La generación en la que nos encontramos se ha convertido en un verdadero festival de remasterizaciones. Desde que PS4 y Xbox One llegaron a las tiendas a finales de 2013 hemos podido ver un buen montón de títulos de la era de PS3 y Xbox 360 adaptados a las posibilidades técnicas de las consolas actuales, con mejor o peor fortuna. Bethesda, sabedora del tirón que sigue teniendo The Elder Scrolls V: Skyrim se atreve con una versión renovada y revisada de su imprescindible de hace cinco años, tomando prestada la versión más actualizada de PC y ofreciendo todos los extras en un mismo pack.
Al final, con The Elder Scrolls V: Skyrim Special Edition sucede lo mismo que con cualquier otro tipo de remasterizaciones, aunque el título que nos ocupa no sea una remasterización propiamente dicha. Aquellos y aquellas que jugaron al original en su día puede que no encuentren ningún motivo para volver a hacerlo, por mucho que la iluminación esté mejor trabajada o los bugs hayan casi (repito, casi) desaparecido. El resto, tanto los muy fan del título original como quienes no hayan podido hincarle el diente hasta ahora, tienen una excusa perfecta para volver a perderse por las tierras de Skyrim, donde conspiraciones, dragones, trolls, objetivos interminables y personajes de todo tipo nos esperan con ganas de marcha.
Cuando Skyrim llegó a consolas y compatibles en 2011 dejó boquiabiertos a casi todos aquellos que se lanzaron a jugarlo. Aunque la versión para PS3 del título de Bethesda estaba repleta de problemas y errores técnicos que se fueron solucionando tras innumerables actualizaciones, lo cierto es que fuimos muchos los que ignoramos estas cuestiones para dejarnos llevar por la casi infinita experiencia aventurera que la compañía norteamericana se sacó de la manga. Debo reconocer que disfrute de Skyrim en Xbox 360, por lo que me libré de la gran cantidad de problemas que tuvo el título en PS3, algo a lo que estamos tristemente acostumbrados cuando hablamos de juegos de Bethesda, que no llegan bien pulidos al mercado en casi ningún caso, posiblemente por lo ambicioso de su planteamiento rolero de mundo abierto.
Sea como fuere, esta Special Edition presenta una serie de mejoras gráficas que acercan la experiencia a la del juego en un PC de altas prestaciones. Puede que por este motivo, Bethesda descarte tratar Skyrim para PS4 y Xbox One como una remasterización per se, ya que han tomado prestada la versión más actualizada y oficial del título para compatibles y lo han llevado hasta consolas. Con esto en mente, sorprende la belleza de los entornos y parajes de la propuesta, que ya resultaba bella e imponente hace cinco años y que aún se mantiene viva en este apartado. No funcionan igual de bien los personajes y sus modelados, pero esto es algo que ya sucedía en la obra original y no pilla de nuevas a casi nadie.
A pesar de todas estas cuestiones técnicas, por lo que Skyrim conquista al jugador es por su vasto universo. Son tantas las horas de juego que presenta el título, tantos los personajes con los que poder interactuar y tantas las aventuras que poder vivir que el jugador se ve absorbido por una experiencia espectacular que pocos juegos logran transmitir de la misma forma. La sensación de libertad y de mundo propio que presenta la obra de Bethesda sigue presente y resulta una delicia comprobar cómo los habitantes de Skyrim siguen con su vida en todo momento, por mucho que tú estés luchando contra dragones y criaturas de todo tipo. Las misiones secundarias, la guerra civil, las facciones, los objetivos variados, las historias cotidianas que suceden a nuestro alrededor o las leyendas que podemos leer en la casi infinita selección de libros del juego hacen que Skyrim mantenga vivo su atractivo cinco años después de su lanzamiento.
Skyrim marcó el rumbo a seguir para muchos juegos del género RPG hace un lustro y esta Special Edition nos permite redescubrir el por qué de su éxito.
Más allá de la revisión de Skyrim, esta Special Edition del juego de Bethesda presenta los tres contenidos adicionales que han aparecido hasta la fecha para la propuesta, es decir: Dawnguard, Hearthfire y Dragonborn. La inclusión de estas tres expansiones se traduce en otro puñado de horas de juego, con escenarios inéditos en el título original, más misiones para completar, enemigos que no están presentes en Skyrim y, en definitiva, la forma ideal de alargar la experiencia de juego. Luchar contra vampiros, comprar un terreno y criar a nuestros chiquillos adoptivos o investigar tierras lejanas son algunos de los objetivos que afrontamos en estos DLC incluidos en el juego.
Como veis, Skyrim Special Edition presenta sus pros y sus contras, aunque antes de llegar al final de este análisis vamos a dedicar unas palabras a su apartado sonoro. Bethesda apostó por la localización del título a varios idiomas, incluyendo el español, por lo que disfrutamos de un trabajo de doblaje notable que, si bien es cierto que repite un buen número de voces, resulta de lo más plausible si tenemos en cuenta las dimensiones del proyecto. Con todo, el gran aliciente sonoro de Skyrim Special Edition lo encontramos en su magistral banda sonora. Jeremy Soule se saca de la manga un trabajo de composición que resulta imposible de olvidar, con unas melodías que convierten la música de Skyrim en una de las más memorables partituras de la historia reciente de los videojuegos. Es cierto que todo esto ya estaba presente en 2011, pero nunca está de más recordarlo.