El condensador de fluzo: The Legend of Dragoon
Sony se introdujo en los JRPG y nos dejó esta maravilla en PSX
En plena bonanza de Final Fantasy VII y Final Fantasy VIII, Sony, a través de su división SCEI, nos trajo su propio juego de rol con combates por turnos para un jugador. Más de 60 horas de juego repartidas en cuatro CD’s que llegaron a Europa el 19 de Enero de 2001, más de un año de retraso con respecto a su lanzamiento en Japón y seis meses con Estados Unidos. La espera al menos fue recompensada con la traducción y doblaje del juego a nuestro idioma.
Una historia compleja, repleta de los tópicos del género en la que no faltan dragones, castillos, romance y batallas, que nos puso en la piel de Dart para contarnos cómo, tras cinco años persiguiendo la pista del Monstruo Negro (que mató a su familia), vuelve a su pueblo, Seles. Allí se encuentra con la devastación provocada por las tropas del Imperio de Sandora, que han secuestrado a su amiga Shana. Sabedor del paradero de su amiga, Dart se dirige a la Prisión Hellena y dentro de ella conoce a Lavitz, capitán de los caballeros de Basil, prisionero que también desea escapar. Consiguen rescatar a Shana y salen de ella, en contra de la oposición de Fruegel, y toman rumbo a Indels, capital de Basil.
Todo esto desarrollado hace 10.000 años en la galaxia Iridium cuyo epicentro se hallaba en el planeta Serdio, el más evolucionado tecnológicamente y dominador de la galaxia. Así comenzaba la historia que nos llevaría a conocer a los siete caballeros Dragoon, un poder que mana de su interior y que nos permitía durante los combates contar con ciertas ventajas durante algunos turnos. Cada Dragoon apostará por un elemento distinto, siendo estos el fuego (de Dart, el protagonista), la oscuridad, la luz, el viento, el trueno, la tierra y el agua. Una aventura repleta de giros de guión e intriga por desgranar hasta el final de la misma.
En el apartado gráfico destacaba sobremanera la ambientación que se dio a aquel rico mundo repleto de detalles, un derroche de imaginación maravillosa que nos trasladaba por bosques, ciudades o cuevas entre muchos otros. Incluso los fondos contaban con animaciones que les dotaban de vida. Los personajes se nos representan proporcionados, sin el uso de la deformación que habíamos visto en Final Fantasy VII. La invocación de los poderes Dragoon también son de una representación majestuosa.
La música nos acompaña durante todo el juego con una banda sonora enorme que sin embargo puede llegar a hacerse repetitiva, aunque algunos temas son impresionantes para tratarse de un videojuego, como el tema principal que abría y cerraba el juego. El doblaje al castellano sin ser brillante cumplía en todos los aspectos junto a los sonidos del ambiente que nos rodeaba, en la faceta exploradora del juego y en los combates.
En el aspecto jugable incorporaba alguna novedad como la posibilidad de realizar combos en combate que no ofrecían los Final Fantasy. Esos combos hacían que la implicación en los combates fuese más activa puesto que debíamos pulsar determinados botones en el momento justo para incrementar el daño o mejorar las transformaciones en Dragoons. Podíamos controlar a nueve personajes a lo largo de la aventura, pero en los combates solo intervenían tres.
The Legend of Dragoon fue, es y será un gran juego de rol que quizás no alcance las cotas más elevadas entre nuestras preferencias, pero no cabe duda que el intento de Sony por emular las grandes obras de Squaresoft (hoy en día Square-Enix) con sus Final Fantasy en PSX no fue fallido. Consiguieron construir un juego que albergaba todas las virtudes de sus competidores, aunque nombres como Cloud Strife, Squall Leonhearth, Yuna o la más reciente Lightning han hecho más mella en nuestra memoria que los Dart, Lavitz o Shana.
Por desgracia, The Legend of Dragoon no tuvo continuación ninguna, chocando con el éxito obtenido. Aun así se ha convertido en un juego de culto para muchos usuarios a nivel mundial e incluso en la actualidad todavía se pagan buenas sumas de dinero por las unidades que pueden encontrarse, llegando incluso a 100 euros por copias todavía precintadas. Por lo que si todavía forma parte de vuestras colecciones no dudéis de que es una pequeña gran joya.