H. P. Lovecraft creó un gran universo mediante sus relatos y novelas de terror y ciencia ficción ya hace un siglo.
Este universo se ha hecho un hueco en el Hall de la Fama en cuanto a literatura de su género se refiere, e incluso ha tenido importancia en el terreno de los juegos de mesa o en el cine.
Desgraciadamente, hace ya mucho que Cthulhu no consigue tomar una forma que haga honor a su grandiosidad dentro del mundo de los videojuegos, pues la mayoría de los títulos actuales no han estado a la altura de lo esperado.
Esta vez, Frogwares, padres de los últimos títulos de Sherlock Holmes, se ha atrevido a adaptar este gran universo en un nuevo título. ¿Han conseguido recuperar la gloria perdida? Dentro análisis.
Delirios en la mar
The Sinking City se ambienta en la década de 1920, y nos pone en la piel del detective privado Charles Reed , el cual llega al pueblo de Oakmont a causa de las pesadillas que sufre cada noche, y que parecen indicarle que esta villa es el origen de todo.
Al llegar, nos encontramos con un pueblo totalmente aislado del continente debido a una catástrofe natural reciente conocida como La Inundación, culpable de que la mayoría de las calles del pueblo estén anegadas de agua o plagadas de extraños monstruos que acosan a los lugareños.
Tras indagar un poco, nos cercioramos de que en este pueblo habitan tres tipos distintos de seres humanos: Los normales, los «simios», cuya máxima representación recae en la familia Throgmorton, y los innsmouthianos , refugiados extranjeros con facies de pez que ahora residen en Oakmont a causa de La Inundación, y en parte maltratados y vejados por el resto.
Nuestro cometido será intentar ayudar a los lugareños en sus problemas privados para ganarnos su favor y que nos ayuden a encontrar el origen de los devastadores delirios que sufren tanto nuestro protagonista como muchos de los habitantes de este oscuro pueblo.
Como es de esperar en un juego basado en la mitología creada por H.P Lovecraft, tanto la ambientación como la historia buscan dar esa sensación deprimente, tensa y oscura que caracteriza a sus obras, y en gran medida lo consiguen, ya que la ciudad en sí intenta reflejar la decadencia propia de este universo, además de utilizar tópicos como sectas enloquecidas, criaturas monstruosas o la búsqueda del terror más mental.
Por desgracia, esta es de las pocas cosas buenas que encontraremos en este título, ya que, una vez más, parece que las prisas y la falta de pulido han provocado que la genialidad del mundo que pretende abordar se quede muy por debajo de lo esperado.
Un detective un tanto especial
Como detective privado, nuestra labor consiste en resolver casos, que actúan a modo de misiones principales y secundarias.
Por ello, debemos seguir las distintas pistas que los diferentes personajes nos van dando, ya sean descripciones, localizaciones o vagos relatos sobre los que intentar sacar algo en claro.
Charles Reed no es un detective cualquiera, ya que además de la intuición y la pericia ya perfeccionadas por la práctica de su profesión, posee un poder especial llamado el Ojo de la Mente, con el que puede ver sucesos ocurridos en el pasado y así encontrar pistas nuevas y atar cabos sueltos.
Gracias a esta mecánica, podemos inspeccionar los distintos elementos del escenario para averiguar quién estuvo ahí, qué hizo y por qué lo hizo, y así descubrir cosas que una persona normal no podría saber.
Pero ojo, abusar de esta mecánica disminuye nuestro nivel de cordura, por lo que debemos racionar su uso.
Para aclarar nuestras ideas según investiguemos, podemos enlazar pistas para crear deducciones en el Palacio de la mente y así estructurar todo lo que sabemos acerca de un caso hasta el momento.
Así pues, los casos siguen un patrón constante, que consiste en desplazarnos a una localización, investigarla, encontrar nuevas pistas e ir a un nuevo lugar en busca de más información tras analizar lo escrito en nuestro Cuaderno.
Esta mecánica de investigación es bastante agradable e interesante, puesto que no solamente podemos usar nuestras habilidades y experiencia en la búsqueda de pruebas, sino que también podemos acudir a los edificios emblemáticos de la ciudad, tales como el hospital, el ayuntamiento o la biblioteca para buscar nuevas pistas en sus archivos.
Por desgracia, aunque se pretende dar variedad a esta mecánica, enseguida podemos caer en la monotonía, en parte porque al buscar que encontremos la manera exacta de llegar a la siguiente pista se crea una artificialidad innecesaria (si buscamos la localización de una tienda en concreto por poner un ejemplo, aunque los lugareños o los distintos personajes nos lo pudiesen indicar, debemos ir al lugar exacto donde encontrar esa información), y en parte porque el desplazamiento por la ciudad es tedioso y aburrido.
La ciudad de Oakmont está dividida en barrios, y desde el principio tendremos total libertad para recorrerlos, ya sea a pie, en las zonas transitables, o en barca, un transporte indispensable, ya que las frías aguas de esta ciudad están llenas de cosas que nadie quiere ver, y mucho menos encontrarse nadando.
Para situarnos en Oakmont disponemos de un mapa en el que debemos situar las pistas halladas para así poder dirigirnos a los lugares apropiados, además de ir apuntando los lugares de interés que vayamos encontrando.
Aunque el intento de ambientar una ciudad decadente y ruinosa es bastante aceptable, las calles de Oakmont se sienten artificialmente vacías, ya que pese a que hay NPCs en ellas, son totalmente insulsos, no interactivos y aparecen y desaparecen de forma espontánea al girar la cámara.
Lo único para lo que merece la pena explorar es para encontrar las cabinas de viaje rápido con las que desplazarnos de un lugar a otro con algo más de rapidez, aunque los tiempos de carga son algo elevados, y aparecen de forma constante, ya sea al entrar a edificios, al morir, al cambiar de zona…
Así pues, la mecánica de la investigación queda manchada por una ciudad medio vacía, una exploración aburrida y unas tediosas pantallas de carga que lastran completamente la experiencia.
La mayor parte de la acción se encuentra en las zonas infestadas, pequeños trozos de calles aisladas del resto por barricadas, en cuyo interior encontraremos jugosos botines pero a su vez una gran cantidad de monstruos, por lo que depende de cada uno y de su situación la decisión de entrar en estas zonas.
Un intento de aportar variedad a esta situación está en los tramos en los que nuestro querido detective se enfunda un traje de buzo para lanzarse al fondo del mar, ya que aunque son zonas prácticamente pasilleras, todo tipo de horrores se esconden debajo del agua y la sensación de indefensión es mucho mayor que en la superficie.
Combatiendo a un terror cósmico
The Sinking City asienta sus bases en las mecánicas de shooter en tercera persona y un mundo abierto que recorrer y explorar, por lo que en la piel de Charles Reed podemos utilizar distintas mecánicas para este cometido.
En un principio tan solo estaremos armados con una pistola y una pala, con la que atacaremos cuerpo a cuerpo, a las que se suman los señuelos, trampas y curaciones (tanto de nuestra salud como de nuestra cordura) en una rueda de elección que desplegamos pulsando L1.
Podemos correr, encaramarnos a distintas superficies y agacharnos para intentar ser sigilosos, mecánica prácticamente inútil ya que los enemigos no tienen una detección fija y tan pronto podemos pasearnos a su lado sin ser descubiertos como ser vistos a diez metros de distancia.
Todas estas opciones son toscas y poco naturales, de manera que el gameplay se vuelve muy duro cuando queremos realizar acciones más complejas, como intentar acabar con un grupo elevado de enemigos mientras esquivamos sus ataques.
El gunplay también queda algo artificial, siendo una mera excusa para «limpiar zonas» antes de investigarlas, sin proporcionar más premio que algo de experiencia y ver nuestros bolsillos vacíos de munición y recursos, pues en el menú podemos utilizar todo lo que nos encontremos por Oakmont para craftear balas, bombas y las distintas herramientas que vayamos desbloqueando.
Como es costumbre en el universo de Lovecraft, la cordura es una parte importante de esta historia, ya que disponemos una barra de la misma, que se ve reducida si contemplamos horrores, tales como macabras criaturas o cadáveres mutilados, y debemos cuidar de no caer presa de la locura o estaremos perdidos.
Tanto por resolver casos como por abatir enemigos, ganaremos experiencia para conseguir Puntos de conocimiento, los cuales podemos invertir en tres ramas diferentes de habilidades, divididas en Combate, Vigor y Mente, de manera que podemos «personalizar» a nuestro detective en función de las prioridades que tengamos, ya que podemos escoger entre aumentar el daño de nuestras armas o la cantidad de munición portada o preferir resistir mejor la cordura y ganar más botín al explorar nuestro entorno, por poner algunos ejemplos.
Un universo demasiado exigente
Si quisiera definir The Sinking City con una frase, creo que la más acertada es que «ha buscado abarcar mucho y no ha conseguido concretar nada».
Es una verdadera lástima, porque las intenciones y las buenas ideas están, pero el juego, al menos en su primera versión, está plagado de fallos, bugs y caídas constantes que destrozan completamente la lograda ambientación que se ha buscado conseguir.
El juego apenas se soporta a 30 frames, y en muchas ocasiones se caen de manera drástica, llegándose casi hasta a congelar la pantalla, por lo que muchas de las animaciones del personaje han sido cortadas o directamente eliminadas, como subirse a la barca o abrir según qué puertas (en su lugar, sí, una preciosa pantalla de carga).
El popping es muy acusado, llegando a cargar de repente todos los elementos de una calle al bajarnos de una barca, pasando de ser un simple pasillo a estar llena de elementos y NPCs, los cuales al girar la cámara 360º, aparecen y desaparecen o se intercambian por otros nuevos.
La gama de colores utilizada consigue crear ese aspecto tan lamentable y deprimente que se le busca dar a Oakmont, y la ambientación de sus calles consigue meternos de lleno en ese turbio y oscuro ambiente si dejamos de lado los fallos técnicos.
Gráficamente está bastante por debajo de juegos de esta generación, ya que tan solo el protagonista y alguno de los personajes secundarios están trabajados, siendo el resto de personajes apenas una mera excusa para dar vida a la ciudad, dándose situaciones desesperantes en alguna ocasión, ya que su IA tampoco está bien programada, por lo que no os extrañéis si matáis a unos cuantos monstruos en una casa y al salir un policía os dispare sin motivo.
Algo a destacar es el apartado sonoro, ya que tanto la banda sonora que acompaña al juego como los escalofriantes efectos de los monstruos y los sonidos de la ciudad consiguen crear una gran atmósfera, que casa muy bien con el universo de Lovecraft.
Por tanto, la historia, la ambientación y las mecánicas de investigación consiguen sostener un título totalmente lastrado por un apartado técnico muy por debajo de la media, además de por algunas mecánicas que se vuelven demasiado repetitivas.