitiendo admirar los pequeños matices que la decoran.
Por supuesto, el sonido no se queda atrás. The Witcher III: Wild Hunt cuenta con una magnífica banda sonora a cargo de Marcin Przybylowicz, con música que cambia dependiendo de la región o el momento dramático en el que se puedan centrar las escenas cinematográficas, pero también cuando estamos delante de una pelea, tanto de las ordinarias como de las más importantes. Otro punto a favor de la inmersión que se acaba de apuntalar con el doblaje. Lamentablemente no contamos con voces en castellano (sí con subtítulos, claro, aunque de un tamaño demasiado pequeño), pero a cambio podemos escuchar intervenciones tan magistrales como la de Charles Dance (conocido por la mayoría seguramente por su papel de Tywin Lannister en la serie de HBO Juego de Tronos) poniendo voz a Emhyr var Emreis, Emperador de Nilfgaard.
Todo lo que hemos comentado en este extenso análisis pretende evidenciar sobre todo la potencia argumental que exhibe The Witcher III: Wild Hunt y cómo ésta supone el camino para llegar a la máxima diversión del usuario apoyándose en una buena jugabilidad, un contexto muy interesante y una cantidad de tareas por hacer que nos entretendrán durante muchísimas horas. Seguramente esa sea la mayor virtud del juego, que acaba de forma fulminante con el típico cansancio que se genera en títulos de esta índole poniendo como solución la necesidad de saber más y más de la historia por parte del jugador. Todo esto ocurre, justamente, porque cada misión principal y cada tarea secundaria tiene un sentido, algo que no estamos acostumbrados a ver en el género RPG.
Estaríamos ante un juego todavía mucho más grande (si cabe) si los errores de optimización no hubieran estado presentes durante la sesión de análisis, pues las caídas en los fotogramas alejan la sensación de satisfacción que The Witcher III: Wild Hunt desprende desde el primer momento. A pesar de todo, sigue siendo un grandísimo proyecto, que si no llega a las cotas de excelencia que todo el mundo esperaba, sí que ofrece una experiencia sobresaliente en el resto de aspectos que componen el juego.