Análisis DmC: Devil May Cry Definitive Edition
De todos los reinicios de franquicias que se han producido en los últimos años, no nos equivocaríamos al afirmar que el de Devil May Cry fue el que más polémica desató entre los fans con mucha diferencia. Pese a que todos ellos fueron recibidos con cierto recelo en un primer momento, lo cierto es que el cambio estético tan radical que sufrió este medio demonio hizo arder las redes sociales con todo tipo de improperios a un look que a todas luces se antojaba bastante diferente a lo que la personalidad de Dante había manifestado siempre.
Sin embargo, y tras aceptar Ninja Theory las críticas y cambiar en algo la idea original, lo que el juego nos deparaba era mucho más que banales disertaciones acerca de la estética que lucía el protagonista. Seguramente pocos llegaban a imaginar que DmC: Devil May Cry se destaparía como un más que notable hack & slash que poco o nada tendría que envidiar a sus cuatro predecesores. Este renacer de la saga de Capcom se ganó así el reconocimiento de crítica especializada y público, algo siempre difícil de alcanzar, pero más si cabe si la primera impresión es tan negativa como fue el caso.
Dos años después de aquello, Capcom anunciaba que la remasterización de dicha obra se iba a llevar a cabo para las consolas de nueva generación. Como siempre, y viendo la proliferación de éstas en la nueva etapa tecnológica, no tardaron en escucharse las primeras voces críticas cuestionando la necesidad de portar el juego a PS4 y Xbox One. Y lo cierto es que al menos sí había un aspecto técnico que si justificaba en cierta medida la decisión, y no es otro que la tasa de imágenes por segundo, que en un juego de estas características tiene una incidencia muy directa en el acabado final de la propuesta.
Aunque para aquellos que no le dieran una oportunidad al renovado hijo de Sparda, nos pararemos un momento a comentar en qué situación se sitúa dentro de la propuesta de Ninja Theory. Nos encontramos con un Dante que, al menos físicamente, está a punto de abandonar la adolescencia, que desconoce su pasado y al que le importa poco su futuro. Sin embargo, su desproporcionado poder sigue siendo patente. Ante él aparece una sociedad viciada por entes desconocidos, así como una sociedad secreta que trata de luchar contra el poder establecido. Dos situaciones que en principio poco le parecen importar al joven demonio, pero que inevitablemente le sumergen en una espiral de acontecimientos de la que le será imposible escapar.
Y con todo este tinglado montado es donde volvemos a descubrir un gran hack & slash que por fin rinde bajo los cánones establecidos para el género. Tras una gran cantidad de debates, y más en estos últimos tiempos en los que la guerra de la resolución y la tasa de imágenes por segundo han hecho distorsionar la realidad final de ciertos videojuegos, nos encontramos con título en el que realmente se alcanza una jugabilidad más satisfactoria a todos los niveles con ayuda del aumento del framerate. Ciertamente, y sobre todo los que en su día jugaran a su versión en PS3 o Xbox 360, la sensación al combatir es más suave y armónica, disfrutando de todo el repertorio de golpes de Dante de una manera que no pudimos en aquella ocasión.
Evidentemente, el aumento de la resolución también es algo destacable sobre todo en las texturas que exhibe el juego, aunque ni mucho menos es en este caso un hecho tan importante como el que hemos comentado. DmC se ve mucho mejor ahora en PlayStation 4, pero tampoco llega a ser una diferencia tan grande con respecto a PS3 como para considerar la compra simplemente por este hecho. Sin embargo, al hacer esta reflexión surge la pregunta obvia: ¿Y si es justificable la compra por los 60FPS? Como siempre, la respuesta la tiene cada usuario dependiendo de su experiencia de juego con el título original. Está claro que si eres amante de los hack & slash y no pudiste disfrutar del juego en la generación anterior, éste es el momento. En cambio, si ya lo exprimiste en su momento, será conveniente valorar si la mejora de sensación jugable y el contenido extra son suficientes para descender al infierno una vez más.
Y es que, como viene siendo habitual, la remasterización no es solamente una mejora gráfica, sino que también se añaden en esta ocasión más contenido con el que ampliar la experiencia del juego original. En este caso, y para ir abriendo boca, DmC: Devil May Cry Definitive Edition dispone de todo aquel contenido de descarga que apareció en su momento para DmC, pudiendo reunir ahora en el disco DLCs como el de La Caída de Vergil o nuevos trajes para Dante. También se añaden algunas pinceladas nuevas en el control, como la posibilidad de fijar a los enemigos o modificar el sistema de controles del juego.
Aunque tal vez la curiosidad más destacable de estas adiciones sean los modificadores de partida. No hablamos de un modo de dificultad extra (que también lo hay, y que luego comentaremos) sino de ciertas condiciones que se pueden añadir al juego para cambiar radicalmente sus reglas. Una de ellas es el llamado modo Turbo, una opción que permitirá acelerar la partida hasta un 20%, y esto incluye tanto los movimientos de Dante como de los enemigos. Siguiendo esta estela encontramos el modo Hardcore, un modificador que permite que el usuario saboree de nuevo la esencia de los títulos originales al modificar el Devil Trigger y establecer un sistema de puntuación mucho más complejo de desarrollar. Finalmente, con el Estilo Indispensable deberemos alcanzar el rango S en nuestros combos para poder infligir daño al rival, suponiendo otro escalón diferente desde el que abordar las partidas.
Aunque la cosa no acaba ahí. Tendremos un modo de dificultad superior que se añade a los que ya tenía el juego. “Los dioses deben morir” supone el mayor reto del juego con mucha diferencia, siendo el reto perfecto para todos aquellos que consideran que dominan a la perfección los combos, los enemigos y el juego en general. Los demonios aparecerán con sus Devil Triggers activos, haciendo que el daño que produzcan sea considerable, así como también su resistencia ante nuestros ataques.
Por último, DmC: Devil May Cry Definitive Edition dispone también del modo Palacio Sangriento, un añadido que nos permitirá controlar a Vergil durante 60 rondas u oleadas donde deberemos derrotar a todos los enemigos, y en la que se aumenta la dificultad de forma progresiva. Todas éstas un conjunto de adiciones que enriquecen el juego, sí, pero que tal vez sean algo escasas para aquel jugador que ya haya exprimido al máximo y en su momento DmC.