Las palabras “Remastered”, “Collection” o “HD” no son demasiado bien recibidas en esta generación. El abuso que muchas compañías han hecho de revisiones de software prescindibles han acabado por asquear a un público que ve muy saturado el catálogo de las consolas de juegos de otra época. Algo que no quita para que de vez en cuando encontremos remasterizaciones justificadas que permiten disfrutar de nuevo y con gran satisfacción de clásicos atemporales, imprescindibles de siempre que están de vuelta para decir una última palabra antes de dejarnos pasar a otra cosa. Sí, lo habéis adivinado, BioShock: The Collection entra de cabeza en este selecto grupo.
Lo hace porque además tiene una gran justificación su aparición en PS4; es casi una deuda pendiente que 2K e Irrational Games habían contraído con el usuario de PlayStation en la generación anterior. La llegada del primer BioShock a PS3 se produjo un año más tarde de hacerlo primero en Xbox 360 y PC, y además tampoco acababa de funcionar todo lo bien que debería. Eran tiempos en los que los “ports” se movián de Xbox 360 a PlayStation 3, y eso acababa por perjudicar siempre a la consola de Sony; sobre todo por ese hardware tan enrevesado y complicado de trabajar para los programadores.
Lo que me he encontrado con BioShock: The Collection ha sido un redescubrimiento de esa mítica entrega, de uno de los títulos más perfectos de todos los tiempos. Si BioShock destacaba por un apartado artístico sin parangón en esto de los videojuegos (una entre las mil virtudes del título), los 1080p le sientan de maravilla para poder observar con todo lujo de detalles la decoración cincuentera de la ciudad hecha distopía bajo los mares. Lo que queda de Rapture, la propaganda de Andrew Ryan, los impredecibles splicers o los imponentes Big Daddy sacan a relucir un nivel de detalle que no se apreciaba anteriormente, y que no hace más que aumentar una sensación claustrofóbica y de inmersión que era ya inherente a dicha obra.
Aunque casi más importante incluso son los 60 FPS que acompañan tanto a esta remasterización como a las otras dos entregas tratadas. Cualquier juego de disparos en primera persona necesita esta frecuencia de imágenes por segundo para disfrutarse de forma totalmente óptima, y ésta sin duda es una de las novedades que afectan de manera positiva a la jugabilidad. Por supuesto, también hay efectos que brillan con luz propia, como podría ser la niebla, el fuego o incluso el agua. Detalles técnicos que acompañan a estos elementos y que se suelen recortar para optimizar una versión determinada cuando el hardware no permite tantas florituras. BioShock se muestra así en todo su esplendor, sin recortes que lo alejen de lo que Ken Levine y su equipo esbozó en un primer momento: Una realidad alternativa en la que el liberalismo económico extremo que todo lo gobierna haría temblar de terror hasta al mismísimo Adam Smith. Y en efecto, toda esta atmósfera se mantiene para sostener a una ciudad submarina y a un Andrew Ryan que cargan con éxito a sus espaldas todo el peso argumental de la magnífica trama.
El caso de BioShock 2 es más particular. El romanticismo no acompaña tanto a un juego que fue devorado por las críticas de aquellos que vieron una herejía que 2K hiciera una secuela sin Ken Levine al frente. Pero la realidad fue que 2K Marin logró un juego muy interesante a nivel interactivo; una evolución directa y satisfactoria cuya historia no sorprendía, ni tampoco enamoraba como sí lo hacía el primero, pero que lograba entretener ampliamente a todo aquel que fuera capaz de darle una oportunidad. El juego se adentraba en el desconocido mundo del multijugador para la franquicia con resultados también más que aceptables, siendo esta una adición que desde luego sumaba y que acababa por adecentar un juego no necesario en absoluto, sí, pero divertido al fin y al cabo.
Por lo demás, lo mismo que con BioShock: La remasterización luce bien, y se nota casi casi tanto el trabajo hecho en adaptar el juego a los 1080p y 60 FPS como se nota en la primera entrega, y la historia nos depara en esta ocasión varios finales alternativos que vendrán dictados por las decisiones que tomemos durante el juego. Tal vez sea el juego menos deseado de los tres que conforman BioShock: The Collection, pero desde luego es una buena idea adentrarse en él si a uno le llama la atención de forma poderosa todo lo que tenga que ver con la ciudad sumergida de Rapture.
Y para terminar el recorrido por la mítica franquicia, BioShock Infinite se destapa como lo que fue en PC y no pudo ser en PlayStation 3 del último proyecto de Irrational Games. Quien jugara en 2013 al título en un potente ordenador no se sorprenderá, pero todo aquel que lo hiciera en consolas de sobremesa se llevará una grata sorpresa al ver a la luminosa Columbia en unos flamantes 1080p y 60 FPS. Mismo caso que el que ocurre con el primer BioShock (y también con el segundo claro) el hecho de poder fijarnos todavía más en los detalles artísticos que decoran todo lo que gira alrededor de Elizabeth y Booker DeWitt, con lo que la satisfacción es suficiente y el incentivo está presente para volver a recorrer el juego una vez más. Eso sí, pese a todo, seguramente BioShock Infinite sea el que menos sorprenda en este sentido de los tres, pues solo hace poco más de tres años que salió a la venta.
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También incluye todos los contenidos de descarga que aparecieron a posteriori, destacando por encima de todo Panteón Marino Episodio 1 y Episodio 2, que sin duda suponen el mejor contenido adicional que se ha hecho para cualquiera de estos tres juegos. El final de BioShock Infinite deja con ganas de más, y sin duda estos dos DLCs acaban por saciar de alguna manera el ansia por tener más conocimientos de todo lo que rodea a una saga totalmente legendaria.