Análisis Resident Evil 7
No hemos tenido que esperar mucho para tener Resident Evil 7 en nuestras manos. Capcom anunció el título durante la conferencia de PlayStation previa al E3 2016 y en menos de un año lo encontramos en las tiendas, listo para convertirse en uno de los juegos de la temporada. Y es que, guste más o menos, nadie debería sorprenderse si la séptima entrega de la franquicia se convierte en uno de los juegos estrella de las diferentes plataformas de streaming del momento, éxito que va más allá de su calidad como propuesta, pero que también forma parte de la idea que Capcom tiene de su obra.
Y es que la compañía japonesa se propone, acertadamente, revisar y actualizar una de sus marcas más importantes. Para ello intenta recuperar la tensión y la claustrofobia de los primeros títulos de la franquicia, aunque sin olvidarse en ningún momento del tiempo en el que nos encontramos, un 2017 que viene precedido de éxitos del terror contemporáneo, ese en el que propuestas como P.T., Outlast o Amnesia han cambiado las normas del género. Y es que, por mucho que la nostalgia nos invada a cada paso que damos en la casa de campo de los Baker, no vivimos en 1996. Ya han pasado 20 años desde el estreno de la marca y toca darle otra interpretación.
El efecto sorpresa juega un papel fundamental en Resident Evil 7, por lo que el único detalle argumental que os recordaré es el que todos conocemos: Ethan, un pobre diablo, viaja hasta una zona recóndita de Lousiana en busca de su mujer, desaparecida hace tres años. Capcom recupera la aparente sencillez de una trama de serie B que nos acerca a los orígenes de la marca, a ese primer Resident Evil que transcurría en una misma localización, con diferentes entornos. La compañía japonesa se olvida durante un juego completo de los conflictos globales y nos lleva hasta un lugar tan lúgubre como interesante, un humedal eterno que bien puede esconder muchos secretos.
Llegar «virgen» a Resident Evil 7 es una tarea casi imposible. Después de los diferentes vídeos promocionales y de la demo Beginning Hour (¿Forma parte del título final? Sí y no, ya lo entenderéis) sabemos bastante sobre el planteamiento jugable de la propuesta, incluyendo su apuesta por la primera persona. Al igual que los títulos originales de la franquicia, la primera vuelta es más pausada, requiere más tiempo para resolver algunos puzles e incluso nos desafía en su modo de dificultad normal. Capcom recupera los misterios, las puertas con cerradura que tienen una llave en algún lugar húmedo y oscuro en el que vamos a tener que meter los morros si queremos avanzar. Hay acertijos en el desarrollo del juego, puzles que nos hacen pensar unos minutos, en busca de una solución no muy compleja, pero si bien planteada.
La compañía japonesa hace un esfuerzo importante para dejar atrás la acción palomitera de RE5 y RE6 y vuelve a meternos en pasillos estrechos, con enemigos de pesadilla que nos recuerdan a los monstruos regeneradores de RE4 o a las repugnantes criaturas del primer Revelations. Capcom es consciente, desde el minuto uno de juego, que los aficionados a la saga quieren volver a sentir horror y tensión, por lo que también recupera el inventario limitado, la escasez de munición, los cofres inexplicablemente interconectados y los puntos de guardado. Sí, es cierto, en Resident Evil 7 hay puntos de control, pero si jugamos en una dificultad superior a normal vamos a tener que recurrir a cintas de casete para grabar partida, sin checkpoints que nos salven el culo.
Y todo esto que os comento está genial. Al menos durante los dos primeros tercios de juego. Resident Evil 7 sigue la estrategia de otros títulos de la saga, con una primera mitad de survival horror contemporáneo en el que vamos apurados de hierbas medicinales y contamos con los dedos de una mano las balas de escopeta (no diré más sobre el arsenal, tranquilos). Después, tras una serie de catastróficas desdichas, se puede apreciar un ligero giro hacia la acción, hacia la linealidad jugable, cuestión que al menos a un servidor terminó por dejarle un sabor agridulce tras la primera partida. Una primera partida que tardé en completar 11 horas, tiempo suficiente si RE7 estuviera repleto de contenido extra desbloqueable, algo que no sucede.
Uno de los grandes peros del título de Capcom reside en la escasez de atractivos jugables una vez terminado, más allá de niveles de dificultad adicionales o de extras mediante un polémico pase de temporada. La última palabra la tienen los aficionados, pero la compañía japonesa ofrece un juego más corto de lo deseado, por mucha realidad virtual que tenga y de la que hablaré más adelante. Por suerte, algo que sí hace bien el equipo dirigido por Koshi Nakanishi es virar la perspectiva hacia la ya mencionada primera persona. Aunque en un primer momento puede echar para atrás a los veteranos de la marca, es importante dejar de lado los prejuicios para dejarse llevar por esta nueva perspectiva, que le sienta de maravilla a la franquicia en estos momentos.
Aunque el atractivo de la cámara fija es incuestionable para el terror, la vista en primera persona ofrece nuevas posibilidades y permite, al usuario que se deje llevar, meterse mucho más en la piel de Ethan. Hay sustos inesperados, esos jumpscares que tan de moda están desde hace años, pero Capcom los introduce bien y tira más de tensión y atmósfera que de apariciones inesperadas al girar una esquina. La familia Baker, tan aterradora como carismática, se convierte en protagonista de la función durante buena parte del juego, una versión sureña (redneck, que dirían los yanquis) de Nemesis que encuentro fascinante. Y es que los Baker son los verdaderos protagonistas del título y los responsables de regalarnos los mejores momentos de Resident Evil 7. Todo esto sin olvidarnos de las cintas VHS que muestran hechos del pasado y nos permiten solucionar algunos enigmas.
Capcom sabe que el terror ha cambiado y no es como hace 20 años. Por eso recupera algunos elementos jugables clásicos y aprovecha otros nuevos, propios del horror actual.
Recuerdo, allá por el año 2006, una crítica de la película Las colinas tienen ojos que destacaba la «belleza grotesca» de la cinta de Alexandre Aja. Ese mismo término podría aplicarse a esta séptima entrega numerada de la franquicia, que ofrece algunos de los momentos más bestias que se recuerdan en la serie, con secuencias que tienen poco que envidiar a las vistas en La matanza de Texas y que reafirman el poder de lo visceral en las producciones de terror más intensas.
Capcom hace un trabajo sobresaliente con el apartado técnico de Resident Evil 7, con unos entornos repletos de detalles, de pequeños objetos cotidianos, de paredes desconchadas, de parquet con humedades, de óxido enfermo que da pavor. El juego llega sin actualización day one, sin un parche de varios GB que solucione errores a última hora, dejando claro que Capcom se ha tomado muy en serio la presentación final del título*. Hay pequeños errores, como alguna carga de texturas tardía, pero nada que saque del ambiente malsano del título.
Dicho todo lo anterior, seguro que algún youtuber rompe el juego y consigue lanzar un vídeo «cómico» que deje mi argumento por los suelos, pero no me topé con ningún bug importante durante el análisis del título, lo que bien merece una mención. En lo que respecta a los personajes y criaturas (no hay una gran variedad de enemigos), destaca el buen modelado de todos y cada uno de los protagonistas, con algunas expresiones faciales aterradoras. El título se mueve siempre a 1080p y 60 FPS y hace buen uso del potencial de PS4 Pro, consola en la que he analizado el título. La tecnología HDR consigue momentos únicos, aunque los usuarios del modelo estándar de PS4 pueden respirar tranquilos, puesto que dicha versión también luce de maravilla.
Resident Evil 7, además, llega completamente localizado el español, con una traducción y un doblaje de gran calidad. La interpretación de las voces en nuestro idioma consigue transmitir todo tipo de sensaciones, aunque resulta curioso que Ethan sea el que menos cumple en este sentido, puede que por las propias limitaciones del personaje. Capcom sabe lo importante que es la ambientación en un juego como este, por lo que utiliza una biblioteca de sonidos tan desconcertante como intensa, con pisadas, golpes lejanos, ruidos guturales y todo tipo de efectos que consiguen su máxima expresión con un buen equipo de sonido.
Con todas las cartas sobre la mesa, faltaba hablar de Resident Evil 7 en realidad virtual. El título de Capcom es el primer gran juego que aprovecha las posibilidades de PlayStation VR y su capacidad para meternos de lleno en esta aventura de terror es incuestionable, aunque hay determinados elementos que no han terminado de convencerme, como el sistema de control. Aunque RE7VR (me vais a permitir que lo denomine así) sea el juego más potente de realidad virtual en lo audiovisual, su manejo dista de estar a la altura de las circunstancias.
El control de Ethan se realiza de la misma forma que en la versión estándar del juego, con la salvedad de que nos movemos en la misma dirección hacia la que miramos. Esto hace que terminemos alcanzando posiciones poco cómodas para nuestro cuello y optemos por utilizar el stick derecho del DualShock 4, que proporciona un giro instantáneo de 30º en el posicionamiento de la cámara. Todo estos aspectos técnicos pueden ser algo complejo de explicar, por lo que seré más claro: no me sentí cómodo. En las secuencias de exploración y relativa calma, RE7VR funciona de maravilla, pero cuando debemos enfrentarnos a alguna criatura o intentamos huir, la cosa se complica. Además, las escasas secuencias cinemáticas se muestran como en una pantalla de cine, por lo que nos saca durante unos segundos de la inmersión jugable general.
Es posible que todo esto venga derivado de mi escasa habilidad a los mandos con un casco de realidad virtual, pero aquí todo se basa en las sensaciones y no son las que esperaba. Ambientación e inmersión son sensacionales, pero creo que la tecnología de la realidad virtual aún presenta problemas importantes en su control, por lo que RE7VR me termina pareciendo un complemento que no todos los jugadores van a disfrutar. Un extra bonito y caro de hacer, estoy seguro, pero un extra que no me sirve para ampliar la experiencia de juego una vez terminada la partida estándar, que es como está realmente pensada la propuesta.
Resident Evil 7 hace muchas cosas bien, aunque otras dejan una sensación agridulce al terminar la partida. El regreso de elementos clásicos del género survival horror como la gestión de recursos, los puzles o las hierbas medicinales se dan la mano con la vista en primera persona y otras características propias del terror contemporáneo para modernizar la marca Resident Evil y dejar a un lado la acción desenfrenada de las dos últimas entregas numeradas. En la parte negativa nos encontramos con un título que ofrece pocos incentivos para su rejugabilidad, más allá de niveles de dificultad adicionales o de contenidos extra a precio de oro que llegarán con su pase de temporada. Y sí, hay un DLC gratis en camino, pero la balanza no parece equilibrada.
También choca lo lineal que se vuelve la trama en su último tercio y una realidad virtual que está maravillosamente conseguida en lo técnico, capaz de transportarnos hasta el lugar de la acción, pero que se vuelve molesta en su control cuando llega la hora de combatir o de dejar de lado la exploración. Resident Evil 7 se siente como un Resident Evil, aunque para ello es importante dejar los prejuicios a un lado desde el primer momento. Esta primera toma de contacto de Capcom con la nueva perspectiva para la marca ofrece momentos memorables, aunque también deja espacio para mejorar y conseguir un probable Resident Evil 8 más redondo.
*Durante el análisis del título no estaba disponible la actualización «dia uno» con la que finalmente llega el juego a las tiendas.