Desde que Vanillaware —estudio afincado en Osaka que nace gracias al arrojo y empeño de varios extrabajadores de Atlus—, se tomara como principal objetivo desarrollar videojuegos artesanales ante la oleada de productos en 3D que invadía el mercado, no tardaría en hacerse con una amplia legión de fans.
Su director, George Kamitani, siempre ha demostrado un gran respeto y admiración por los artistas clásicos, el arte Japonés del Ukiyo-e y, en consecuencia de todo ello, el creativo ha demostrado un gran apoyo a las técnicas de expresión artística originales. Es por ello que, tras fundar el estudio y diseñar un amplio conjunto de herramientas específicas para sus videojuegos, Kamitani siempre tuvo en mente el desarrollo de Dragon’s Crown.
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Y es que, mientras multitud de grandes empresas celebraban interminables reuniones para decidir si sus próximas producciones utilizaría motores 3D propios (con el gasto que ello conlleva) o aprovechaban los últimos avances en herramientas como Unreal Engine (con su ventajas y desventajas), Vanillaware se especializó en la creación de motores bidimensionales cuyos escasos elementos 3D siempre estarían basados en técnicas de pintura y dibujo originales. Los primeros —sorprendentes— resultados no se hicieron esperar: Odin Sphere vió la luz en PS2 para demostrar al mundo lo lejos que estaban las técnicas tridimensionales sin ni siquiera rozar lo que posibilitaba el mundo de la creación bidimensional artísticamente hablando.
Hoy por hoy, las cosas han cambiado mucho dentro del sector, los gráficos tridimensionales no suponen una limitación tan drástica para los creativos, y el realismo que se puede alcanzar sorprende con la llegada de los nuevos sistemas de entretenimiento domésticos. A pesar de todo ello, Vanillaware sigue fiel a la esencia que demostró con títulos como Muramasa: The Demon’s Blade, para brindarnos la posibilidad de disfrutar con Dragon’s Crown, un beat’em’up ARPG bidimensional que nos recuerda a joyas como Dungeons and Dragons o Golden Axe. Efectivamente, la combinación de elementos resulta explosiva y, en el plano visual, tan vibrante como las capas de color que conforman sus escenarios.
La ambientación de Dragon’s Crown es un fiel reflejo del género en el que se basa: nada más comenzar deberemos elegir entre el amplio plantel de personajes (Enano, Amazona, Hechicera, Mago, Guerrero y Elfa) para desarrollar nuestro héroe/heroína. A partir de ahí, llegaremos al fastuoso mundo de Hydeland, un imperio formado por impresionantes ruinas, frondosos bosques, peligrosos laberintos y espectaculares paisajes de fantasía. En él habitan dragones, arpías, muertos vivientes, hombres reptil, minotauros y toda clase de bestias maléficas que conforman un bestiario de órdago.
Y es que el caos se ha cebado con Hydeland, sobre todo tras la desaparición del rey y la confrontación entre los distintos pueblos que dan vida al Imperio. Además, no son pocos los tesoros escondidos en los más profundos laberintos de estas tierras, por lo que la lucha en aras de conseguir fama y riqueza atrae a los más valientes guerreros desde las tierras más lejanas. Y eso mismo sucede a nuestro personaje, pese a que la fama y la riqueza pasen a un segundo plano cuando se nos otorga el destino de salvar al mundo y encontrar el poderoso Dragon’s Crown (una reliquia que otorga el poder de controlar a los dragones).
Bajo esta trama se articula el videojuego que nos ocupa. Si bien es cierto que no es lo más importante de la aventura, el argumento de Dragon’s Crown sirve para justificar de forma perfecta el desarrollo de este juego. Empezaremos jugando la campaña local, iremos superando niveles y realizando diversas misiones secundarias para mejorar a nuestro personaje, equipándolo con complementos cada vez más potentes, mientras conseguimos todo tipo de habilidades y ganamos dinero a cada paso, para introducirnos en el modo multijugador online cuando alcancemos el nivel suficiente como para desbloquearlo (aproximadamente nos tendremos que pasar la mitad del juego en modo de dificultad Normal).
A partir de ese momento las opciones de Dragon’s Crown se desatan mucho más allá de su modos locales (el multijugador offline si que está disponible desde el principio y en el modo un jugador iremos resucitando personajes que nos ayudarán en la aventura, eso sí manejados por la IA). Para logar superar modos tan desafiantes como el Difícil o el Infernal, deberemos subir de nivel a nuestro personaje, ataviarlo con los más poderosos complementos y, si es posible, formar grupo con otros jugadores para elaborar la combinación perfecta de efectivos. Y es que en la variedad está el gusto, y de eso Dragon’s Crown nos da dos tazas y media.
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En primer lugar, nos daremos cuenta de que los personajes, a pesar de estar divididos en dos grupos generales, cuentan con sus propias artimañas y estilos de control. Por ejemplo, a pesar de que la Amazona, el Enano y el Guerrero pertenecen al grupo más ofensivo físicamente hablando, la primera es muy ágil, el segundo es especialista en los ataques cuerpo a cuerpo aunque vaya desarmado, y el tercero cuenta con una gran habilidad en los combos aéreos.
Por otra parte, la voluptuosa hechicera será especialista en conjuros de asistencia y ataque utilizando los elementos esenciales, la Elfa nos sorprenderá con sus acometidas a distancia mediante el arco que porta, mientras que el Mago hará gala de una gran capacidad de destrucción masiva con sus invocaciones. A medida que superemos niveles nos iremos acostumbrando a nuestro personaje, se nos abrirán distintos caminos en forma de misiones secundarias, y superar todos los capítulos del juego se convertirá en una adictiva práctica si queremos mejorar a nuestro héroe. Y es que con cada nuevo avance conseguiremos dinero (para comprar nuevos artilugios, protecciones y productos complementarios) y puntos de habilidad (que podremos canjear por numerosas mejoras).
Según el personaje que estemos controlando, podremos intensificar sus habilidades de ataque, conseguir hechizos cada vez más potentes, u otorgarle distintas ventajas que mejorarán su disposición defensiva ante los más peligrosos enemigos. Porque no sólo de enemigos básicos vive Dragon’s Crown; a lo largo de la aventura nos enfrentaremos, en cada uno de los niveles, a un repertorio de enemigos finales que sorprenden tanto por su brutal (y en muchos casos gigantesco) aspecto, como por su dificultad. Este último punto es importante porque, una vez superemos Dragon’s Crown por primera vez, la segunda partida nos ofrecerá rutas alternativas (eso sí en los mismos escenarios) y combates con enemigos finales totalmente inéditos, cuya dificultad nos obligará en muchas ocasiones a gastar una gran cantidad de dinero para resucitar a nuestro personaje mientras nos ayudamos de poderosos compañeros vía online.
Todo este esfuerzo tendrá su recompensa: para desbloquear los extras y complementos del juego deberemos dedicar muchas horas a Dragon’s Crown. Pese a que la primera partida se puede superar en unas 13 o 14 horas, hay mucha gente a nivel internacional que ha disfrutado del juego de tal manera, que ha invertido más de 30 horas en el desarrollo de diferentes héroes en aras de superar todos los niveles de dificultad. Y este aspecto lo facilita su pulida jugabilidad.
Dragon’s Crown cuenta con un sistema de combate sencillo, donde el salto, la defensa, el ataque continuado y la utilización de golpes especiales con el timing correcto conformarán la tónica del título. Además, durante la aventura nos acompañará la simpática hada Tiki para indicarnos el camino a seguir, y un ayudante que nos permitirá abrir cofres y desatrancar todo tipo de puertas. En otro orden de cosas, mediante el stick derecho manejaremos en cualquier momento del juego un puntero que nos servirá, además de para darle indicaciones a nuestro ayudante, para desvelar numerosos tesoros, joyas y monedas escondidos en cada uno de los escenarios que iremos visitando.
Desafortunadamente el desarrollo de Dragon’s Crown tiene un pero: la sensación de déjà vu puede invadirnos, incluso durante la primera partida, debido a que las misiones secundarias nos obligan a completar varias veces las mismas fases con escasas diferencias. Además, una vez superada la primera vuelta, y a pesar de la incursión de nuevas rutas dentro de los mismos entornos, la repetición de escenarios se volverá a convertir en la tónica general, tanto si jugamos online como offline. Para amortiguar este aspecto, Vanillaware nos permite desbloquear un modo Coliseo después de pasarnos la aventura en modo normal, hecho que nos brindará la oportunidad de luchar directamente con jugadores de todo el mundo para ganar dinero de forma masiva, o caer de forma irremediable en la más absoluta decadencia (el nivel de muchos contendientes nos dejará estupefactos).
Uno de los aspectos estrella de todo videojuego de Vanillaware que se precie es el gráfico. Dragon’s Crown hace gala de un apartado visual apabullante, un diseño de personajes de gran calidad que no te dejará indiferente (o lo odias o lo amas) y un cuidado por el detalle a la altura de los más grandes.
Las técnicas de animación que utiliza este afamado estudio permite un acabado estético impactante. Los personajes principales se muestran impresionantes en pantalla, cuentan con un planteamiento cromático que parece pintado al óleo, y nos regalan animaciones como nunca antes habíamos visto. Resulta impresionante ver ondear el pelo o los ropajes de la Hechicera, brillar a la luz del sol la armadura del Guerrero mientras sus piezas se mueven independientemente en cada ataque, o disfrutar con los gráciles movimientos de la Elfa.
Los enemigos no le van a la zaga, mostrando variadísimos diseños en los rivales habituales, y una impresionante puesta en escena visual en los jefes de nivel. Por otra parte, los diferentes escenarios que nos encontraremos durante el juego generan la sensación de profundidad mediante numerosos planos de scroll y la implementación de diversos elementos tridimensionales. Todo ello sin abandonar en ningún momentos el aspecto característico de artwork que desprende todo el juego, lo que da como resultado una experiencia visual tan detallada como la que hemos podido disfrutar en títulos como Rayman Legends. La polémica llega en el diseño de sus personajes, cuyas desproporcionados elementos pueden caer en el terreno de lo grotesco para muchos usuarios, sobre todo en lo referente a la recreación de los atributos de las féminas del juego (especial mención para la hechicera en este aspecto).
Para finalizar, tanto la música (que combina de forma orquestal ritmos celtas con acordes de clara inspiración medieval y preciosos acompañamientos corales) como los efectos de sonido del juego (podremos elegir entre audio inglés o japonés) conforman un acompañamiento de excepción para el barroco acabado estético de Dragon’s Crown. Hitoshi Sakimoto vuelca toda su experiencia durante más de veinte años componiendo bandas sonoras (es el responsable de Final Fantasy XII o Valkiria Chronicles) con una puesta en escena musical espectacular a la par que delicada. Una lástima que sus diálogos no estén subtitulados en Español, ya la historia resulta bastante entretenida.
Dragon’s Crown, en primera instancia, sorprende por su recargado y estimulante apartado técnico. Unos diseños de personajes contundentes cobran vida gracias a un sistema de animación revolucionario, que nos conquista cada vez que nos ponemos ante un juego de Vanillaware.
Pero no todo queda ahí: su variado planteamiento jugable, que mezcla sabiamente el género brawler tradicional con un desarrollo JRPG bien calibrado, nos permitirá disfrutar mientras superamos desafíos, conseguimos nuevas habilidades y sacamos el máximo partido a sus modos online, algo que ha logrado reunir de forma virtual a todos los seguidores de Vanillaware para poderlo disfrutar en comunidad.