Objetivo Platino: Historias de un cazador de trofeos (VI)
El deporte rey y un lugar lleno de palmeras donde perderse
Hay una máxima en el mundo del fútbol que habla de una posición en la que puede jugar cualquiera, hasta el peor jugador, y hacerlo medianamente regular. Ese puesto es el de lateral derecho. Por qué elegir jugar de lateral derecho es una historia que tiene muy fácil explicación. Puedes tener un delantero o un media punta creado como Virtual Pro para jugar al FIFA, pero a la hora de elegir o eres rápido o todo el mundo se coge esos puestos del medio campo hacia adelante y acabas jugando en el lateral derecho con un proyecto de Zlatan Ibrahimovic.
Por ese motivo fundamental para la edición de este año, FIFA 14, decidí crearme un Virtual Pro que jugase en el lateral derecho, total, era donde iba a jugar muchos de los partidos para tratar de conseguir mi trofeo de desbloquear el 15% de las hazañas… Además, no me considero un buen jugador, ni regateo con filigranas ni nada parecido, más que nada porque se me enredan los dedos en los sticks cuando intento hacer una ruleta a lo Zinedine Zidane.
Pero sé como se juega al fútbol. Se me da bien buscar el desmarque para recibir el balón solo y colgarlo desde el cielo para que un remate certero la coloque en el fondo de las mallas. Son muchos los que ya lo han experimentado conmigo y, pese a mi inutilidad para otras cosas, he ayudado a incontables a conseguir esa victoria que granjea el trofeo Trabajo en equipo y acerca un paso más alcanzar el platino de FIFA 14. Sobre todo porque en la banda derecha no estorbo a mis compañeros, no comprometo una pérdida de balón en el centro del campo que provoque un contraataque y de ese modo las cosas resultan algo más fáciles que si mi papel estuviese en cualquier otro lugar.
Alguno dirá que se puede hacer lo mismo jugando en la banda izquierda. Si, pero en la vida real hay que cumplir un condicionante que por probabilidad es más difícil de cumplir, hay que ser zurdo. Así que si os encontráis con un lateral derecho con PSN ID Joshua1975, con el número 16 a la espalda y Salva de nombre en la camiseta, cuando os pase el balón devolvedle la pared para que corra su banda y centre medido a la cabeza del delantero para que solo la tenga que empujar. Lo celebraremos juntos de alguna de las maneras graciosas que el juego ofrece.
Disfruté mucho en su día la primera entrega, y la jugué en PC. La segunda me resultó más pesada, será por lo de segundas partes nunca fueron buenas. Y de nuevo he vuelto a disfrutar con la tercera y hasta el momento última entrega de la saga. Os hablo, por si todavía no habeis caido, de Far Cry. Hacer de Jason en Far Cry 3 y tener en frente a ese villano tarado, sádico e impredecible que es Vaas (las drogas son malas, mirad cómo quedó él) ya es una experiencia altamente recomendable. No así su multijugador cooperativo de seis largas misiones en las que de nuevo no está de más encontrar a un buen compañero de boosteo.
Y en esas estaba por esta web que es LaPS3, tratando de encontrar a alguien, cuando no recuerdo bien quien halló a quien, si Nanetillo a mi o yo a él. Lo único certero es que donde pone el ojo pone la bala, el cuchillo, la granada y mientras se lima las uñas te cura cuando estás caido en el suelo babeando y rezando tus últimas plegarias. Reconozco que sin él ese cooperativo online hubiese sido más complicado de lo que en realidad fue.
Porque no es del todo fácil completar las seis misiones para lograr un trofeo en cada una de ellas. Todavía recuerdo la cantidad de veces que morimos sobre el puente o en la pequeña aldea donde jeeps artillados y gigantes con armadura mermaban nuestras esperanzas de salir algún día de aquella maldita espesura de isla tropical. Morir los dos era tener que reiniciar la misión, algunas de ellas de duración considerable. Pero Nanetillo no desistió y apoyando mi falta de puntería virtual se erigió en destructor, en una mezcla de Arnold Schwarzenneger, Sylvester Stalone y Chuck Norris.
No hemos vuelto a encontrarnos en ningún otro online pero aquella experiencia lo convirtió en mi camarada de armas y también en mi hermano de sangre, seguramente más por la que derramamos nuestra que por la de los cadáveres que dejamos a nuestro paso. Y eso hace que aquel puente de hierro, la aldea de los techados de paja e incluso el templo-fortaleza de los antiguos habitantes de la isla permanezcan a día de hoy todavía en mi memoria.