Análisis Homefront: The Revolution

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La Filadelfia rebelde no consigue alzarse, la revolución se queda en silenciada muchedumbre
Por Javi Andrés 25 mayo, 2016

Se veía venir, y así ha acabado siendo. Homefront: The Revolution es un juego mediocre, que plantea algunas ideas interesantes que es probable que veamos desarrolladas en el futuro del género y hace las cosas que intenta medianamente bien, pero que hoy en día ni brilla, ni llama la atención, y ni siquiera alumbra. Castigada por un desarrollo demasiado largo y con muchas manos muy distintas interviniéndola, esta secuela de uno de los shooters más ruidosos de 2011 y entonces bajo el sello de THQ ha acabado a cargo de un equipo pequeño y joven, Dambuster, que ha hecho lo que ha podido, pero donde también hay especialistas que parieron algoritmos del calibre de GoldenEye 64 o TimeSpliters 2, recordadísimos FPS de Nintendo 64 y PS2 respectivamente, con el entonces prolífero grupo de Free Radical. The Revolution tiene un poco aquel síndrome que tuvo Duke Nukem Forever, es un destartalado y desfasado Frankenstein concebido por demasiadas formas de entender los videojuegos, desde la pasión técnica de Crytek imponiendo el motor gráfico que ellos mejor dominan, hasta la idea inicial con toda la hipótesis de Corea dominando el mundo como telón de un fondo que al final es otro. Su director lo explicaba y se excusaba, ha sido un camino duro.

Este Homefront, que deja atrás toda la crudeza macabra norcoreana contada en el primero, presenta otro escenario y abre su esquema de juego hasta el modelo sandbox a lo Far Cry, se mueve con Cry Engine, sí, pero en un resultado audiovisual flojísimo que nada tiene que ver con juegos de mismo motor, de hace un tiempo y bastante por encima como Crysis 3 o Evolve. En casi todo, el resultado en pantalla parece del promedio bajo de la generación pasada. También en programación de Inteligencia Artificial torpona y de pocos reflejos, en errores de código o bugs con el respawn, o en el planteamiento repetitivo que se percibe a las 5 o 6 horas de juego de las más de 16-18 que necesita su campaña para mostrar los títulos de crédito. Cuestiones del género al que responde y la serie de creativos que han querido imprimir diversas tonalidades sobre un mismo lienzo al final inconexo y con machas.

A cambio, hay que elogiarle que consigue otorgar pequeñas dosis de satisfacción y acierto que aparecen en cuanto se le presta paciencia y se le quita de encima el ojo crítico o comparador. Los retazos de TimeSplitters -que comentaba antes- se deducen de una personalización de armas y personaje muy digna, de algunos diseños de niveles bastante bien trazados para ser un reto, de una ambientación conseguida y de un cuidado sonoro que sí alcanza estándares más notables, también con su localización al castellano. Se nota que ha sido, también, una cuestión de presupuestos y reducido equipo encargado de concluirlo.

El multijugador cooperativo, ofrecido en una atrevida beta abierta hace unas semanas que sirvió de primera prueba para el público de que esta producción no había acabado del todo bien, es un añadido que aquí, con una campaña plagada de topicazos, bajones, y que no dice mucho, acaba teniendo tanto peso como el singleplayer. Momentos grandes o buenas misiones de aquella rescatados, personalización y progreso pero una IA enemiga igual de rudimentaria y escenarios bastante más reducidos. Los problemas de Homefront: The Revolution, en general y en sus dos modos, son los mismos que los de otros shooters insulsos, mal acabados en aspectos técnicos concretos y de los que no justifican su precio en un momento cargado de ideas y búsqueda de innovaciones como el que vivimos actualmente. Ya no todo vale. Este título por 15 o 20 euros puede llegar a ser recomendable, pero no por 70.

Volviendo a conceptos y esquemas, el mapa abierto con distintos distritos separados por tiempos de carga a veces excesivos dibuja una historia bien contada y una buena oportunidad para los continuos viajes en moto entre basura. La situación en la ciudad que sirivió como primera piedra del imperio norteamericano, Filadelfia, es catastrófica y el control total de un nuevo ejército asiático todopoderoso machaca a los ciudadanos de a pie. La misión, un poco la de siempre, liderar un pequeño escuadrón de rebeldes haciendo recaditos aquí y allá, rescatando a un informador, saboteando un convoy, arrasando un cuartel enemigo o robando material útil para darle la vuelta a esta guerra que verdaderamente hace sentir cierta opresión al jugador.

Ideas del Homefront de 2011 trasladadas al formato sandbox, lo que ralentiza los ritmos de acción, llena de puntitos y deberes el mapa, y erradica scripts y espectacularidad programada. Pero, a cambio, presenta un componente táctico 360º a la hora de obligarnos a pensar un poco antes de entrar en a saco en las zonas de peligro. Hay sigilo y hay secundarias, como no podía ser de otra forma y como muchos acabarán odiando. El diseño de los niveles con varias entradas y alturas, enemigos colocados con astucia, etc. presenta ciertas situaciones interesantes cuando ya han pasado unas cuantas horas tras el arranque de la campaña, más flojo que la segunda mitad.

También es una buena idea mal ejecutada el conjunto de habilidades plataformeras de los personajes, para favorecer las búsquedas incansables y necesarias en distintos niveles de altura y grises escombros pero que, muchas veces sobre todo al principio hasta que le captemos el comportamiento y tacto, no responden bien en los agarres o los impulsos. Pese al intento y motivación, este segundo Homefront no es, ni de lejos, Dying Light, Black Ops III o Mirror’s Edge, los mejores exponentes en esto del parkour en primera persona. Los puntos de control y los reinicios de tareas opcionales no están bien medidos, lastrando aún más todo esto.

El 2027 en una Filadelfia devastada donde se ambienta el juego ha dado cierto margen de maniobra a sus desarrolladores para buscar un poco más de variedad de gameplay, además, con gadgets y armas potenciadas. Mejorar las armas se hace en tiempo real, sin que se pare la acción, y eso genera situaciones de tensión y pura supervivencia que, sinceramente, rinden muy bien en ese cometido y dan identidad al producto frente a shooters genéricos. El problema viene en los tiroteos en sí, especialmente lastrados en PS4 por un framerate cargado de altibajos molestos que rompen fluidez y precisión, y una IA enemiga y aliada que deja ver sus vergüenzas con situaciones directamente ridículas.

Machacar a un rival ante los ojos de uno de sus compañeros no siempre hará que nos detecten, llamar la atención de un centinela claramente no asegura que se líe a dispararnos. Correr hacia un adversario que mira de frente casi siempre garantiza poder llegar hasta él y asestarle un letal cuerpo a cuerpo. Asuntos disparatados, que en dificultades altas no se arreglan tampoco ya que Homefront: The Revolution sube el reto haciendo más dañinos los balazos recibidos y menos numerosos los recursos de resistencia, dinero y mejora, sin más.

El esqueleto sandbox por distritos viene con lo mejor y lo peor que eso conlleva. Hay numerosas tareas calcadas entre sí y misiones finales de limpieza de mapa y cosas por hacer para tomar por completo cada zona. También contamos con teléfono móvil protagonista para llevar la cuenta de qué queda por completar, hackear con minijuegos determinados dispositivos para que funcionen a nuestro favor o, lo más importante, usar su cámara fotográfica para mirar a distancia y marcar enemigos antes de entrar al asalto. Al menos en todo esto el framerate no lastra la experiencia, pues en cuanto nos liamos a tiros más vale cruzar los dedos y tener suerte de que no dé demasiados tirones. Y eso, en 2016, es intolerable. Pasa algo parecido con cargas concretas de zonas con NPCs, que a veces dejan texturas planas a la vista o generan poping de personajes indiscutible y hasta escandaloso. Por suerte, la iluminación general y el acabado de los protagonistas salva el conjunto técnico del completo desastre gráfico que vaticinan algunas áreas y estampas.

50
Jugabilidad: 4
Gráficos: 5
Sonido: 7
Satisfacción: 4

Análisis

Oportunidades perdidas, búsqueda de frescura mal ejecutada y sosísimo despliegue gráfico. Dambuster necesita más tiempo, personal y dinero para poner en pie y con buen rendimiento lo que tenía en mente. The Revolution premiará a los más pacientes, conformistas y generosos con buenos momentos de tensión, diseños de niveles interesantes, una ambientación digna o cierta experiencia de supervivencia. Pero, para el resto de los mortales y los jugadores que conocemos bien el género y la cuantiosa oferta, la apuesta de este segundo Homefront se ha quedado muy por debajo de la media.