Análisis Assassin’s Creed Chronicles: China
Con cada anuncio de una nueva entrega de Assassin’s Creed, no son pocas las voces que reclaman que los acontecimientos tengan lugar en localizaciones más exóticas alejadas de lo que hemos visto hasta el momento. Concretamente, un título ambientado en la China Imperial o en el Japón Feudal ha sido lo que los fans más han reclamado durante los últimos años, y por fin se ven cumplidos sus deseos con Assassin’s Creed Chronicles: China. Al menos en cierto modo.
Con Assassin’s Creed Chronicles: China Ubisoft da el pistoletazo de salida a una serie de entregas que apuestan por una forma diferente de jugar, pero también de entender la acción, el sigilo y la propia historia de esta franquicia desde un prisma diferente al habitual. Assassin’s Creed Chronicles empieza en China algo que continuará en la India este otoño y que culminará en Rusia en algún momento todavía por concretar. ¿Qué tienen en común estos tres juegos? Principalmente, un desarrollo en 2.5 dimensiones que podemos adelantar no ha sentado nada mal a la saga.
Nos trasladamos al siglo XVI, justo en el momento aproximado en el que Europa pone su ojo en China y las relaciones comerciales empiezan a evolucionar favorablemente. En este contexto dominado por el poder de la Dinastía Ming, los Tigres (un grupo de eunucos corrupto que controla el Imperio desde la sombras) se destapan como Templarios que dominan dicha región asiática. Tal es su poder, que llegaron a aniquilar a la Hermandad de los Asesinos en China, aunque como comprobaremos después, no acabaron del todo su despiadada faena.
Shao Jun, una de las pocas supervivientes tras la muerte del emperador Zhengde, aparece en Assassin’s Creed Chronicles: China como una asesina que llegó a tener contacto en su momento con Ezio Auditore, al que buscó tras la caída de la Orden para aprender de él. Su objetivo ahora, tras la vuelta a China, no es otro que acabar con los Tigres y restablecer en el país una paz que se ha visto alterada por las malas artes de estos templarios.
Como vemos, Climax Studios (bajo la supervisión de Ubisoft Montreal) trata de enlazar una trama que ya se ramifica hasta niveles inimaginables en sus inicios. Una planteamiento éste, además, que sin embargo esta vez no acumulará tanto protagonismo como en otras ocasiones, pues descubrimos que en Assassin’s Creed Chronicles: China el peso argumental se distribuye en pequeñas pinceladas narradas mientras se suceden delicadas imágenes estáticas entre nivel y nivel. Un hecho comprensible dadas las características del juego, pero que desdibuja un apartado siempre importante dentro de esta franquicia.
Aunque dejando este hecho de lado, lo que sí hemos podido constatar durante las 5 horas que nos ha durado la aventura ha sido la intención de hacer de esta entrega Assassin’s Creed en 2.5 dimensiones una experiencia Metroidvania total. Y la intención casi da como resultado un juego de ese estilo, pero que por estructura y mecánicas no alcanza de forma plena. Ésto, sin embargo, no constituye una mala noticia, pues el resultado nos llega a sorprender por la buena implementación de las herramientas utilizadas y por resaltar algunas facetas de la franquicia que últimamente habían quedado algo olvidadas.
Hablamos, por ejemplo, del sigilo. Pese a que con Assassin’s Creed Unity encontramos de nuevo un resurgir de este aspecto, Assassin’s Creed Chronicles: China destaca mucho más esta forma de jugar, incentivando al jugador a pasar cada nivel sin ser descubierto y ofreciendo para ello una gran variedad de elementos de escenario que poder utilizar con dicho propósito. Los escondites van variando dependiendo del escenario en el que se desarrolla el nivel, y en cada lugar tendremos zonas específicamente colocadas para avanzar sin tener que matar a ningún enemigo para ello.
Alrededor de este objetivo principal, que hace de Shao Jun rápidamente una referente en cuanto a los asesinos más sigilosos, giran los objetos y armas que ella usará para distraer a los enemigos. Empezando con un ligero silbido para atraer la atención del enemigo, pronto sumaremos a ésto un dardo sonoro, una especie de petardos que aturden al enemigo y una serie de cuchillos que podremos lanzar para cortar cuerdas. En combinación con los escondites y la agilidad de la asesina, queda todo muy bien ensamblado para ofrecer un marco óptimo para pasar desapercibidos.
El incentivo del que hablábamos antes en el sigilo pasa no solo por premiar al jugador con una calificación de fase más elevada, sino también por ver que el combate cuerpo a cuerpo supone esta vez una opción algo más desesperada. Ciertamente, cuanto más avancemos, más habilidad tendremos para derrotar a los enemigos, pero si se nos juntan varios en pantalla será realmente difícil salir airosos de la situación. Su variedad además, es bastante aceptable, encontrando, por ejemplo, enemigos con escudo, con lanzas, ballestas… que complementan a los más ordinarios que encontraremos al principio del juego. Evidentemente, cada uno de ellos contará con una mecánica concreta para ser derrotado, alternando en todo momento, el ataque con el bloqueo o el esquive.
Una de las novedades que nos encontramos es también un desarrollo bastante guiado en muchos aspectos, que simplifica todo el juego y permite pasar a la acción directamente. Esto significa que, por ejemplo, al acabar cada nivel desbloquearemos automáticamente nuevas características que tendremos disponibles en la siguiente pantalla, perdiendo así la personalización o la evolución casi RPG que veíamos en Assassin’s Creed Unity.
Tal vez el mayor de los problemas que hemos encontrado ha sido la falta de ritmo del juego a mitad del camino. Es decir, la sorpresa agradable del principio no llega finalmente a ser constante, y en determinado punto vemos que todo el desarrollo se torna algo repetitivo. Superar plataformas, esconderse, matar a algunos soldados y, finalmente, asesinar al templario final del nivel son los pasos que seguiremos, básicamente, durante casi todo el juego. A excepción de alguna que otra fase algo más rápida y dinámica en la que tendremos que dejar de lado todo esto y correr como alma que lleva el diablo.
A todo esto hay que sumarle que la estética de Assassin’s Creed Chronicles: China está cerca del cel shading, con toques de acuarela en muchos efectos que recuerdan a Child of Light en algunas ocasiones. En general, los escenarios son resultones, pero no llegan a impactar tanto como lo han hecho otros títulos de Ubisoft anclados en las dos dimensiones. Por último, el juego no viene doblado al castellano, pero sí dispone de subtítulos en nuestro idioma que nos permitirán entender a la perfección todo lo que está pasando en el juego.