Bethesda se ha propuesto resucitar los grandes nombres del género shooter clásico cueste lo que cueste. En 2014 le encargó al estudio MachineGames el desarrollo de Wolfenstein: The New Order, propuesta que terminó resultando de lo más notable y todo un delirio para los amantes de la acción en primera persona, dejando de lado cualquier aspecto multijugador y centrando todo su esfuerzo en una campaña que resultaba de lo más divertida. Ahora le toca el turno a Doom, que renace de sus cenizas cual ave Fénix gracias al trabajo de id Software, que ya en el año 1993 se encargó de realizar el juego original, con los archiconocidos John Carmack y John Romero como cabezas pensantes.
Ahora, en pleno año 2016 y sin rastro de Carmack o Romero en la compañía, el estudio se atreve con una revisión del clásico de los 90, apostando muy fuerte por un estilo de juego que se olvida de coberturas y estrategias para centrarse en el movimiento, la velocidad y la acción sin freno en la que asistimos, peligrosamente divertidos, a un recital de sangre y vísceras que hará las delicias de los informativos de medio mundo. El nuevo Doom no es un juego perfecto, pero tiene claros sus objetivos y el público al que va dirigido, lo que no es decir poco. Marte y el mismísimo Infierno aguardan nuestra llegada, y no precisamente con los brazos abiertos.
Doom se presenta con tres pilares básicos como parte de su planteamiento jugable. Por un lado encontramos la campaña, el punto fuerte de la propuesta, mientras que por otra parte descubrimos una vertiente multijugador sobre la que hablaremos más adelante y un editor de mapas y escenarios bautizado como SnapMap, otro de los aspectos esenciales de la obra. Pero, teniendo en cuenta que id Software plantea Doom como un juego de los años 90, la campaña tiene todo el protagonismo. La historia nos lleva hasta Marte, planeta en el que nuestro marine espacial despierta encadenado dentro de las instalaciones de la UAC, en una de las tramas más anecdóticas que se recuerdan en un FPS reciente. Y es que Doom se olvida de complejas narrativas y personajes profundos para ir directo al grano. La historia comienza con nuestro protagonista estrellando la cabeza de un poseído contra el suelo. Desde ese preciso instante, todo irá a más.
A lo largo de 13 capítulos afrontamos una serie de retos que tienen en la velocidad de movimientos y el desplazamiento continuo su principal atractivo jugable. Y es que, como decíamos anteriormente, Doom opta por dejar de lado cualquier tipo de sistema de cobertura moderno para asentar toda su jugabilidad en el movimiento, la recolección de items para recuperar munición o salud y una serie de niveles de dificultad que, en su máxima expresión, suponen uno de los desafíos más exigentes que recordamos en los últimos años. La duración de la campaña se siente apropiada en un nivel medio de dificultad, en torno a las 12 horas, mientras que la misma se dispara fácilmente hasta las 18 si optamos por el mayor reto posible.
La clave de Doom es el movimiento constante, la velocidad, saber desplazarse sin descanso buscando a nuestros enemigos para destrozarlos a la menor oportunidad. Quedarse quieto no es una opción válida.
A lo largo y ancho de la aventura principal podemos recolectar pequeñas figuras basadas en el marine protagonista para desbloquear skins y artes conceptuales. También hay una serie de puntos de mejora que nos permiten actualizar nuestra armadura de Pretor, así como puntos de mejora de armas que se consiguen a través de los propios combates o cumpliendo con los objetivos de una serie de retos que se marcan al principio de cada misión. Además, para aportar más variedad al conjunto, hay una serie de pruebas rúnicas que nos invitan a completar otro tipo de desafíos independientes y que nos obsequian con una serie de runas equipables que pueden llegar a convertir a nuestro marine en toda una máquina de matar. Y mucho ojo con los secretos más difíciles de encontrar, pequeños fragmentos de mapas clásicos que después podemos jugar desde su propia sección en el menú principal.
Con todo lo anterior en mente, y aunque ya lo hayáis deducido, es importante destacar que Doom no es un juego para todo tipo de usuarios. Su planteamiento clásico, sin regeneración automática de salud, por ejemplo, disgustará a los jugadores más actuales. Además, y aunque esto parezca evidente también es importante destacarlo, sus elevados índices de violencia explícita pueden echar para atrás al más pintado. Id Software premia al usuario con munición o salud a través de una serie de ejecuciones, denominadas glory kills, que realizamos al efectuar mucho daño a un demonio. Amputaciones de todo tipo se manifiestan de forma espectacular en un recital gore que la marca Doom siempre ha destacado como punto fundamental. Más allá de su visceralidad, el principal problema que se deriva de estas ejecuciones es la caída de ritmo que se produce en la jugabilidad, puesto que van acompañadas por unas animaciones que en ocasiones nos hacen perder toda la velocidad del tiroteo.
Por suerte, esta característica de juego viene bien nutrida de contenido, con amplias opciones de personalización de nuestro personaje, así como de las armas. También hay un buen número de desbloqueables y una selección de modos de juego que gustarán a aquellos que le pillen el punto al online de Doom. Además del clásico enfrentamiento a muerte por equipos encontramos Cosecha de Almas, Dominación, Sendero de Guerra, Tocar y Congelar, Arena por clanes y los modos recopilatorios por objetivos y por rondas, una suerte de unión de todos los anteriores que nos puede mantener ocupados durante un buen montón de tiempo. Id Software no inventa nada y no termina de dar en la diana con el multijugador, pero es otra opción disponible para aquellos que la encuentren de su agrado.
En lo que sí acierta de pleno el estudio tejano es en el modo SnapMap. Esta maravillosa locura nos permite crear lo que nos venga en gana. Desde nuevos modos de juego hasta desafíos de cualquier tipo, pasando por arenas de combate enormes y todo aquello que se nos pase por la cabeza. Id Software pone a disposición de los usuarios todas las herramientas de edición y creación de Doom y las explica a base de unos sencillos tutoriales que nos invitan a formar parte del futuro de la obra. La comunidad juega así un papel fundamental en el devenir del título, en otro punto fuerte del juego. Los que somos pocos creativos o tenemos escasa paciencia para idear contenido encontramos la posibilidad de jugar lo que hayan montado otros usuarios, por lo que todos salimos ganando. Las posibilidades casi infinitas de SnapMap elevan la duración de Doom hasta donde quieran los jugadores, por lo que no podemos más que aplaudir la decisión de id Software de añadir esta modalidad, que en otros juegos no deja de ser un extra y que aquí se convierte en el segundo gran atractivo del juego tras la campaña.
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Doom llega completamente localizado al español, con un doblaje notable a nuestro idioma y una biblioteca de sonidos que alcanza su mejor momento con los disparos de nuestras armas o los guturales gritos de las tropas del Infierno. La banda sonora, como podréis imaginar, está repleta de heavy metal y rock duro, con melodías orquestales que le confieren al juego un acabado de notable alto. Puede que los sintetizadores y algunas reminiscencias del denominado dubstep molesten a los jugadores más clásicos, pero lo cierto es que la música encaja de maravilla con las escenas de acción que plantea Doom.
Id Software tiene claro lo que busca ofrecer con Doom. A la brutal campaña en solitario conviene sumarle un editor de escenarios tan sobresaliente como SnapMap, capaz de añadirle horas casi infinitas a la propuesta. Su vertiente multijugador no sale tan bien parada en comparación con los otros dos pilares de la obra, pero sin ella Doom estaría incompleto y, dicho sea de paso, supondría un problema para todos aquellos jugadores que sí encuentra en el online del título un punto positivo. La velocidad y el constante movimiento hacen de Doom un divertimento salvaje y único, una especie de retorno a los 90 del siglo pasado, cuando nació la marca. Es cierto que la sensación de repetición se vuelve alarmante en algunos momentos y que el juego no está destinado a satisfacer a todo tipo de jugadores, pero los que se dejen llevar por esta orgía de demonios, vísceras, coleccionables, secretos y arenas de combate disfrutarán tanto que obviarán sus defectos y revivirán una forma de hacer FPS que casi no se recuerda.