Análisis Watch Dogs 2

90
Ubisoft encuentra la fórmula mágica para hacer con el sandbox una propuesta de éxito
Por Manuel Gimeno 14 noviembre, 2016

Watch Dogs supuso el principio del fin de una política de promoción que trajo a Ubisoft más de un dolor de cabeza. Si el primer vistazo a sus juegos dejaba con la boca abierta, el segundo disparaba las alarmas del downgrade, para continuar yendo a remolque y con críticas constantes durante los meses restantes al lanzamiento. Hace tiempo que la compañía de origen galo dejó atrás esta mala praxis, y con Watch Dogs 2 y su honesta campaña comercial se termina por cerrar un círculo en el que se ha demostrado que un tráiler consecuente con la realidad es totalmente válido para llamar la atención del público si, como es el caso, la propuesta es atractiva, original y sobre todo, tremendamente divertida.

Pero no nos engañemos tampoco. Pese a toda la polémica que trajo consigo Watch Dogs, aquel juego tuvo realmente como principal enemigo a un titán como Grand Theft Auto V que impidió que la gente abandonara Los Santos para viajar a Chicago en tan corto espacio de tiempo. Quien en el año 2014 seguía teniendo ganas de un sandbox después de haber jugado al título de Rockstar, se encontraba con una propuesta diferente y atractiva, donde la ciudad era la protagonista por encima de un personaje principal que, eso sí, tenía menos carisma que un plato de acelgas. Con Watch Dogs 2 he comprobado también que muchos de aquellos errores se han subsanado para esta entrega, notándose la recogida de opiniones de la comunidad para hacer ahora del juego el producto casi redondo que no lo fue en aquel entonces.

Como no podía haber sido de otra manera, justo la historia, el protagonista y todos los personajes que campan a su alrededor son todo lo opuesto a lo que uno se encontraba en el primer Watch Dogs. Marcus Holloway se destapa como un joven hacker más carismático y dicharachero que el gris Aiden Pearce, y ese es el primer pilar donde se asienta un mundo lleno de color con el que es casi imposible no acordarse justamente de aquel Grand Theft Auto V. Ubisoft entendió en algún momento que dibujar un ecosistema más alegre y desenfadado era algo fundamental para retener al público lo máximo posible dentro del juego, y es justo lo que ha conseguido con éxito en esta ocasión, aunque haya sido fijándose descaradamente en la obra de Rockstar.

Y no es que la historia tenga un arranque espectacular o una conclusión inesperada, pero sí se constituyen ciertas premisas a nivel argumental que se desarrollan y te mantienen pendiente de cada nuevo suceso, como la existencia de una corporación como Blume que controla a la sociedad mediante el sistema operativo ctOS 2.0, o el grupo de hackers DedSec que lucha por la libertad y privacidad de todos los habitantes de San Francisco. Para sostener todo esto, Ubisoft simplemente ha dotado a los personajes de cierta alegría y simpatía que se refleja en cada diálogo o situación, rebajando el tono dramático de un tema tan serio como el tráfico de datos personales y la extrema conectividad a la que la sociedad está expuesta con el denominado Internet de las cosas. Los más «frikis» del lugar, desde gente que ha crecido en los años 90 hasta los millenials, disfrutarán exageradamente de las cientos de referencias a películas, series, cómics o videojuegos de la misma manera que lo he disfrutado yo. Pero eso sí, más allá de esto no hay mucho jugo que sacar de la historia o del protagonista y acompañantes. Tal vez, lo que termina de apuntalar todo el contexto son curiosamente las claras influencias de la serie de televisión Mr. Robot, aunque la compañía de origen galo planteara todas estos conflictos mucho antes con la primera entrega de esta saga.

Los más «frikis» del lugar, desde gente que ha crecido en los años 90 hasta los millenials, disfrutarán exageradamente de las cientos de referencias a películas, series, cómics o videojuegos de la misma manera que lo he disfrutado yo.

Pero evidentemente, lo que hace a Watch Dogs 2 potente no son todos estos ingredientes, sino un conjunto de misiones principales variadas y unas secundarias atractivas, pero que al cabo de un tiempo pueden llegar a cansar. La naturaleza de la franquicia, que pasa por alimentarse de la interacción con el escenario, sirve como base para que con cada tarea puedas encontrarte con situaciones nuevas y diferentes a las que has visto hasta ese mismo momento, brillando con luz propia todas las relacionadas con la historia. Además, las habilidades de Marcus permiten abordar cada reto desde diferentes perspectivas, premiando sin ninguna duda el sigilo y el hackeo para derrotar a una serie de enemigos, llevar a cabo robos o piratear equipos informáticos. Pero el factor sorpresa acaba estando en todas aquellas situaciones que rompen con la rutina como, por ejemplo, llenar de publicidad de DedSec la ciudad, hacer carreras de karts o difundir un vídeo impactante tras robar un sucedáneo del coche fantástico.

En gran parte, todas las virtudes que estoy comentando, y que suponen un cambio con respecto a la primera entrega, tienen que ver con la ciudad. San Francisco no es Chicago, y eso es una buena noticia. Como casi cuna occidental de la tecnología más vanguardista y que acoge en Silicon Valley a multinacionales de la talla de Google (o Nudle en el juego), AMD, Oracle, Nokia o Tesla Motors, la ciudad supone el lugar ideal para hacer un juego como Watch Dogs 2, donde el hackeo sobre el Internet de las cosas es la herramienta principal para desarrollar toda la jugabilidad del título. Coherencia máxima en este sentido que se apoya en los colores saturados y la diversidad de la ciudad para exponer siempre un escenario amable y agradable a los ojos, pero sobre todo un lugar vivo, donde la gente que deambula por la calle muestra una riqueza cultural que no tenía aquella Chicago de Watch Dogs. Pero también hablo de una ciudad la de San Francisco con contrastes, que no se cierra a espacios naturales como bosques o montañas, y que también dota al agua de un protagonismo mucho mayor que el de la primera entrega.

Eso sí, por seguir un poco la analogía con Grand Theft Auto V, la franquicia queda todavía algo lejos de todas las posibilidades que ofrece el juego de Rockstar. Hablo precisamente de que con ese sandbox uno tiene entre manos un juego de muchos juegos, algo inalcanzable de momento para todas aquellas compañías o estudios que han intentado hacer algo dentro de este género. Tal vez Watch Dogs 2 sea el título que más se aproxima de todos los que han salido hasta la fecha, con extras tan curiosos como una red social a medio camino entre Instagram y Facebook o una app para reconocer canciones al estilo Shazam, además de todo lo dicho hasta el momento. También hay multitud de tiendas de ropa y de armas, como es natural en un juego de este género, pero también una tracklist impresionante con invitados de lujo como NOFX, Bob Marley o Megadeth, entre muchos otros que harán su aparición también entre las seis radios disponibles.

Pero en lo que mejora San Francisco a Chicago sobre todo tiene que ver con el alma de la saga, el hackeo. Ubisoft ha ido más allá con aquello que hace a la franquicia diferente al resto de sandbox que hay ahora mismo en el mercado, y es esa interacción con todo lo que rodea al protagonista. En todas partes hay algo que controlar, modificar o piratear, y se construyen curiosos puzles de escenarios con todos estos recursos. Entre otras muchas cosas, la posibilidad de tomar el control de un coche a distancia o de usar diferentes drones abre muchísimo el abanico de posibilidades. Me ha dado la sensación en todo momento de que esta ampliación de posibilidades va muy en sintonía con el tiempo de desarrollo que se ha dispuesto, con una menor presión y con una claridad de ideas mayor. Como si Watch Dogs 2 fuera lo que Ubisoft quería que hubiera sido aquella primera entrega.

Esto que digo se nota también, por ejemplo, en la movilidad de Marcus, que aunque ya no tiene tanto ese aroma a animación reutilizada de otros juegos de Ubisoft, es ágil e intuitiva. También pasa con el sistema de disparos, pero sobre todo en el sigilo. Watch Dogs 2 ahora sí funciona muy bien cuando quieres abordar una misión pasando desapercibido, e incluso ir a pecho descubierto disparando a diestro y siniestro se vuelve mucho más complicado y difícil que antes. Hasta se han arreglado parte de los problemas de la inteligencia artificial de las versiones previas, aunque sigue en este aspecto sin destacar por encima de nadie. Todo el que haya jugado al primero verá en esta entrega síntomas de madurez por todas partes, de una solidez que le hacía falta desesperadamente.

Incluso en la conducción ha mejorado también Watch Dogs 2. Conducir coches de todo tipo, motos y vehículos acuáticos es fácil y sencillo, y cumple su función perfectamente en un juego en el que transportarse rápidamente y con comodidad de un lugar a otro es fundamental, porque no haremos uso siempre del viaje rápido. Tal vez echo en falta algo más de consistencia y de peso a esta vertiente, pues en ocasiones me da la sensación de que hasta el camión más pesado es ligero como una pluma. Y por supuesto, hackear mientras se lleva algún tipo de transporte es fundamental, con lo que su correcto funcionamiento refuerza una faceta muy importante durante las más de 25 horas de juego que te puede durar una partida media.

Pero curiosamente, lo que más llama la atención de Watch Dogs 2 (a pesar de todo lo dicho) es que el multijugador tiene tanto sentido que supone uno de los principales alicientes. Uno puede pasarse el juego a excepción de las misiones principales de la historia con otro compañero en cooperativo, al más puro estilo Far Cry 4, pero además se producen situaciones novedosas basadas en aquel hackeo espontáneo que había en la primera entrega. ¿Recordáis cuando alguien te invadía y te trataba de hackear, o cuando tú lo hacías? Sigue estando presente en esta entrega, pero se añaden situaciones locas tales como persecuciones de hasta cuatro jugadores cuando a ti o a otro usuario le persigue toda la policía de San Francisco. Acciones que dan vida al juego de forma diferente, y que si no apetecen se pueden desactivar sin mayor problema.

Para este análisis he podido jugar a Watch Dogs 2en todas las condiciones posibles: con PS4 estándar en tele FullHD y en tele 4K y con PS4 Pro en tele FullHD y en tele 4K. En todas las combinaciones Watch Dogs 2 tiene un rendimiento muy estable en su tasa de imágenes por segundo, y la única diferencia recalcable con PS4 Pro es la mejor distancia de dibujado y definición que ofrece el título. Incluso sin HDR por en medio, Watch Dogs 2 supone un espectáculo visual fantástico de colores e iluminación. Ubisoft ha optado en este título por ir a lo seguro y esta segunda entrega no será referente técnico en absoluto, pero sí un buen ejemplo de cómo hacer un sandbox que funcione bien y que además sea agradable a la vista.

Mención especial tanto al tracklist de canciones que he comentado antes, pero también al doblaje y la localización al español. La compañía de origen francés sigue en España esforzándose por ofrecer productos doblados de calidad, y en juegos como Watch Dogs 2 tiene todavía más mérito esta circunstancia. Sobre todo porque uno no sufre teniendo que conducir y leer subtítulos microscópicos a la vez…

Ubisoft trata de abrirse camino en un género que tiene grandes referentes muy complicados de alcanzar por el momento. Red Dead Redemption demostró que un sandbox puede tener una historia memorable, y Grand Theft Auto V enseñó que uno puede hacerlo todo excelente aunque abarque una inmensidad de posibilidades tan grande como un océano. Watch Dogs 2 no llega a ninguno de esos dos puntos, pero todo lo que propone lo hace bien bajo la seña de identidad que ofrece el hackeo, un factor diferenciador tan potente que le da el carisma y la fuerza suficiente para seguir en el futuro con muchas más entregas.

90
Jugabilidad: 9
Gráficos: 9
Sonido: 9
Satisfacción: 9

Análisis

Ubisoft se quita una espina profunda con este Watch Dogs 2, y puede presumir desde ya de poseer una franquicia potente en un género tan competido y difícil de destacar como el de los sandbox. No se inventa nada nuevo en esta entrega, pero se amplían mucho las posibilidades en el hackeo, la seña de identidad y factor diferenciador de la franquicia. Además, el desenfado, la luz y el color que bañan a los personajes y a la ciudad de San Francisco suponen la mejora que necesitaba la saga después del gris Aiden Pierce. Y si a todo esto se le suma un multijugador integrado, con sentido y que premia la acción cooperativa, uno se acaba encontrando con el mejor sandbox del año 2016.