Análisis The Division: Subsuelo
Tras su puesta de largo en PC y Xbox One a finales de junio, los usuarios de PS4 al fin pudimos hincarle el diente a la primera gran expansión de Tom Clancy’s The Division, bautizada por Ubisoft como Subsuelo. Tras el misterioso retraso en la consola de Sony, nos adentramos en las profundidades de un contenido que tiene el noble y complicado objetivo de alargar la experiencia jugable que propone la obra de la compañía gala, que arrasó durante su estreno para terminar cayendo un poco en el olvido de los jugadores ante la falta de desafíos reales y de motivaciones suficientes como para seguir descubriendo esta visión postapocalíptica de la ciudad de Nueva York.
Las interminables líneas de metro de la urbe estadounidense sirven como excusa para volver a enfundarnos el traje de agente y redescubrir una propuesta que mejora algunos elementos que chirriaban en la propuesta original, como la IA de los enemigos. Ubisoft intenta convencer a los usuarios de la necesidad de pagar por este contenido y todo indica que su plan de lanzamientos adicionales terminará por conformar una propuesta online de lo más interesante, siguiendo los pasos de otros MMO modernos, como puede ser Destiny, cuyas expansiones han terminado por conjugar una obra muy diferente a la que salió en 2014.
Como ya hemos destacado, Subsuelo nos lleva hasta las entrañas de la ciudad de Nueva York, plagadas de enemigos y peligros. Dejamos de lado la acción en la superficie para descubrir un nuevo mundo en el que nos aguarda la muerte en casi cada esquina y en el que aventurarse en solitario puede ser una muy mala idea. Y es que Ubisoft ha ideado esta expansión como un contenido que puede y debe jugarse en compañía, con amigos o gente comunicativa, puesto que de lo contrario es casi imposible superar determinados objetivos. Aquí nos encontramos con uno de los grandes problemas de la propuesta: aquellos que dejaron de jugar hace tiempo tendrán difícil volver a engancharse, puesto que la compañía francesa parece haber pensado más en los jugadores que se han mantenido activos desde el lanzamiento.
De hecho, este tipo de usuarios son los que realmente disfrutarán de Subsuelo. Las recompensas son lo suficientemente jugosas y potentes como para garantizar horas de juego, aunque su nivel de exigencia puede echar para atrás a los jugadores menos comprometidos. Por suerte, el tan comentado sistema de generación aleatoria de mazmorras funciona de maravilla, por lo que la sensación de enfrentarnos a algo nuevo en cada ocasión es meritoria. Tras muchas horas de juego se pueden localizar algunos patrones en común, pero nada que deba preocupar a los más observadores y, desde luego, nada que estropee el buen planteamiento procedural que Ubisoft implementa en esta expansión.
Estas mazmorras generadas de forma aleatoria se pueden completar en poco más de 20 minutos haciendo las cosas bien, lo que nos anima a completar siempre una más, en otro detalle notable de Ubisoft. Para terminar de redondear este aspecto de Subsuelo nos encontramos con una serie de variables o directrices que nos permiten alterar determinados elementos de las misiones, como la presencia del minimapa en pantalla, la munición de los enemigos o la funcionalidad de los indicadores de amenaza. Lo realmente interesante es que vamos desbloqueando estas directrices al completar misiones, por lo que el incentivo para el jugador resulta determinante. Además, a mayor dificultad derivada de estas variables, mejores son las recompensas que obtenemos, lo que se traduce en el clásico «otra partida más» para intentar conseguir el mejor equipo posible.
Otro aliciente que ofrece Subsuelo para los jugadores habituales de The Division es la nueva Incursión del DLC, bautizada como Nido del Dragón. De nuevo nos encontramos con la obligatoriedad de contar con un equipo de jugadores comunicativo y participativo, puesto que el nivel de dificultad y de exigencia es tan elevado que ir a lo loco y cada uno por su cuenta supone un suicidio en toda regla. A los enemigos y jefes finales conviene sumar otros elementos disuasorios para los lobos solitarios, como los coches teledirigidos explosivos, capaces de acabar con nuestro equipo casi sin que nos demos cuenta. Tener nivel 30 es requisito indispensable para afrontar este desafío, así como un equipo a la altura de las circunstancias.
Evidentemente, Subsuelo también añade nuevos lotes de equipo, así como más armas supremas. También hace acto de presencia el inédito modo heroico a través de nuevas incursiones, así como las misiones Campo de refugiados de Hudson y Campamento del túnel de Queens se adaptan al modo desafío para aquellos que busquen ganar mejores recompensas. También encontramos otro sistema de progresión (Rango Subterráneo), similar al visto en la Zona Oscura, que funciona de manera independiente y puede llegar a ser algo frustrante si recurrimos al matchmaking para agrupar a nuestro equipo, con niveles altos y bajos haciéndose la puñeta unos a otros.
En lo técnico, Subsuelo se mantiene fiel a lo visto en la obra original y presenta un contenido que respeta las bases de The Division. Sin ser un prodigio tecnológico, la cantidad de detalles que pueblan los escenarios sigue resultando llamativa, así como el resto de aspectos técnicos de la obra. Ubisoft parece tener clara la dirección a seguir con The Division, aunque eso no se traduzca en el compromiso inmediato de los jugadores. Como ya hemos destacado, los que han seguido descubriendo la propuesta encontrarán en Subsuelo una buena excusa para seguir jugando, aunque los que tras alcanzar el endgame de la obra original dejaron de lado The Division van a sentirse algo perdidos tras varios meses alejados de la Nueva York del título. Veremos si, como pasa con otros MMO similares, The Division es capaz de evolucionar con el paso del tiempo y convertirse en un juego de referencia para los usuarios, sean fieles o no.